En nuestras vidas se presentan personas que nos marcan y nos dejan parte de sí que ayudan a formarnos. Esto se presenta desde muy temprano, hasta el final de nuestros días. Pero, son aquellas personas que en la infancia de cada uno de nosotros influyen de manera directa a la formación y desarrollo como ser humano. Son los responsables de nuestros éxitos y que casi nunca recordamos.

Todo el que me conoce me ha escuchado decir que soy el más privilegiado del mundo, lo digo a boca llena. Tengo la mejor madre del mundo, aunque digan que todas son buenas con sus hijos, ésta es única y rompió todos los parámetros y records que existen, mi mami es mi todo. Un hermano que a pesar que hemos tenido épocas separados por miles de kilómetros por motivo de estudios, primero yo en los Estados Unidos, luego él en España, siempre ha estado pendiente de mí y cerca. Una abuela que todavía a sus noventa y tantos años, al llegar yo a su casa deja su cama para que me acueste y pasarme la mano por la espalda. Mi papá que nos adora a mis hermanos y a mí, a su manera. Mis tías, primos y amigos más cercanos. Por todo eso, soy el más privilegiado.

Pero hoy quiero dar las gracias a las personas que estuvieron en mi infancia y adolescencia y que acompañaron a mi mamá en la formación de sus dos hijos. Personas que, tanto a mí como a mi hermano, nos sirvieron y nos sirven aún de ejemplo e inspiración para seguir adelante. Ellos, que no se limitaron a ser sólo nuestros maestros de karate, baloncesto y de música. A muchos de éstos tengo años que no los veo y en algunos casos sólo recuerdo el apodo. Ellos son:

El sensei Ramón Presinal. Los entrenadores de baloncesto José Castellanos, Renso, Cuchy y Rodolfo Prats. A Doña Zunilda Pierret de Morel, Dante Cucurullo. Y a mi vecino Daniel Rosa.

Quiero agregar a esta lista el nombre de dos personas que llegaron hace apenas unos años a mi vida y han sido un soporte y guía para mí, la maestra doña Ivelisse Díaz Sosa y don Carlos Manuel Rosario Guzmán.

A todos ellos muchas gracias por todo.