Si resultare que Gonzalo Castillo termina siendo el candidato del PLD, la tendría muy difícil.   Andaría con un fardo muy pesado cuesta arriba.

Sin gracia política, con un partido erosionado por la mitad, aunque no se produzca una división formal; e impugnado por toda la oposición con toda su diversidad,  le quedaría como su principal y casi única fortaleza los recursos del Estado y los que personalmente habría acumulado.

Pero estos recursos, aunque muchos e importantes, tienen el límite señalado en un merengue típico cantado por Tatico Henríquez que dice "lo demasiado hasta Dios lo ve".

El derroche de dinero y de otra índole en la campaña electoral podría llegar a lesionar la dignidad de la gran mayoría, especialmente de los votantes de clase media y revertirse en su contra. Indicios de lo que esto podría ser, comenzó a verse en las primarias del pasado 6 de octubre. Fue escandalosa la compra y venta de conciencias, y el repudio a esa práctica se hizo sentir por medios diversos. Porque está instalada  la creencia justificada de que todo ese dinero proviene de los impuestos del pueblo y de lo que deja de percibir en servicio del Estado.

La clase media es muy sensible a ese tipo de práctica, y, de hecho, es creciente la desafección de ese sector respecto al PLD, desde que Marcha Verde comenzó a protestar los escándalos de Odebrecht y la impunidad.

Y sin ese derroche de recursos la candidatura de Gonzalo no tendría soporte.

Él sería un candidato en alguna medida impuesto por encima de otros políticos de carrera, no sólo sobre Leonel Fernández.   Aunque la propaganda dice que lleva 40 años de militancia en el PLD, y se dice que es un gerente excelente, lo cual no dudo, Gonzalo Castillo no es un político entrenado para la primera línea. Entrenamiento que si tienen otros destacados militantes de ese partido.

El buen ministro, designado, que ha podido ser, no es necesariamente un buen candidato.  La inteligencia, que seguro tiene, no es necesariamente la apropiada para el papel que en esta ocasión le asigna el presidente Danilo Medina. Candidato asignado.  No tiene la soltura de un político de carrera para esquivar o responder las andanadas de ataques que sus oponentes le lanzarán desde diversos flancos y a cada rato.

Carece de la propiedad para abordar la diversidad de asuntos de Estado que tiene que exponer día a día. 

Ante la evidente escasez de discurso y del abordaje de la amplia temática de los asuntos nacionales y específicos de las circunstancias que aparecen en una campaña electoral, sus estrategas tendrían que apelar a la "campaña muda", en la que los anuncios y notas de prensa, apoyadas con imágenes del candidato, tendrían que decir lo que se supone debiera decir en vivo en cada ocasión.

Hay casos en el extranjero de candidatos sin entrenamiento y sin gracia política que han ganado elecciones.  Se ha visto por ejemplo en Guatemala donde un comediante pudo ganar la presidencia de la república; en Francia y Eslovenia, donde una gran masa de votantes está atenta a las propuestas programáticas y vota por estas, candidatos sin experiencia política lograron lo mismo.   Pero en nuestro país, el de la "pelótica", donde el candidato y el partido son determinantes, esos fenómenos son difíciles. Aquí los candidatos no pueden estar leyendo todo lo que dicen, y tienen que dar salidas rápidas e ingeniosas a las cuestiones que surgen de repente.

Si será el candidato, Gonzalo Castillo no llevará la vida fácil en los meses que siguen hasta mayo del 2020.  Su candidatura será un fardo cuesta arriba.