"Hay tanta persecución, tanta acusación que aparece todo el día, que me entran ganas de ser presidente". – Luiz Inácio Lula da Silva
Si la delación de Odebrecht es la del fin del mundo, la de JBS (Joesley Batista et al) es el golpe de gracia fulminante. Según dicen, son unas dos mil tupidas páginas de testimonios de sobornos, tráfico de influencia, blanqueo de capitales y otras truculencias. Es un exhaustivo compendio de la criminalidad de cuello blanco, incluyendo al menos un tumbe de un millón de reales perpetrado por nada más y nada menos que el actual presidente de Brasil (quien, como era de esperarse, niega rotundamente todas las “falsedades” relatadas por el zar de los mataderos para salvar su propio pellejo). Según Temer la delación de Joesley Batista es el “crimen perfecto”.
Si Odebrecht funcionaba como reloj suizo, con la sofisticación tecnológica y organizacional característica de una calificada empresa de ingeniería (con el “Departamento de Operaciones Estructuradas” como epitome), los negocios sucios de JBS se hacían con el desparpajo de una carnicería con unos 270,000 empleados a nivel global. La más grande productora y comercializadora cárnica del mundo, modelo del milagro brasileño, compraba voluntades de políticos y partidos como ganado en pie, y hoy su cabeza los sacrifica sin piedad para garantizar su propia existencia.
El saldo de la confesada acción criminosa de JBS en tres lustros es “haber sobornado a más de 1800 políticos de 28 partidos, haber logrado la elección de unos 180 diputados y entregado al menos 150 millones de dólares a las campañas de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.” JBS incluso pagó “propina” o “alpiste” de cinco millones de reales (aproximadamente USD 1.5 millones) a Eduardo Cunha, estando el ex presidente de la Cámara de Diputados preso en Curitiba como reo de una operación de Lava Jato. Batista no escatimó esfuerzos por evitar la destitución de Dilma, negociando el voto de algunos legisladores, aunque evidentemente insuficientes. Finalmente, ante el inminente embate de la justicia, Joesley Batista precipita la caída del sucesor. Fue tan osado que penetró a sangre fría en la residencia oficial de Jaburu en Brasilia con un dispositivo especial para grabar al presidente Temer asintiendo a escandalosas fechorías que constituyen obstrucción de la justicia, entre otros graves delitos. Todo en connivencia (“acción controlada”, según la ley brasileña) con el ministerio público (lo de la grabación de Temer) para evitar la cárcel y el derrumbe de su emporio global. Sin estudios universitarios, en base a puro arrojo y duplicidad y al son de “Brasil cambió, y nosotros cambiamos con él”, Batista ha evitado (hasta el momento) la cárcel y el grillete electrónico, entregando sin contemplación alguna las cabezas de sus antiguos cómplices para mantenerse a flote.
Como resultado del golpe fulminante de la delación de JBS, prácticamente todo Brasil reclama la renuncia del presidente al coro de “FORA TEMER”. Pero la delación de JBS también ha sepultado la ya maltrecha reputación de los principales líderes de los partidos- aliados del gobierno y opositores por igual- incluyendo a Lula, Dilma, Aecio Neves, Eduardo Cunha, Jose Serra, Sergio Cabral, y varios ministros del gobierno de Temer, entre muchas otras personalidades. Y además ahora ha complicado la situación de todos ellos ante los tribunales, a pesar de la presunción de inocencia que sigue beneficiando a todo imputado hasta ser condenado por un tribunal.
Lula es el más afectado de todos los golpeados por los testimonios de los directivos de JBS, pues la devastadora delación en definitiva aniquila la estrategia de su defensa. Lula pregona que su persecución es políticamente motivada con el fin de destruir al líder y temible candidato del Partido de los Trabajadores a la presidencia en las elecciones de 2018, e incluso ha contratado profesionales extranjeros para exponer su único argumento en foros internacionales. Aunque ya era evidente que la acción de la justicia brasileña era contra los corruptos de todo el espectro político e incluso empresarios y ejecutivos de empresas, el golpe contra Temer y los aliados del actual presidente refuerza la contundencia de la acción de la justicia contra la corrupción y los corruptos, sin importar afiliación política ni jerarquía. Lula no es especial, por más que insista en proclamar que es perseguido por ser Lula. Es un corrupto más, quizás el peje más gordo y el artífice del mayor esquema de corrupción expuesto en la historia, no un perseguido político. La delación de JBS es el golpe de gracia contra la estrategia de la defensa de Lula, que es política, no jurídica.
Pero Lula es un luchador aguerrido e incansable, y batalla con renovados bríos por convertir el golpe de gracia a sus alegatos de persecución política en un golpe de suerte para su futuro político. Pues Lula avizora una brecha en la posibilidad de que la renuncia o destitución de Temer provoque elecciones directas inmediatas, sin él tener que esperar los comicios programados para 2018. La meta es provocar elecciones directas a la mayor brevedad posible. En este caso, Lula tendría la oportunidad de candidatearse antes de ser condenado en segunda instancia (que descalificaría al reo para ser candidato según las leyes electorales), y quizás hasta engañar al electorado para salvarse de la condena en los tribunales hasta por lo menos 2023. Lula quiere ser juzgado y absuelto por los votantes, no condenado por los tribunales. En definitiva, un posible golpe de suerte como el de unas elecciones anticipadas es la única brecha que le queda a Lula para escapar a la condena de la justicia, que no de la historia.
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