Para cuando la bancada del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), liderado por Juan Bosch, presentó a la Asamblea Revisora el proyecto constitucional de 1963, la Declaración Universal de Derechos Humanos tenía recién quince años de edad; aún no existía la carta de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; y la democracia dominicana se batía entre sombras como un ideal sin memoria. La Educación universal, gratuita y de calidad habitaba (como hoy) el mundo de las utopías en los países periféricos y dependientes. Durante el trujillato, se desmontó la escuela hostosiana y se erigió una escuela dócil, sectaria y excluyente.

En ese contexto, entre los días 14 y 15 de marzo de 1963, tan sólo dos semanas después de ser inaugurado el gobierno democrático, la Asamblea discutía los artículos 19 al 22 sobre Educación. Parece insólito que en aquel momento la República Dominicana adoptara en su carta magna, según consignarían los artículos 35 al 40, que:

– Todos los dominicanos tienen derecho a la Educación, y es obligación del Estado garantizarla, proporcionando gratuitamente la educación primaria y secundaria a todos los habitantes del país. La educación se fundamenta en la ciencia.

– La erradicación del analfabetismo es interés social.

– El magisterio se erige como función pública, libre de presiones económicas, sociales o políticas.

– El Estado se compromete a fomentar el auge de la enseñanza universitaria, profesional, vocacional y técnica para los obreros y campesinos.

Junto a estas innovaciones constitucionales, el gobierno de 1963 impulsó varias políticas públicas: formulación del plan de alfabetización a escala nacional, construcción de escuelas, creación de las escuelas vocacionales, aumento del salario a profesores, el plan de capacitación para obreros y el plan de educación de bachilleres y profesionales en ramas industriales, entre otras.

Quien pueda revisar las actas de la Asamblea, verá que aquel debate condensó todos los conflictos ideológicos de la coyuntura golpista: mientras los diputados del partido proponente insistían en el fortalecimiento del rol público de la Educación, la oposición radical acusaba la propuesta por su sello "absolutista". Mientras la bancada del partido de Bosch recalcaba las facultades y obligaciones que debía tener el Estado en una sociedad con horripilantes indicadores educativos y desigualdades, los contrincantes blandían la "amenaza a la libertad de enseñanza". Tras aparentes confrontaciones de forma, el verdadero conflicto nacía de dos visiones diametralmente opuestas sobre el sentido de la democracia.

La campaña del terror, utilizada en los debates de la Asamblea, se fue magnificando cada día en las Reafirmaciones Cristianas, las huelgas y los llamados en la prensa, facilitando la desestabilización. Con el golpe de Estado, fueron barridos no sólo el gobierno legítimo sino también el Congreso y aquella Constitución de 1963. Once años más tarde, en 1974, se calcula que en Cuba el Estado invertía tan sólo en Educación casi el doble que todo el presupuesto público dominicano bajo el mando de Joaquín Balaguer.

La Constitución de 1963 se autodefinía como "revolucionaria". Cuatro años antes, en las conferencias que ofreció en Caracas y luego compiló en el conocido libro "Trujillo: causas de una tiranía sin ejemplo", Juan Bosch afirmó: "La caída de Trujillo no es la revolución; más aún, podría no tener nada que ver con la revolución. La revolución consistirá en la aplicación de una serie de medidas, que antes de convertirse en medidas son –o deber ser- un cuerpo de ideas; y esas medidas tienen que dirigirse a la eliminación de las causas que han producido y sostenido el régimen trujillista" y "responder a viejas deformaciones del alma nacional".

¿Qué tipo de sociedad debían impulsar esas medidas? Bosch lo bosqueja en varias oportunidades, como en su llegada al país el 20 de octubre de 1961: "Este país es de todos los dominicanos, no de un grupo de dominicanos". Y en 1963, cuando señaló que la "revolución quiere decir justicia social, cultura para todos, salud para el pueblo, presencia de la masa dominicana en el escenario de la República como actora del drama colectivo y no como espectadora que lo ve a distancia".

Los Estados tienen su "memoria genética". En la República Dominicana el golpe de Estado, la invasión de 1965 y el balaguerato, entre otros procesos, lograron implantar una reducción del proyecto democrático y el confinamiento de la voluntad popular a áreas no sustantivas de la toma de decisiones. Cuando los actores sociales evalúen estos hechos, deberán, para su mayor utilidad, mantener siempre la vista en qué modelo de sociedad permitieron o dificultaron construir, y qué sectores establecieron en el poder. Esas son las razones sustantivas. En la perspectiva de Bosch, la Educación pública era un pilar fundamental para construir ese "país de todos los dominicanos" en el cual la masa toma su lugar "en el escenario" por medio de las políticas de Estado. El déficit educativo de hoy es el déficit de la democracia, que para Bosch quedaba vacía sin "libertad" y sin "justicia social".