La responsabilidad de invertir los fondos para el retiro de los trabajadores recae en las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP). Del salario mensual del trabajador se descuenta un porcentaje que se deposita en su cuenta individual, en la AFP de su elección. En esa cuenta también ingresa el aporte del empleador. Las AFP invierten los fondos en instrumentos financieros que son autorizados por una comisión con poca tolerancia hacia aquellos marcados como de alto riesgo.
Si se considera que los salarios tienen poco poder adquisitivo, los razonables descuentos y aportes del trabajador y empleador sumados a una rentabilidad que tendrá poca contribución de riesgos especulativos, no van a garantizar un retiro dorado. Si se perciben así los salarios actuales, ese baño de oro tampoco se logra sustituyendo la administración privada de los fondos por una gubernamental.
Todo el que tiene hoy una cuenta de capitalización individual puede chequear la evolución de sus aportes y la rentabilidad que ha logrado la gerencia privada de su AFP. También puede comparar los resultados de su AFP con la de otras y decidir si se queda o cambia. En el esquema de mantener la capitalización individual, ¿puede una entidad estatal monopólica superar los niveles de rentabilidad que ha logrado el sector privado en la administración de los fondos de pensiones? Algunos piensan que sí, que es posible, porque se haría una gestión sin afán de lucro, es decir, cero comisiones por el manejo de los fondos, y a un costo administrativo menor. Interesante sería conocer la opinión de cada uno de los afiliados en un plebiscito previsional.
Pero en ambos escenarios de administración de los fondos individuales, si se parte de una base salarial no da para comer el resultado sería mas o menos el mismo: la pensión tampoco alcanzará. De manera que hay que eliminar el sistema. Un golpe de estado previsional.
Hay que volver al glorioso y solidario reparto, con una estrategia donde el Gobierno aumente de golpe y porrazo los salarios al nivel que pueda alcanzar la canasta familiar y le quite nombre y apellido a las cuentas de las AFP para formar un fondo común. Pedro ya no se va a retirar contando sólo con sus propios aportes. Tendrá la solidaridad forzada que proviene de los fondos que acumularon Juan, María y el resto de los exafiliados a las AFP. Lo que falta para garantizar que se disfruten los nietos y se goce un Bingo, se consiguen con un aumento directo de impuestos a los ricos. De no ser suficiente, con otros indirectos sobre el consumo de bienes no sean de primera necesidad. Necedad “revolucionaria” hoy veo promoviendo a diputado nuevo.