La Gobernanza a que aspiramos no es la que es posible, sino la necesaria; la que conjuga la armonía de los distintos actores estratégicos en una sociedad democrática y construye en la vida cotidiana el esfuerzo del bienestar social, a través de la justicia y la equidad social.
La Gobernanza que requerimos trasciende la estabilidad política; la estabilidad electoral; la libertad de expresión y el conjunto de los órganos formales del Estado. Todo ello es necesario; empero, no suficiente. Más allá de lo formal, se precisa de contenido, de sustancialización de esa democracia.
La sustancia de la democracia, vía la gobernabilidad, cobra cuerpo en la medida que satisface las demandas sociales, a través de la capacidad de respuestas de la elite gobernante. La gobernabilidad emerge, entonces, como un equilibrio dinámico en el que los actores estratégicos, en una visión de país, logran articular planes que desarrollen la inclusión social, la cohesión social y en consecuencia el desarrollo humano.
En una efectiva Gobernanza, el poder de los grupos de presión disminuye; el poder informal de estos no impera sobre el poder formal y por lo tanto, las agendas ocultas de ellos no se imponen de manera permanente sobre el resto de la sociedad, favoreciendo a un determinado sector en detrimento del conjunto de la comunidad.
La gente que nos habla de la GOBERNANZA POSIBLE, es la que defiende el status quo vigente; la que se aprovecha de la falta de institucionalidad real; la que en su simbología del poder social, económico y político, niega con sus acciones, decisiones e indiferencia la terrible desigualdad que nos acogota como sociedad; la que no tiene ni un ápice de sensibilidad al ver el infierno que significa acudir a un hospital público en República Dominicana y donde el índice de mortalidad infantil es de los más altos, 31/1000 (por cada 1000 nacidos, mueren 31); un porcentaje muy alto de los decesos, defunciones que pudieran evitarse ya que son producto de la falta de eficiencia, de calidad y de higiene.
La Gobernanza para Nicolás Berggruen y Nathan Gardels “versa sobre la forma en que se han de alinear los hábitos culturales, las instituciones políticas y el sistema económico de una sociedad para darle a su pueblo la buena vida que desea. La buena Gobernanza se da cuando estas estructuras se combinan para establecer un equilibrio que genera resultados eficaces y sostenibles en interés común de todos”.
La Gobernanza de hoy atraviesa por el empoderamiento, por la participación y el necesario involucramiento y compromiso de los ciudadanos. Es asumir que esta nación, este país, esta patria es de todos y que en consecuencia debemos contraer a plenitud nuestra ciudadanía sin importar jerarquía ni estamento social. De contribuir a coadyuvar con decisiones más creíbles, más prioritarias en función del contexto y de la realidad de cada situación. Es vernos en una ciudadanía integrada en verdaderos vínculos sistémicos, aunando esfuerzos en pos de un objetivo común respetando la diversidad y el inevitable disenso.
La comprensión de la Gobernanza nos ayuda a un mejor comportamiento, a desterrar la doble moral, el cinismo y la actitud displicente de estar bien con todo el mundo, en una madeja de hipocresía social que nos abate y nos lacera. Asumir la Gobernanza en su concepto más moderno es ponderar en su justa dimensión la verdad, la justicia y la libertad, como principios.
La Gobernanza que queremos nos lleva a despreciar en todo lo que vale lo dicho por el Expresidente de la Suprema Corte de Justicia, en lo relativo a señalar que el caso de la Sun Land fue una “decisión política y que constituye un crespón negro en la toga de los jueces de esa Suprema”. No dice lo que establece la ley de cómo le hizo daño a los tres jueces que no ratificaron por responsabilizarse, en una actitud propia de un juez sujeto a la ley, a la decencia, a la profesionalidad.
En una sociedad con una mejor Gobernanza, esa actitud hubiese generado un ostracismo social, pero aquí lo que se produce permanentemente es una especie de alzhéimer social, calamidad que nos hace olvidar y esconder la esencia de lo que verdaderamente importa.
Esa falta de Gobernanza necesaria es lo que explica que ameritemos de una revolución ciudadana. Una revolución ciudadana que como dice Gustavo Larrea “Todos y todas, como ciudadanos, tienen la responsabilidad de revolucionar su país, de hacerlo distinto y cualitativamente mejor; todos los ciudadanos y ciudadanas deben luchar por una patria solidaria, próspera, justa, alegre, incluyente, soberana…”.
La Gobernanza posible, como plantean los apologistas del status quo, es la expresión de lo que se ancla en la anquilosada estructura sociopolítica; que creen que por el efecto cascada, algún día, de no se sabe cuántos años, saldría la inmensa mayoría de la pobreza. No. ¡Necesitamos una GOBERNANZA NECESARIA, que armonice y construya una simbiosis con la inexorable revolución ciudadana!