Tengo un vecino a quien no importa mucho el final de la serie de beisbol local, sin embargo se mantiene atento a los últimos juegos, pues su gran preocupación es asegurarse que no gane el Licey.
No se trata de que mi vecino sea escogidista o aguilucho, eternos rivales del “glorioso”, su interés radica en que dada su vecindad con la avenida Abraham Lincolm, le preocupa que un triunfo del popular equipo capitaleño suele generar una bulliciosa celebración en esta avenida que no lo deja dormir en paz por lo menos por dos noches.
Al padecer la gresiva campaña publicitaria del precandidato peledeista, durante un mes y dias, a muchos dominicanos nos angustia la posibilidad de que este señor pueda resultar ganancioso en las primarias de su partido y que tengamos que soportarlo por el resto del período de campaña electoral con esta intensidád que abruma y perturba casi hasta la repugnancia.
Basta con acceder a las páginas de algunos diarios digitales para encontrar la cara del Sr Castillo hasta en diez imágenes distintas. En los noticieros, en los programas de comentarios radiales etc.
Algunos entendidos en mercadeo político justificaban inicialmente esta inusual campaña en la necesidad que tenia el precandidato de lograr que su rostro fuera conocido por la mayoria de los votantes, dada su condición de novicio como político y mas aúncomo candidato, no obstante se ha llegado a considerar que la sobresaturación a la cual han sido sometidos los electores ha podido generar una reacción negativa, cotraria a lo deseado.
Por mi parte, a pesar de mi condición de estrellista, no me preocupa tanto el triunfo del Licey, pues “dos dias se pasan como quiera” pero admito que lo del precandidato peledeista me preocupa sobremanera.