Uno no lidera golpeando a la gente en la cabeza – eso es asalto, no liderazgo… El liderazgo es el arte de conseguir que otra persona haga algo que quieres hacer porque ella quiere hacerlo.”   ― Dwight D. Eisenhower


Reconocidas las actuales limitaciones del cuerpo docente dominicano en su conjunto, así como el origen y las causas de las deficiencias profesionales de la preponderante mayoría de sus integrantes, aceleramos el cambio mediante la identificación, el reclutamiento, la formación y el acompañamiento de los mejores prospectos para reemplazar en el menor plazo posible a los maestros marcados por la escuela quebrada de tiempos pasados. O, de lo contrario, el aprendizaje de nuestros futuros escolares quedará sumido en el círculo vicioso de la mediocridad que nos tiene empantanados desde hace décadas. Pero además, no debemos condenar a la generación actualmente en la escuela al mismo porvenir de sus padres y maestros castigados por el colapso escolar que proviene de antaño, sin hacer ponderados esfuerzos por al menos aliviar su mala suerte y mejorar su aprendizaje, mientras formamos al batallón de maestros de excelencia que tanto necesitamos para salir del pantano.

A sabiendas de que el impacto de la incipiente formación de maestros de excelencia no lo sentiremos en el corto plazo, es aconsejable entrar en la modalidad de “gestión de la escasez”. Es evidente que en el presente no disponemos de suficientes docentes sobresalientes para mejorar significativamente el aprendizaje de los escolares dominicanos, si no hacemos algo diferente que en el pasado. No es lo mismo gestionar un sistema educativo (o una escuela o cualquier otra organización compleja) en la abundancia, que gestionar en crisis por la escasez del componente humano en medio de la relativa abundancia de fondos. Cuando la penuria era total, la nómina fija absorbía la casi totalidad del presupuesto ejecutado, dejando pocos recursos para compensar las deficiencias profesionales del docente en el aula. Hoy debemos hacer mejor uso de fondos del presupuesto garantizados por la ejecución del 4% para mitigar la escasez de buenos maestros en las aulas, apoyando y potenciando al máximo su trabajo para elevar el aprendizaje de los alumnos.

La gestión pedagógica de centro es clave como elemento para mejorar el aprendizaje en el aula, optimizando los recursos disponibles. Ante la escasez de educadores de excelencia (tenemos muchos excepcionales maestros que han trascendido las limitaciones de sus circunstancias, pero insuficientes para la demanda del sistema), es esencial una gestión proactiva de los exiguos recursos  humanos disponibles, así como un eficaz apoyo en el aula para mitigar las deficiencias de los docentes menos efectivos. Con ese fin hay que asegurar que los mejores maestros sean los directores de centro, pues la incidencia del “principal maestro”- como se designa al director de escuela en la tradición anglosajona- es clave en el desempeño del equipo pedagógico y por ende en el aprendizaje de los alumnos. El director no es en primer término un burócrata al servicio del sistema, sino el líder de un equipo de educadores con la misión de potenciar el aprendizaje de sus alumnos. Al igual que el “chef de cocina” es el cocinero principal, el de más experiencia y conocimiento integral, el que sabe a quién asignar cada tarea en la cocina para lograr los mejores resultados en la experiencia culinaria de los comensales, el director de escuela es el líder pedagógico de la comunidad escolar con similares y más complejas responsabilidades. El capitán del equipo debe conocer la capacidad de cada uno de los maestros- empezando por conocer sus propias fortalezas y debilidades- y motivarlos a lograr su pleno potencial pedagógico, superándose constantemente, acompañando su labor con recomendaciones constructivas, siempre con miras a mejorar el aprendizaje de los estudiantes. El director guía con su ejemplo, inspirando (no imponiendo) la cultura y el ambiente del centro escolar, para establecer altas metas individuales y colectivas que exigen el máximo esfuerzo sostenible de docentes y alumnos. Además, el principal maestro es conocedor de las variadas herramientas pedagógicas y recursos didácticos tradicionales y digitales, y de su mejor uso en el aula. Evidentemente esta no es tarea para una persona designada por amiguismo, tiempo en servicio, preferencias políticas, ni siquiera por mera capacidad técnica, sino por el comprobado liderazgo educativo en la escuela. Recordando que según el capitán extraordinario, Dwight D. Eisenhower,  la calidad suprema para el liderazgo es, sin duda, la integridad. Sin ella ningún éxito real es posible, no importa si estás en una banda de música, en un campo de fútbol, en un ejército o en una oficina”, nosotros añadiríamos que sobre todo para capitanear un equipo pedagógico.

Urge designar en la dirección de nuestros centros escolares a los mejores maestros de demostrado liderazgo pedagógico, capacitarlos y acompañarlos de cerca en la encomienda de trabajar estrechamente en equipo con los docentes a su cargo, y en respuesta a las necesidades particulares de su alumnado. También para que ellos identifiquen los recursos didácticos, la tecnología educativa y las herramientas administrativas que requiere cada centro de acuerdo a sus circunstancias específicas, y procure su asignación de parte del sistema educativo que debe ofrecer un abanico de recursos para su adaptación a cada caso particular. Sin dudas la gestión de la escasez- una tarea titánica que requiere del liderazgo de los mejores educadores al mando y el pleno apoyo de la estructura gerencial sistémica- es una prioridad de la escuela dominicana, empezando por la designación de los mejores educadores como líderes de los equipos docentes en todos los centros escolares. Solo con un sólido liderazgo centrado en la integridad se puede gestionar óptimamente la escasez de maestros de excelencia.