¿Estamos locos? ¿O es que nos hacemos los charlatanes para no darnos cuenta que vamos por mal camino? Primero fue el ex presidente Hipólito Mejía que, contra vientos y mareas, modificó la Constitución para tratar de reelegirse. Esa reforma instituyó en la Carta Magna un sistema idéntico al de Estados Unidos: Un Presidente puede optar por un segundo período consecutivo y luego “nunca jamás”, pierda o gane las elecciones, podrá volver a aspirar.
En el 2010, en lo que se denominó el “pacto de las corbatas azules, volvió a ser modificada la Constitución. Se eliminó el “nunca jamás”. En un convenido entre Miguel Vargas, presidente del Partido Revolucionario Dominicano y el entonces Presidente de la República, Leonel Fernández, los legisladores perrredeístas apoyaron la reforma. Se quitó de la Constitución el sistema que era idéntico al norteamericano. Volvimos al que está ahora: Un período, descansa cuatro años y luego puede volver a optar.
Ahora, por tercera vez, y siempre por apetencia de grupos que quieren seguir subidos en el palo, andan los aprestos para reformar la Constitución, para permitir que Danilo Medina se reelija.
Analizando el comportamiento de esta generación de políticos, podría decirse que sólo materialmente se fueron Trujillo y Balaguer y sus furibundos seguidores, porque espiritualmente siguen rigiendo los destinos del país.
Se repiten los mismos comportamientos del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina y de Joaquín Balaguer. Siempre había un pretexto para perpetrarse en el poder y la Constitución, decía Balaguer, era “un simple pedazo de papel”. “Y seguiré a caballo”, dijo Trujillo a un grupo de seguidores cuando, en un acto de teatralidad, fueron a San Cristóbal a pedirle que aceptara volver al poder, pero “por el bien de la Nación”.
Balaguer solía decir: “Es el pueblo que pide mi reelección y yo me sacrifico por mi país”. Sus seguidores decían: “Balaguer, sin ti se hunde este país”.
Idéntico a trujillistas y balagueristas, vi en el programa de televisión “Los Poderes” (en el canal 19) que produce el publicista Pablo Ross al empresario y ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo, diciendo que Medina “es el mejor presidente en la historia del país” y que por esto es necesario reformar la Constitución para que se pueda reelegir. Este ministro, amigo cercano al Presidente, dijo textualmente: “Danilo Medina se puede sacrificar y dedicarle al país cuatro años más”.
Castillo pide al pueblo que se empodere e impulse una reforma constitucional porque muchos proyectos quedarán truncos, como las visitas sorpresas, problemas energéticos e inseguridad. Miren que coincidencia, trujillistas-balagueristas siempre alegaban que cuatro años es muy poco para una obra de gobierno.
Bueno, parece que al empresario Castillo le está gustando “el carguito” de jefe de Obras Públicas. Creo firmemente que el que se quiere “sacrificar” con cuatro años más en el cargo es él (y los demás patrocinadores de la reelección) y no Danilo Medina, quien no ha dado el menor indicio de querer embarcarse en la aventura de una nueva reforma constitucional, pese a que es uno de los presidentes latinoamericanos mejor valorado. Así lo demuestran las encuestas.
Los beneficios
La Constitución es lo más sagrado que tiene un país, es su estatuto jurídico, es lo que nos organiza en un Estado, una vez que se declara la independencia de un territorio determinado. Siempre me gusta citar a los Estados Unidos, que tiene la Constitución más vieja, pero la que menos se ha modificado.
Y las pocas veces que se modifica es para beneficiar a los ciudadanos, conforme la sociedad se desarrolla.Los Estados Unidos nacieron como una federación de13 colonias y ya tiene 50 estados. Para citar algunos casos, se hicieron las siguientes enmiendas: La número XV de 1870 fue para permitir que los antiguos negros esclavos pudiesen votar; la XIX de 1920 para facilitar el derecho de sufragio a las mujeres. Originalmente, los esclavos y las mujeres no votaban.
La enmienda XXVI de 1971 redujo la edad para votar, de los 21 a los 18 años; la XXII de 1951 limitó el período constitucional a dos mandatos consecutivos y ningún gobernante, por alta que tenga la popularidad, se le ha ocurrido modificar la Constitución para buscar un nuevo mandato.