Los argentinos son geniales para construir mitos, allí tenemos a Maradona, cuyo talento, -que nunca osaría regatear- ha inspirado incluso movimientos de fe que trascienden a cualquier cancha: la iglesia maradoniana. Otro ejemplo, ¿menos sonado quizás?, es el de Miriam Alejandra Bianchi, también conocida como Gilda.

Miriam era un ama de casa del montón, madre de dos hijos y como reza el lugar común, felizmente casada, hasta el día que leyó un anuncio en el diario: « Se solicita vocalista para grupo musical. Experiencia no indispensable ». Con veintinueve años a cuestas no era muy tarde para cambiar, se dijo, así que renunció a la guardería donde trabajaba, convencida que lo suyo, lo suyo, lo suyo, era cantar ante las multitudes.
Los años noventa despuntaban (era la época del nefasto de Menem) cuando Gilda tuvo que luchar como una auténtica guerrera. El primero que se opuso fue el marido (previsible), no olía con buenos ojos que su reinita anduviera enseñando las caderas en antros y boliches de perdición, por muy menguantes que éstas fueran. Luego peleó contra los “conocedores” del ambiente musical: « Pibita, no tenés cuerpo de cantante de tropical, sos demasiado flaca». Sí, Miriam era esbelta pero no de convicciones. Gracias al clasificado, conoce al tecladista y compositor Juan Carlos ‘Toni’ Giménez. Figura clave en su desarrollo artístico; a la postre será su compañero arriba y atrás del escenario.

Dicen los diarios argentinos que su carrera fue tan meteórica que ni la muerte pudo con ella. En efecto, la noche del siete de septiembre de 1996, en la Ruta 12 de Entre Ríos, un tráiler embiste el autobús donde viajan Gilda, su familia y su banda. El saldo es ominoso: siete muertos, incluidas la diosa de la cumbia, su madre, Mariel su hija y tres de sus músicos.

Desde ese momento, los llorosos fans acuden al aciago sitio a rendirle tributo. Un paraje boscoso, expuesto a inundaciones que, sin embargo está decorado con miles de ex votos del tipo: «Bienvenidos al lugar de los milagros…gracias Gilda». A los fieles seguidores también les da por retratarla, así que las imágenes de la cantante se confunden con las del Sagrado Corazón de Jesús. Por cierto, nunca falta el texto ocurrente: « Extráñenme pero no me olviden».

A propósito de los “peregrinos”, leo en El País que hace veinte años que Rosana Sandra Saraceni llega en bicicleta hasta el Santuario, qué importa si hay lluvia, qué importa si hay frío. «Me ha concedido todos mis pedidos. A mí y a toda mi familia», dice llena de satisfacción.
Cosa extraña, desde antes de que muriera trágica y prematuramente (tenía apenas treinta y cuatro añitos), los admiradores le otorgaron poderes curativos a su música tropical, cosa que ella, trataba de disimular: « Si el poder de mi música te puede ayudar, bienvenida sea mi música ».

Otro inmortal cantó que veinte años no es nada. Precisamente, las canciones de Gilda, cuyo nombre adoptó de la película del mismo nombre, en la que Rita Hayworth da vida a la femme fatale por antonomasia (cosas del azar, gran parte del film sucede en Buenos Aires) se siguen oyendo como entonces. Si alguien lo duda, nomás pregúntenle al presidente Macri quien, durante su toma de posesión bailó alegremente ese éxito de: « No me arrepiento de este amor/ aunque me cueste el corazón/ amarte es un milagro y yo te amé/ como nunca jamás lo imaginé ». ¿Llevaría dedicatoria política o quería quedar bien con el populo o simplemente le gustaba la canción?

Para el deleite de la fanaticada, la Gildamanía tiene todavía mucha cuerda: libros, obras, películas… Alejandro Margulis ha escrito la biografía «Santa Gilda. Su vida, su muerte, sus milagros», misma que en estos días será llevada al teatro por Florencia Berthold. Por si fuera poco, al conmemorarse el XX aniversario luctuoso, se presentó la película «Gilda, no me arrepiento de este amor», en la que la uruguaya Natalia Oteiro encarna a la diosa de la cumbia.

Cabe mencionar que el culebrón Muñeca Brava, también está inspirado en la vida de Miriam Bianchi y fue interpretado por la misma Oteiro. Luego de la premier, no faltaron los fans que se arremolinaron junto a la alfombra roja. El diario La Nación señala que incluso, algunos vinieron desde tierras muuuy lejanas, como Natalie, una chica que en su Praga natal había visto la telenovela, gracias a lo cual se puso a aprender el español y ahora lo practica con fluidez en la Argentina, ¿otro milagrito de la cantante? Solo Dios sabrá…