Me toco la  distinción de ser  padrino de graduación  contando así con  una  experiencia extraordinaria.

Fue la investidura periódica  que celebra cada 25 de Febrero la antigua Universidad de Santo Domingo.

El origen general de los graduandos en el orden de la estratificación social  nos remite al relegado movimiento renovador que  fue invocado en todo tipo de discusiones que ya son de otras épocas.

La convocatoria a reconocidos y padrinos   fue en el viejo edificio  en donde por décadas se enseño los secretos  de las ciencias medicas. Una  edificación que fue  parte de la construcción  de la original ciudad universitaria.

La eventual masificación que se inicio en los años sesenta se llevo de encuentro los detalles decorativos  del edificio. Aun  es posible apreciar en la armonía de los espacios y estructuras, la intensión del arquitecto por ejercer con seriedad su oficio.

Atendiendo al tradicional rito de fotografías  que es de rigor entre graduandos padrinos y parientes, nos toco arrimarnos a una escultura que se expone en el patio interior del edificio de ciencias médicas.

El busto de Evangelina Rodríguez  nos sorprendió tanto por la que fue sujeto del retrato como por la ejecución del mismo. Pese a todos los esfuerzos no pudimos identificar al autor. La retratada es Evangelina rodríguez. Mujer conocida como la primera medico dominicana. Reconocida por sus meritos, no solo por ser mujer.

El busto sorprende  por el homenaje a ella  y por la ejecución. Dada la proliferación de cosas raras que en nuestros días se vienen instalando en los sitios públicos de la ciudad con el único propósito de poner algún personaje del poder a ganar altas  sumas de dinero. No importa si son esculturas o no.

La inclemencia del sol de la tarde, los gastos en instalaciones y  de costosas carpas que son propias de las aristocráticas ceremonias nocturnas que se celebran a la sombra del poder.

La enorme masa  de estudiantes  que deben  ser graduados así como la presencia de  sus correspondientes padrinos, obligan a que  el ceremonial sea estropeado, -desde la entrega de diplomas   hasta el juramento que se realiza cuando muchos graduados ya van de retirada -.

En el transcurso del acto  fui sorprendido en dos ocasiones que no olvidare.

Dada la  falta de compostura /en todos los sentidos/ de la banda de música universitaria nos vimos precisados a oír la repetición interminable de la melodía de una marcha que para mi era un fragmento de la Marsellesa.

El compañero de tesis de mi ahijada que también se graduaba me corrigió en su calidad de investigador. El Licenciado  Paulino me advertía que aquella melodía no era un fragmento de la Marsellesa sino  una composición de Félix Mendelssohn.

En una reunión posterior a la graduación, con la presencia de dos distinguidos profesores de la graduada conversábamos sobre la historia reciente de la  Pontificia Universidad de Santo Domingo  y los cambios efectuados en ella a través de los tiempos.

Hablamos entonces de  uno de los  eminentes egresados de la academia. El doctor Heriberto Pieter, hijo de padres de origen africano y quien  se graduó de Medico en la primera década del siglo pasado.

Uno de los profesores presentes comentaba sobre  la graduación del Doctor Pieter, que  bien pudo ser durante la dirección de Monseñor Meriño, que fue rector en el entonces Instituto Profesional que fue una de las formas       que adquirió la centenaria academia.

Después encontré  la lista cronológica  de rectores de la Universidad de Santo Domingo y pude ver que en  el periodo en que se graduó  el Doctor Pieter,  la rectoría correspondió al Dr. Ramón Báez,   hijo de Buenaventura Báez y ex presidente de la Republica.