En la antesala del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, vale preguntarnos, qué tan lejos estamos las trabajadoras y demás oprimidas dominicanas de aquellas que hace milenios, la atrasada sociedad feudal, esclavista y capitalista naciente les reservaba la maternidad obligatoria y el trabajo doméstico como únicas  formas de realización personal.

El trabajo doméstico es agotador por muchos factores que se conjugan: el tiempo dedicado, casi siempre inicia las 5:00 de la mañana y termina en la medianoche; por repetitivo y  rutinario es embrutecedor (apenas terminamos de lavar el baño o los platos y bastaría un solo uso para que se esfume el trabajo realizado); las condiciones de realización: de pié, con agentes contaminantes como detergentes y grasas; las temperaturas -calor, humedad o frío-; con problemas de abastecimiento de agua y energía eléctrica; calidad de la vivienda, etc.

Durante toda nuestra vida las mujeres terminamos cosificadas, sustituyendo las máquinas de lavar ropa, platos, pisos y ventanas. Es una labor que nos enferma física y emocionalmente. Y  lo peor,  lo hacemos gratis y para los fines práctico, el Estado y la sociedad  en general no lo consideran trabajo, salvo honrosas excepciones.

!Exijamos al gobierno, que pague por el trabajo doméstico!

Así lo ordena la Constitución de la República Dominicana en la Sección II. De los Derechos Económicos y Sociales, en su artículo 55, acápite 11, que establece:

El Estado reconoce el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social, por lo que se incorporará en la formulación y ejecución de las políticas públicas y sociales. 

¿Cuántos millones aporta el trabajo doméstico a la economía nacional? Si partimos de un principio en psicometría que establece que todo lo que existe puede ser medido  ¿cuánto vale la estabilidad emocional de cada integrante de la familia y de la sociedad en general, por el trabajo gratuito que realizamos las mujeres en  el seno del hogar?  ¿Qué recibimos a cambio?

Si por ejemplo, las trabajadoras y trabajadores del poderoso Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), tuvieran que pagar lavandería, limpieza de la casa donde viven, encontrar almuerzo y cena servida, por el cuidado de las hijos y los hijos, ¿a cuánto ascendería su salario mensual?

El trabajo no pagado que realizamos las mujeres en el hogar es una compensación  a la política de salarios de miseria impuesta por el gobierno y la patronal. Nuestro trabajo gratuito es una de sus tablas de salvación; una  válvula de escape a la presión que generaría la permanente lucha y movilización popular por justos salarios que permitan a “sus” esclavos llegar a cada turno laboral con ropa limpia y energía repuesta.

Entonces, ¿cuál es el valor del trabajo doméstico; cómo se calcula su valor; cómo nos pagarían? Estas y muchas interrogantes más, son parte del debate.

Nos sobran razones para exigir respeto a nuestros derechos. Que el PLD/gobierno cumpla su propia legalidad y pague un salario, seguro médico, vacaciones, pensión y jubilación dignas, por el trabajo gratis que hacemos en el hogar liberando al Estado y la patronal de su responsabilidad social.

Somos las más sacrificadas para garantizar la estabilidad familiar, laboral y social; las que casi siempre renunciamos o retardamos nuestro desarrollo personal para que el resto de la familia intente estudiar; hacer ciencia, conseguir trabajo digno, divertirse, ejercer el poder politico, viajar y tener  plenitud.

Capitalismo es capitalismo! Somos las esclavas de la era digital.

Cerrar la profunda brecha social hombre/mujer, pasa por  un movimiento de masas politico  social, organizado y participativo que demandar cumplimiento al citado articulo y vaya por más.

¿Por qué el tema no se debate? Es oportuno recordarlo en la antesala del 8 de marzo Día Internacional de la Mujer Trabajadora, cuando seguro habrá muchas arengas y piropos. Pero no se trata de flores y chocolaticos, sino de respeto a los Derechos Humanos de las trabajadoras.