En el rebrote covidiano, los «Sang Ben» hemos hecho de Zoom el medio de reunirnos hasta veinte miembros para parlotear sobre los temas que se les ocurra “al aburrimiento colectivo”, principalmente de los sobrinos repartidos por los “países”.

En la última sesión, nos enfrascamos a comentar sobre la promesa de un “gobierno paritario” (aquel en que hay igual número de ministros de ambos géneros: hombres y mujeres) y la eliminación de organismos superfluos, desfasados y superabundantes y arribamos a un dilema: ¿Para qué sirve un Ministerio de la Mujer? ¿Debería refundirse junto al de la Juventud y a la miríada de planes sociales para los envejecientes y los minusválidos en un Ministerio de la Familia?

El argumento en pro de la reunificación: es un desperdicio de recursos, pero en el fondo se encuentra la “mosca” del ideologismo conservador que quiere rescatar a la familia como núcleo de la sociedad. Por otra parte, para oponerse usan el argumento de “oficializar” el patriarcalismo en las estructuras políticas del Estado sin atacar la base que conforma el acondicionamiento “cultural” del rol sumiso,  subalterno y de ciudadanía de segunda categoría que tienen en los hechos y el derecho las “Hijas de Eva, la costilla de Adán”.

Si en la base del proceso de paridad en el ejercicio del poder debe partir de las “maquinarias partidarias”, el activismo se ve cargado por la militancia femenina y juvenil; el obstáculo retardatario han sido las cúpulas paritarias que han amañado las listas irrespetando las leyes de candidatos intercalados por género. El solo hecho de eliminar el arrastre en los niveles congresionales, ha probado la salida de algunos dinosaurios del Congreso Nacional.

¿Por qué los países Bálticos –Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia– están en la cúspide de las sociedades más paritarias del mundo? Porque son unas «sociedades paritarias» por su cultura y estilo de vida y tanto, conservadores como social-demócratas aceptan esta paridad. ¿Cómo llegaron a ser «sociedades paritarias», en primer lugar? Por el poder acumulado en la cultura del concepto de ciudadanía, ya que luego de 70 años de gobiernos social-demócratas, los líderes conservadores representando al Estado en actos tan “avant-garde” como el “Gay Parade” en Estocolmo. En el otro extremo del mundo, la sociedad paritaria de Nueva Zelandia, dónde la Jefa del Gobierno y la Jefa de la Oposición son mujeres, como para impresionar.

Mencioné una alternativa a la estatización extrema que significa la centralización/descentralización de los servicios sociales, como en el ejemplo belga, donde existe un Ministerio de Bienestar Social, que sirve para recolectar los impuestos de la seguridad social para financiarla y que son administradas por las Mutualidades religiosas –católica y protestante– que echan raíces en el Medioevo. Para los ateos y agnósticos, se forma la Mutual Socialista. Así se despolitiza el tema en un país con dos administraciones, dos idiomas, es decir “doble” de todo. Hasta la venerable Universidad de Lovaina tiene dos campus: uno francófono y otro neerlandés.

Para cerrar, confieso que el tema es político y comenzó con Simone De Beauvoir con su libro “El Segundo Sexo”, pero mucho ha llovido para llegar a la militancia de hoy en día. Mi modesto aporte, fue presentar la propuesta de un Seminario en la PUCMM sobre “Economía Feminista”. Nuestro nivel de conciencia académica no consideró esta posibilidad. ¿Habrá sido por prematura?

Eso me lleva a concluir con un refrán mexicano que rememoró Oscar Martínez, actor argentino de primerísima línea, en el programa «Dialogo con Marcelo Longobardi» en CNN: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntales tus planes”. Nada está escrito en el futuro de la humanidad. Porque, ¿cómo exigimos que haya un “gobierno paritario antes de una sociedad paritaria”? ¡Oh!, ¿es al revés?

En resumen, mi posición es señalar la falta de estrategia por parte de los y las militantes feministas. Mientras insisten en la confrontación, serán obviadas en las posiciones de poder, porque si son mayoría de la militancia partidaria, debería hacer presión para imponer esa mayoría dentro de los partidos, porque éstos son la fuente principal de la supresión y discriminación de las mujeres, cuando son utilizadas solo para llenar las cuotas y no descollar como lideresas en las tareas partidarias, para dar el salto del mensaje a la sociedad y sensibilizarla para que se adopten como normas conductuales en la cultura cotidiana. ¡Mujeres, uníos contra la manipulación machista! El éxito sería cuando las lideresas sean tanto de derecha (la Thatcher) como de izquierda (la Kollontai). ¡Falta mucho por hacer!