En mi pasado artículo, “Injusticia hermenéutica y escucha”, comenté la perspectiva de Ángeles Eraña, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, invitada al seminario sobre injusticia hermenéutica organizado desde el Instituto Bonó, sobre la necesidad de construir una cultura de la escucha en nuestras sociedades latinoamericanas.

Una cultura de la escucha presupone una disposición al diálogo con personas que son distintas en sus convicciones personales (credos, orientación sexual, ideología política), pero esto se hace cada vez se más difícil por la creciente polarización.

Al mismo tiempo, como señalaron nuestros otros invitados, Blas Radi, de la Universidad de Buenos Aires, y José Medina, de la Universidad de Northwestern, esta cultura de la escucha se dificulta porque no existen las condiciones materiales, espirituales y estructurales para propiciar un auténtico diálogo donde los que han sido tradicionalmente excluidos puedan ser escuchados.

José Medina resaltó el hecho de que en muchos casos la gramática de la escucha (el conjunto de las normas que posibilitan el diálogo) no permite comprender a quienes pertenecen a los grupos marginados de la sociedad.

Esta situación exige entonces un proselitismo dirigido a transformar las normas de la gramática de la escucha, o generar lo que Medina denomina un activismo epistémico.

Desde este activismo se reformula nuestro lenguaje para crear conceptos que puedan visibilizar experiencias de injusticia no expresadas en los discursos oficiales (feminicidio, delito de odio, epistemicidio).

También, el activismo epistémico combate las resistencias de las autoridades epistémicas y políticas a los conceptos creados para describir las experiencias de los grupos marginados, como acontece con los generados por los integrantes de comunidades estigmatizadas por su orientación sexual.

Finalmente, Medina también subrayó la función del activismo epistémico para combatir las distorsiones interpretativas de las expresiones que producen los grupos excluidos, distorsiones intencionadas para estructurar un discurso de contrainsurgencia. Un ejemplo de estas distorsiones es cuando el movimiento supremacista blanco interpreta la famosa expresión: “Black Lives Matter” “(las vidas negras importan”) como si significara: “solo las vidas negras importan”; y luego, contrapone la frase: “Whites Lives Matter” interpretándola como: “las vidas blancas también importan”, invirtiendo así el sentido de la victimización.

En síntesis, el activismo epistémico deviene en un activismo político militante contra las gramáticas opresoras que reproducen las distintas modalidades de injusticia hermenéutica y socavan las bases de una auténtica sociedad democrática.