Adelantado a su tiempo Marshall McLuhan, legendario académico canadiense creó a finales de los años 60 el término “aldea global”, para referirse a que el desarrollo de los medios de comunicación masiva convertían el planeta en un aldea, ya que todos los habitantes se podían enterar rápidamente de lo que sucedía en cualquier rincón del mundo. Luego surgiría a nivel masivo el término “globalización”, en alusión, principalmente a la mundialización de las actividades económicas y productivas, rompiendo fronteras de todo tipo para impulsar el intercambio mundial de bienes y servicios apoyándose cada vez más en las tecnologías de la información y la comunicación.

Entonces, lo que sucedía en Australia era sabido casi de inmediato en Chile. Lo que se diseñaba en California, se producía en Bangladesh con materia prima de Asia y terminaba vendiéndose en una tienda online administrada desde Chicago. Y esta manera de producir se expandió de manera exponencial, convirtiendo a China en la segunda economía del mundo y en el motor principal del comercio globalizado.

La realidad plantea que también se globalizó la desigualdad trayendo serias implicaciones mundiales. El premio Nobel de Economía 2001 Joseph Stiglitz llegó a afirmar “Lo que preocupa es que la globalización esté produciendo países ricos con población pobre”. Todo a costa de un consumo desproporcionado que ha impactado el medio ambiente de manera impensable. El 80% de las riquezas del planeta se concentra en menos del 20% de la población. No se globalizó en la misma medida la salud y la calidad en la educación.

Llega una pandemia y se esparce por las mismas vías en que se conectaba la productividad mundial. Lo globalizado no tiene cómo responder ni local ni mundialmente y no le queda otra más que llorar pérdidas y sufrir el estar casi paralizado.

Quien ayer mostraba la opulencia de su Ferrari, hoy en la cuarentena no puede salir a presumir de su tenencia, por cuidar su misma supervivencia. Se ha instalado mundialmente, de manera forzada, el orden de prioridad de las necesidades sobre los caprichos, abriendo el paso a un horizonte desconocido

donde se minimiza la creación de supuestas necesidades por parte del aparato productivo y mediático globalizado.

La generación escolar mundial de hoy es testigo de una sociedad que puede construir celebrities virales a cada minuto y a la vez ha resultado incapaz para garantizar insumos básicos de higiene y salud para sus ciudadanos. Los mismos ciudadanos a los que la sociedad le arrebata el bolsillo bajo la aspiración de un nivel de vida que no les corresponde si no es por herencia o por dádivas.

De esta pandemia hay una gran lección para la especie humana y es la colaboración primero que la competencia.

Tuvo que suceder todo esto para que como planeta entendamos la necesidad imperiosa de la colaboración como principio de vida en sociedad. La colaboración se define como el proceso de dos o más personas trabajan juntas para lograr un objetivo común. Esto por encima de sus diferencias, propias de origen, cultura, personalidad o formas de pensar ante algo. No implica que pensemos de la misma manera ni tengamos las mismas preferencias. Mas bien celebra la riqueza presente en la diversidad y la divergencia, precisamente porque se nutre de esto para integrar más visiones y lograr mejores resultados para el colectivo, asumiendo que todos pertenecen y por ello a nadie se le excluye.

El valor de la colaboración parte de que para los involucrados existe una ganancia colectiva mayor a conseguir, la cual se sobrepone a los deseos individuales y propicia algún tipo de valor agregado al todo y por ende, a todos. La colaboración se ejemplifica en múltiples procesos de la naturaleza de cualquier ecosistema, donde la sostenibilidad del todo, garantiza la permanencia de la existencia de todos los involucrados, dándose así el beneficio colectivo que se alimenta a si mismo de manera cíclica.

La colaboración se plantea entre líderes mundiales del ámbito educativo como una de las destrezas fundamentales en el siglo XXI, con más relevancia que la memorización de contenidos y como componente fundamental de los equipos de trabajo que quieren abrazar la innovación en cualquier sector de la sociedad.

Múltiples herramientas tecnológicas sirven para apoyar la implementación del trabajo colaborativo, impulsando la libre interacción en entornos digitales y el intercambio de informaciones, por mencionar ejemplos: la tecnología de la Nube, donde no es necesaria la presencia física ni siquiera de equipos físicos para compartir informaciones y documentos de cualquier tipo. También hoy existen muchas Apps que ayudan para el trabajo colaborativo, por ejemplo: Monday, Mindgenius, Smartsheet, Asana, Things 3. Igualmente Google y Apple han

facilitado dentro de sus productos establecidos que haya opciones para trabajar, intercambiar y editar documentos de manera colaborativa a través de la nube.

Desde el ámbito de la ciencia, históricamente se ratifica que la ley más universal del universo se observa en la colaboración de todos los componentes entre sí. El Nobel de Física 1932, el alemán Werner Heisenberg afirmaba que “la ley máxima es que todo tiene que ver con todo, en cualquier momento y circunstancia. El todo es hecho con la suma de los entes virtuales y reales. El conjunto de energías del conjunto de los seres”.

De lo anterior se deduce que el todo implica la colaboración entre todos sus componentes para poder existir, sobre la base de la coexistencia, lo que propicia la biodiversidad y la sostenibilidad, donde todos se benefician al beneficiar al todo.

Expandir el compromiso con la colaboración humana implica que cada persona se merezca espacios de liderazgo a partir de su convicción con aunar múltiples talentos en torno a objetivos comunes sin que ello sea a costa a nadie, sino a favor de todos, para que siempre crezca el todo, lidiando respetuosamente con las diferencias inherentes de las interacciones humanas. La clave está en escucharnos mutuamente.

En conclusión, la más potente y fructífera vacuna para esta y otra eventual pandemia es GLOBALIZAR LA COLABORACION y después pensar en lo demás.