Gonzalo Castillo es una marioneta. Gonzalo Castillo no es un candidato de verdad, aunque ande por ahí, abrazando viejos, besando carajitos y prometiendo sillas y nominillas. Todo eso es embuste: Gonzalo miente como Pinocho. Gonzalo Castillo no debería pasar de ser un lego,  blanco de memes jocosos y certeros. Sin embargo, hay que tomarlo en serio, pero no como individuo sino como síntoma: solo en las dictaduras florecen los presidentes títeres.

La dictadura de Trujillo fue pródiga en presidentes títeres: Jacinto Peynado, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, Negro Trujillo y Joaquín Balaguer. Estos le sirvieron al tirano para darle a su dictadura visos de democracia. De igual manera, Gonzalo Castillo serviría, no al interés general, sino al de Danilo Medina: sería su pantalla, seguiría sus mandatos, le mantendría la silla caliente y, sobre todo, no aspiraría a ella en el futuro.

Hasta ahí llegan las similitudes. Porque muchos de los títeres cuyos hilos manejó Trujillo fueron, aparte de su adhesión a su régimen, dechados de rectitud y de rigor intelectual. Gonzalo Castillo, en cambio, hace gala de un razonamiento flojo, impropio para dirigir los destinos de la Nación, que, además de burlas, debe también provocar preocupación. Por otro lado, a las denuncias serias sobre el manejo oscuro que se le ha dado a los fondos destinados al ministerio que ha dirigido, no han provocado más que excusas de su parte, como aquella de sugerir que la Comisión de Ética, en lugar de la Procuraduría, las investigue. Estas excusas podrían ser muestra de cinismo o, peor aún, de desconocimiento del funcionamiento del Estado.

El que un gobierno encabezado por Gonzalo Castillo no sería más que un apéndice del de Danilo Medina es, para muchos, una verdad que no necesita demostración. Abundan, sin embargo, muchos dominicanos que se tragan todas las mentiras de los políticos, y que pueden pensar que Gonzalo encabezaría un gobierno original, independiente del de su mentor. Es por eso por lo que este artículo es necesario.

Bastará una muestra de que Gonzalo sería más de lo mismo. Durante su febril actividad en los cuatros rincones del país, Gonzalo Castillo no se ha referido, ni una sola vez, al combate contra corrupción que corroe las entrañas del gobierno. Y es que Gonzalo es el delfín de un tiburón podrido.

Afortunadamente, las encuestas parecen indicar que sus posibilidades de alcanzar el poder son pocas. Sin embargo, no hay que olvidar que la elocuencia de millones y millones de pesos del erario dilapidados en compras de cédulas, en neveras y en planchas de zinc, en salchichones y cajitas, puede convencer a más de un ignorante y hasta alterar el resultado de las elecciones.

No nos dejemos engañar, pues, por el discurso de Gonzalo Castillo. Gonzalo Castillo no es más que un monigote, que un pelele, que un fantoche. Gonzalo Castillo, más que un muñeco de palo, es un muñeco de papel.

Y si nos dejamos engatusar y le damos el poder, no podremos reparar nuestro error ni con toneladas de papel, no diré de qué tipo.