Alrededor del mundo, la generación de residuos sólidos continúa en aumento a la par de la rápida urbanización, expansión demográfica y desarrollo económico. Un estudio del Banco Mundial, afirma que  "el crecimiento de la prosperidad y el movimiento hacia las zonas urbanas está vinculado al aumento de la generación per cápita de residuos".

Como una de las economías de mejor desempeño de América Latina, la urbanización en la República Dominicana ha transformado las dinámicas socioeconómicas y contribuido a la reducción de la pobreza. En esta transición, sin embargo, la adecuada gestión de residuos sólidos (GRS) no ha ido a la par con el progreso económico. En el país, la GRS es precaria, con bajo financiamiento y perjudicial al medioambiente, generando graves riesgos sanitarios.

Para el PNUD, la GRS es un desafío apremiante, una amenaza al desarrollo humano sostenible y un riesgo a la salud del pueblo dominicano. Queriendo entender mejor el problema, el laboratorio de aceleración del PNUD en el país se planteó algunas preguntas: por qué los servicios de recolección son diferentes de un área a otra; quién(es) es(son) responsables de la basura que contamina los principales ríos de la ciudad de Santo Domingo; cómo se articula la gobernanza urbana; por qué algunas comunidades no son atendidas en absoluto; y cuál es el papel de los hogares y las prácticas individuales en el problema.

Responder a estas preguntas requería de un enfoque novedoso. Nuestro proceso de aprendizaje fue apoyado por el marco de Inteligencia Colectiva (IC) de Nesta, definido como el resultado de "las personas trabajando juntas, con la ayuda de la tecnología, para movilizar una gama más amplia de información, discernimientos e ideas para abordar un desafío social". Las metodologías participativas IC se aplicaron específicamente en dos barrios del Gran Santo Domingo, conglomerado metropolitano más grande del país, que  genera alrededor de 4,000 de las 11,000 toneladas de residuos sólidos diarias que se producen e todo el país. La mayoría de estos se disponen en Duquesa, un vertedero abierto que plantea problemas de salud y requiere urgentemente una solución sostenible.

El proceso de Inteligencia Colectiva nos ayudó a abordar una pregunta epistemológica fundamental sobre quién tiene conocimiento válido y quién cuenta como un actor informado. Todas las voces fueron consideradas como informadas; cada parte interesada aportó un nivel de experiencia propio al proceso. Para esto, realizamos entrevistas y grupos focales con el sector privado, ONGs, expertos/as en el tema, autoridades municipales, organizaciones comunitarias de base, líderes comunitarios y miembros de la comunidad en dos de los barrios más afectados en GSD: Los Tres Brazos y Domingo Savio, entre noviembre 2019 y febrero 2020. 

Como parte de la iniciativa, diseñamos un prototipo de gamificación para medir el conocimiento de los jóvenes sobre GRS, a ser pilotado con estudiantes de secundaria. Se diseñó un mapathón, una herramienta para que los ciudadanos identifiquen vertederos informales a través de sus teléfonos inteligentes, aunque no fue implementado.

En el proceso, varios patrones importantes emergieron. Aprendimos que los esfuerzos anteriores para mejorar la GRS en las comunidades de las riberas del Río Ozama habían logrado mejoras limitadas. Al preguntarles, los miembros de la comunidad afirmaron sentirse excluidos de los procesos de toma de decisiones. Los gobiernos municipales señalaron limitaciones financieras y logísticas, mientras que en el sector privado expresan temor de que la GRS constituye un área gris institucional muy compleja.

Las observaciones empíricas sugirieron que el problema tenía además un aspecto cultural, profundamente arraigado en décadas de prácticas sociales de GRS inadecuada (eje., lanzar basura en la calle) que difícilmente se desaprenden con intervenciones a corto plazo. Inferimos que el estado actual de la GRS estaba en la intersección de una inadecuada gobernanza espacial, inercia institucional y prácticas socioculturales en todos los niveles.

En el GSD, aunque la generación de residuos es una actividad colectiva, la carga de su solución descansa actualmente en los gobiernos municipales. Además, la distribución espacial en GSD exhibe una palpable desigualdad social: una configuración del espacio suburbano de clase media frente a barrios empobrecidos en las periferias de la ciudad. Así, la IC fue fundamental para acentuar que actualmente la gobernanza es una cuestión de quién ocupa qué espacio.

Si bien en términos prácticos la GRS es una responsabilidad municipal, el enfoque de IC reveló una serie más matizada de problemas. Por un lado, los agentes (gobiernos locales, sector privado, hogares e individuos) perciben funciones difusas y contradictorias, y la toma de decisiones territoriales es en gran medida unilateral cuando se trata de GRS. Por el otro, la situación actual de la GRS refleja prácticas culturales (institucionales e individuales) que refuerzan la dispersión y la exclusión.

A través del ejercicio, identificamos algunos hallazgos desde perspectivas culturales e institucionales que pueden informar posibles soluciones para la gestión eficiente de residuos:

1) La GRS es percibida como un asunto gubernamental/municipal. Sin embargo, el problema es multifacético, con responsabilidades en lo institucional, comunitario y doméstico/individual, y con diversos grados de poder de decisión.

2) Los discursos contradictorios sobre las soluciones al problema de la GRS tienden a contribuir a la inercia institucional, dando lugar a una respuesta nacional desarticulada y fragmentada.

3) La cultura es un mediador en la GRS, reproduciendo comportamientos socialmente validados, especialmente en el contexto de prácticas desordenadas y de larga data. Actividades perjudiciales para el medioambiente como arrojar basura en cualquier lugar, la cultura parece anular los efectos penalizadores de la normativa, por no aplicarse o por ser impráctica.

4) El discurso sobre políticas de GRS está impregnado de un lenguaje de estratificación social que permea la narrativa pública, lo que impacta negativamente en la cohesión social de la ciudad. Los barrios marginados han llegado a esperar un servicio de menor calidad que los de los sectores de clase media. Estos marcadores sociales también se refuerzan a través de la respuesta de los gobiernos locales a las demandas de las comunidades, a menudo perpetuando la idea de que los pobres son ciudadanos de segunda categoría.

Finalmente, podemos concluir que un aprendizaje clave es que, si bien el marco de IC emplea varias metodologías de investigación/acción conocidas, su relevancia radica en el proceso a través del cual se organiza un proyecto y en cómo se articulan todas las piezas (personas, herramientas, recursos). El proyecto depende de la intención y el sentido de pertenencia colectivos, basada en la premisa de "ser más inteligentes juntos".

La gobernanza espacial para la GRS debe estar consciente de la pobreza urbana y de cómo la inequidad del capital espacial influye en la prestación desigual de servicios. La formulación de políticas inclusivas puede fomentar el capital social. Una buena GRS requiere cambio sistémico a todos los niveles de gobernanza: los patrones de consumo individuales, los mecanismos de financiación de los gobiernos locales, la formulación de políticas sociopedagógicas, porque en lo que respecta a GRS, los hábitos insostenibles están presentes en todos los estratos socioeconómicos.

Para el laboratorio de aceleración del PNUD en la República Dominicana, la IC nos ayudó a iniciar conversaciones más significativas en los lugares donde el problema de GRS es más crítico, facilitando una comprensión más profunda del panorama y ampliando las perspectivas de los participantes sobre el problema.

Estos hallazgos informarán nuestro enfoque para apoyar a los actores gubernamentales y locales, a medida que se implementa Rescate Ozama, una plataforma multisectorial que tiene como objetivo articular la prevención, la educación y las soluciones sostenibles al problema de GRS en el GSD.