De tan realistas o veristas, algunas novelas y relatos de G. Verga han sido llevados al cine que, en sus orígenes, llegó a Italia como un medio de comunicación y una práctica artística, documental, de real necesidad y valor de realidad. En aquel momento, el verismo fue el movimiento o tendencia literaria más importante y G. Verga fue la figura más sobresaliente de dicha orientación.
Según Max Henríquez Ureña el novelista siciliano:
“Se dedicó, en consecuencia, a explotar la cantera regional de materia bruta, sin desbastar. Estudia y transcribe las reacciones, muchas veces primitivas, de su pueblo, y lanza a la publicidad un volumen de narraciones: Cuentos de la vida de los campos (1880), al que sigue otro: Novelas aldeanas (1883). Las más impresionantes y afamadas de esas narraciones son: La loba, tremenda tragedia de pasión desorbitada, y Honor rústico, o sea Cavallería rusticana, que puesta en ópera por Mascagni alcanzó enorme resonancia. Pero su obra maestra en la novela corta es Malaria”. (Ver, Obra y Apuntes XI, Lección Decimosexta, pp. 86-87)
De su extensa obra en prosa, MHU destaca Los Malavoglia y Maese Don Gesualdo: A juicio de Max:
“… son las que le ganaron más alto y merecido renombre. La tragedia de Los Malavoglia es la de la ambición de riquezas. Es el apetito del dinero lo que arranca a Los Malavoglia de su existencia patriarcal y hará de ellos unos vencidos. La barca Providenza les daba de comer a todos, que vivían dichosos con el abuelo Toni, que gobernaba la casa, donde vivían su hijo, su nuera y sus 5 nietos. La desgracia comienza el día en que el patrón Toni toma a préstamo usuario una suma para negociar con productos de la tierra. La barca se hunde con su cargamento y el hijo perece en el naufragio, el continúa la lucha contra la fatalidad. La deuda así contraída va a causar la ruina moral de la familia: el patrón Toni, con los dos nietos de más edad, se consagra afanosamente al trabajo para pagarla”. (Ibídem.)
Las líneas de acción narrativa de la novela, asimilan un concepto de real y realidad que Verga acentúa en Los Malavoglia y que en el contexto de los dramas sociales y familiares de entonces narrados por el autor italiano, cobró gran valor literario. El resumen argumental que lleva a cabo Max sobre Los Malavoglia, constituye la línea general y particular de acción de la novela:
“El servicio obligatorio se lleva al mayor de los dos (nietos), que un tiempo después vuelve del cuartel, convertido en un vicioso y un desordenado, y acaba por ser condenado a presidio por contrabando. El segundo nieto enrolado como marino en un buque del Estado, es muerto trágicamente. La única nieta se deja seducir y desaparece. El viejo patrón va a morir al hospital. Pero los dos nietos menores se consagran al trabajo, y al fin pagan la deuda y recuperan la vieja casa solariega. Hay un fuerte sentimiento primitivo de altivez y de honor, que los hace sentirse felices: ¡el nombre Malavoglia está a salvo!”. (Ibídem. loc. cit.)
En efecto, el argumento de Los Malavoglia es rico en cuanto a su construcción secuencial y se puede decir que Verga influyó en el cine realista y neorrealista italiano, tal y como se puede observar en versiones cinematográficas como Tigre reale dirigida por Piero Fosco; La terra trema dirigida por el gran director de cine italiano Luchino Visconti en 1948 basado en Los Malavoglia; pero en 1996 Gabriele Livia dirige La lupa; y en el 2007, Pascuale Scimeca dirige Rosso Malpelo, basado en el texto que lleva el mismo nombre.
MHU afirma que:
“Giovanni Verga es un novelista fuerte, que nos hace sentir la realidad que ha querido transcribir al papel. Se diluye, empero, en hechos y detalles, y la sensación de conjunto que produce es menos intensa que la de muchas de sus páginas descriptivas o de sus atisbos psicológicos”. (Ibídem.)
Advierte Max que luego de Verga, el novelista Luigi Capuana es quien asume “el más alto sitial en el verismo, pero sus novelas, siguiendo más de cerca aún a los naturalistas franceses, pecan un poco por el alarde de un método científico, como se advierte en su primera novela, Giacinta (1880) y se confirma en su afamado y discutido Marqués de Roccaverdina (1901). Otra novela más breve atesora sutil psicología: Perfume”. (Vid. p. 88)
La psicología legible en la novela verista italiana, revela aspectos de realidades, conflictos sociales, familiares y propios del sujeto individual. Entre el realismo y el naturalismo, la novela italiana de finales de siglo XIX y comienzo del siglo XX cobró alta significación, tal y como veremos en El gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957).
MHU escribe un panorama de la novela italiana a fines del siglo XIX, en la Lección Decimoséptima, donde resalta los valores y elementos que sobresalen en este género propio del surgimiento de una nueva burguesía, no solo en Italia, sino también en toda Europa. (Ver, p. 89).
MHU destaca, a propósito de la creación novelesca otra importante novela: Del tuyo al mío.
“… Pero bueno es tener en cuenta que antes de escribir sus obras veristas, Verga se había ejercitado en la novela de intrigas, como Trigre real (1973). Eva (1873) …Verga abandonó ese camino de éxitos fáciles cuando ya había alcanzado algunos, y prefirió seguir las huellas del escritor siciliano Luigi Capuana, cuya obra Jacinta (1878), tuvo gran resonancia”. (Vid. p. 90)
Señala Max que Capuana:
“…se distinguió en un género de literatura donde es difícil destacarse y conservar al mismo tiempo la categoría literaria: la literatura infantil. En ese género tiene libros encantadores como Érase una vez, La reinecita y El Rey Bracalone (1906)”. (Ibídem., p. 91)
MHU hace un trazado comparativo a propósito de la novela verista cuando escribe que:
“Verga fue un discípulo de Capuana que montó tienda aparte; la escuela verista que el presidió tuvo algunos representantes que siguieron fielmente los pasos de Verga sin lograr nunca igualarlo, el primero y más renombrado de ellos Federigo de Roberto, nacido en Nápoles en 1866, y muerto en 1927. Su obra capital es Los Virreyes, pero es menos vigorosa y brillante. En ella el autor apela al procedimiento de la psicología, que estaba de moda”. (1891)
En el caso de la novela y el novelar de este período, se hace observable la importancia que cobran las acciones y relatos verosímiles “hablados” o reflejados en la novela verista que marcarán el período como materia-forma de una expresión de lo real. Pintar o retratar la vida era el verdadero arte que ante todo propiciaba el novelista de la época, llevando a cabo su gestión épica de contenidos y formaciones literarias propiciadoras de lo real.
MHU establece un valor desde una doxa comparativa e histórica literaria:
“Si Capuana, Verga y de Roberto pintan o retratan la vida siciliana, Grazia Deledda (1871-1936), Premio Nobel 1926, lo hace con igual acierto en cuanto a la vida de Cerdeña y en general de la isla de Córcega. Sus obras tienen algo de sombrío, con un vago toque de fatalismo. Sus novelas más notables son Elías Portola, Cenizas, Nostalgia…”. (Ibídem.)
El gran éxito de la novela italiana en aquel momento de transición llegará hasta Gabriele D’Anunzio y hasta más allá, sobresaliendo por los premios Nobel, alcanzados hasta 1934, cuando también se lo otorgaron al dramaturgo y novelista Luigi Pirandello (1867-1936). Sociedad, sujeto y creación se orientan hacia la conquista de lo real-psicológico y lo real-imaginario, en un momento en el que los conflictos nacionales e internacionales se revelarán de forma agresiva y brutal, siendo la guerra una figura y una institución que predominó hasta los acuerdos de otra guerra política difícil y simbólica: la guerra fría.