El primer encuentro que podríamos llamar "fundador", ocurrió en Arenoso, Villa Riva, patrocinado por Manuel Porfirio Córdova a las veras del río Yuna. Allí hubo presencias de Moca, La Vega, San Francisco de Macorís y Pimentel; más tarde hicimos encuentros en Bonao con Héctor Bueno, Pedro Pablo Fernández, Fausto del Rosal, Diomedes Núñez Polanco, Emilio Muñoz Marte, el inolvidable Milito, torrentoso escritor; Fausto del Rosario, y varios más; en Salcedo donde estaban Emelda Ramos y Pedro Camilo Camilo y una vez asistimos a una presentación de Pedro Mir, donde declaró que desertaba de la poesía y se pasaba a la novela por su reciente Cuando amaban las tierras comuneras que había publicado Siglo XXI en México, aunque aceptara poco tiempo después la declaración de Poeta Nacional con la cual lo designó la Cámara de Diputados (que no fue ley por la oposición de Jacobo Majluta, presidente del Senado entonces), iniciativa, no lo olvidemos, de Joaquín Balaguer. A Pimentel a cada rato nos visitaba un escritor. Eso era motivo de una tertulia en el Ateneo Popular. Presentamos libros como La tierra más hermosa de Alberto Baeza Flores y tuvimos intercambios en El Rancho Amalia de La Joya en San Francisco de Macorís en el paraíso de doña Violeta Martínez de Ortega. En La Vega, además de Julio César de Peña que estuvo en Arenoso, con Mario Concepción entre otros intelectuales; en el hogar de Gonzalo Córdova y Ana María Gassó. En Moca había una actividad febril. Era un bastión cultural desde hacía mucho tiempo, no solo con la presencia de Juan Alberto Peña Lebrón, sino por la de Julio Jaime Julia, que aunque tenía tienda aparte, había sido un creador de entusiasmos y formador de intelectuales. Allá sobre todo en el Club de Amigos de la Duarte (lo de la, que tanto chocó a Antonio Zaglul, era por la Carretera Duarte), con la presencia entusiasta de Bruno Rosario Candelier, Adriano Miguel Tejada, Sally Rodríguez, Darío Bencosme y Báez, Pedro Pompeyo Rosario, Rafael Castillo, José Enrique García, Rafael Castillo, Emelda Ramos y a veces José Rafael Vargas, entre otros jóvenes entusiastas de entonces. Hicimos encuentros inolvidables con Antonio Zaglul, con Héctor Incháustegui, con Antonio Fernández Spencer, respaldados por Juan Alberto, Aída y Freddy.
Hubo conferencias, lecturas de poemas en diversos sitios y en cada lugar surgieron grupos de lectores. En Pimentel le hicimos una misa lírica profana a Juan Sánchez Lamouth; otra a Franklin Mieses Burgos con presencia de Federico Henríquez y Grateraux, que nos ofreció el panegírico que había pronunciado ante sus restos, de José Tiberio Castellanos que leyó unos versos de Mieses Burgos y tres sorprendidos: Freddy Gatón Arce, Antonio Fernández Spencer y J. M. Glass Mejía; además, Ramón Francisco, Chery Jimenes Rivera y los jóvenes de Moca y San Francisco de Macorís y J. M. Glass Mejía; un responso lírico a Rubén Darío en 1967 en ocasión del centenario de su nacimiento y otro a René del Risco y Bermúdez al mes de su deceso, al que asistieron Abel Fernández Mejía y Ricardo Rojas Espejo, donde escanciamos vino y miel. Nos dieron conferencias Mateo Morrison y Ramón Francisco, a la que asistió Marcio Veloz Maggiolo. Declaramos a Alberto Baeza Flores en el Ayuntamiento local como Hijo de Pimentel y le hicimos un agasajo a Manuel del Cabral. Un día nos visitó Luis Manuel Despradel y una noche el postumista José Bretón leyó poemas y realizó un acto bajo fuego fatuo encendiendo alcohol en el Ateneo Popular.
Nos había visitado varias veces Juan Sánchez Lamouth, a quien rendimos homenaje cuando ganó el Premio Nacional de Poesía con el Pueblo y la Sangre. Luis Alfredo Torres fue otro de los miembros importantes de la Generación del 48 que fue a visitarnos.
Le hicimos el último homenaje a Domingo Moreno Jimenes en el interior del país en 1971, llevándolo a Pimentel a un acto público que contó con la presencia de Efraim Castillo y Abel Fernández Mejía, y una masiva presencia de los demás miembros del
Grupo.
En El Rancho Amalia de la Joya en San Francisco de Macorís tuvimos la visita de Freddy Prestol Castillo, Franklin Mieses Burgos y Rubén Suro. En sus jardines hay una tarja recordando esa visita que dice que el poeta Mieses Burgos dijo sus versos allí y otra en memoria de Freddy Gatón Arce con uno de sus poemas.
A la Joya fueron huéspedes en diversas oportunidades Manuel Rueda, Aída Cartagena Portalatín, Antonio Zaglul y su familia; Federico Henríquez y Gratereaux y su familia, y durante mucho tiempo la ocupábamos con Freddy Gatón Arce y Cayo Claudio Espinal. Allí escribimos poesía, novelas y corregimos libros.
Una vez planeamos rentar el Autovías a Sánchez partiendo de La Vega, pero después del entusiasmo, como era en los famosos doce años, Juan José Ayuso opinó que le dábamos una oportunidad única al régimen para resolver con nuestra desaparición tantas plumas inconformes. Le hicimos caso, pero todavía creo que fue una típica exageración de JJA.
También nos desplazamos por Puerto Plata donde estaban Félix Castillo Plácido y Rafael Brugal; fuimos a Altamira donde el doctor Joaquín Manuel Mendoza, Vicking, que era un formidable entusiasta de la literatura y un lector maravilloso de poesía; una vez nos hospedamos en el Hotel Río San Juan y tuvimos jornadas inolvidables, pero la más memorable de todas fue el viaje Samaná.
Precisamente en un libro titulado Sobremesa de Anadel Comentarios a la novela de Julio Vega Batlle (Editora Nacional abril 2012), aparece la invitación que hicimos en El Caribe en enero de 1977 para una peregrinación a Anadel. La misma se realizó años más tarde y fue un éxito, llegando a la entonces desierta y paradisíaca playa de Las Galeras, siendo huéspedes del doctor Porfirio Moratín López. Participamos Cayo Claudio Espinal, Freddy Gatón Arce, Juan Alberto Peña Lebrón y muchos jóvenes talentosos como Pedro Pompeyo Rosario, y dictó una conferencia Antonio Zaglul en la Logia samanesa, seguido de unas palabras de Freddy y lecturas de poemas, por él, por nosotros y por Cayo Claudio Espinal.
Dormimos en la ciudad y al otro día nos ofrecieron un agasajo en la playa de Las Galeras donde procedimos a apadrinar ‘al bautismo de aguas’ al niño Francisco Alberto, hijo de nuestro anfitrión Moratín, oficiando Hugo Pérez Caputo. Entre los que estuvimos en ese peregrinaje, que entre otras cosas me dio motivos para escoger a Las Galeras como utopía cultural para mi novela Goeíza, además de los citados, sus esposas e hijos de los peregrinos, estuvieron además, entre otros, el Benjamín de los sorprendidos J. M. Glass Mejía, Bruno Rosario Candelier, Félix Castillo Plácido, Orlando Morel.
De esos años hay ecos en los periódicos y en las revistas tanto de la ciudad Capital como de Santiago y algunos de los citados publicaron por primera vez. Muchos recuerdan mi polémica en el periódico El Sol versus Andrés L. Mateo, que defendía lo indefendible que era el derecho a los espacios que teníamos los de provincias en los medios capitaleños, requiriendo que se nos prestara atención. Ciertamente fuimos preteridos, pero a la larga aquella empresa no ha sido vana. La prueba está en los nombres que han surgido de aquel grupo, que luego se escindió cuando Bruno Rosario Candelier montó tienda aparte con suInteriorismo y Cayo Claudio Espinal con su Contextualismo, y la proliferación de talleres por toda la geografía nacional, concursos regionales como los de Higüey y La Vega patrocinados por entidades religiosas; los encuentros en diversos lugares como en Miches, Jarabacoa, Sosua, etc. y la existencia de la magnífica eme-eme dirigida por Frank Moya Pons; y en la actualidad, la única revista literaria que ha soportado todas las contingencias, con sede también en Santiago: Mythos, dirigida por la narradora Rosa Julia Vargas y la proliferación de talentos, cuya producción de libros duplica o triplica la que se hubiera publicado en el interior del país durante toda nuestra historia anterior a 1970, y bastaría ver quiénes han dirigido la cultura desde posiciones oficiales, o como directores de periódicos importantes y son referencia actual obligatoria de la literatura nacional, para darnos cuenta de que aquello no fue en vano.
En resumen, había algo importante: Nosotros nos juntábamos, pero nadie obligaba ni exigía a otros que escribieran de esta o de la otra manera, ni siguieran tal o cual corriente política o literaria. Discutíamos, hablábamos de literatura, hacíamos lecturas y criticábamos en absoluta libertad.