Nadie niega que, liquidado Rafael Leónidas Trujillo el 30 de mayo de 1961, a diferencia de lo sucedido en casi todas partes del mundo tras el descabezamiento de una tiranía, su régimen no se derrumbó completamente sino que persistió con diferentes matices y hoy día está plenamente vigente en instituciones y prácticas de nuestra sociedad.

Que el Presidente de la República ostente en su automóvil oficial una placa con el número 1 es apenas un símbolo de la vigencia del trujillismo a lo largo de los últimos 53 años.

Muerto el déspota, la maquinaria de terror de su régimen reaccionó con rapidez y precisión. Aprovechando los puntos débiles de la trama, que estuvo centrada casi exclusivamente en la eliminación física de Trujillo, y al hecho de que el poder extranjero que la había apoyado abandonó a los conspiradores a su suerte, desató una cacería que se prolongó hasta el 19 de noviembre de 1961 y cuyo resultado fue el casi total exterminio de los complotados.

Genoveva Duvergé.
Genoveva Duvergé.

El trujillismo, desalojado del poder en enero de 1962, se recompondría posteriormente con Joaquín Balaguer a la cabeza y reasumiría el gobierno el 1º de julio de 1966, con pleno apoyo del poder extranjero y los factores de poder locales.

Hay quienes sostienen que todo lo anterior ha sido posible gracias a que, a la desaparición del déspota no siguió la lógica rendición de cuentas. Joaquín Balaguer; Ramfis, Negro y Petán Trujillo; Johnny Abbes García, Tunti Sánchez, Pechito León Estévez, Virgilio García,Félix Bernardino, Víctor Alicinio Peña Rivera, Arturo Espaillat, entre otros, no fueron detenidos y juzgados por crímenes de lesa humanidad ante un tribunal al estilo del de Núremberg.

Los grandes crímenes del régimen de Trujillo están documentados. Pero, también existió a lo largo de su reinado de terror de 31 años una violencia cotidiana institucionalizada como cosa normal. Formaba parte de ella la disciplina escolar.

Para el año escolar 1960-61, último de Trujillo, yo ingresé todavía niño al sexto curso de la escuela primaria República de Haití, en el ahora ensanche Luperón. Me tocó el sexto C, un curso que crearon porque los otros ya estaban llenos. Éramos todos varones, excepto una niña llamada Aurelinda Veras.

Nuestra aula estaba localizada al final del pasillo central, justo al lado de donde se guardaban los componentes del desayuno escolar, que entonces se componía de pan y chocolate; el chocolate venia en botellas, de la marca “Trópico”, por lo que los muchachos no decíamos que habíamos bebido chocolate sino que habíamos bebido Trópico. Nuestro profesor era el afable Miguel Emilio Peguero Castillo, a quien llamábamos Quijá por su prominente mandíbula y que, antes o después de eso, se graduó de abogado.

La directora de la escuela era la profesora Genoveva Duvergé Mejía de Zorrilla, perteneciente a una prestigiosa familia de El Seibo, muchos de cuyos integrantes eran adictos al régimen. Su hermano el Dr. Luis Alfredo Duvergé Mejía ascendió en la burocracia trujillista; al parecer era muy cercano a Balaguer, de quien sería ministro de Educación.

Adusta y despótica a pesar de ser joven, la profesora Genoveva era temida por maestros y alumnos. El izamiento de la bandera temprano en la mañana era un acto de carácter militar, supervisado estrictamente por ella, lo cual, a decir verdad, no difería de las demás escuelas. A la salida de clases al mediodía la directora, acompañada de parte del personal docente, se posicionaba invariablemente a la puerta, justo delante del busto de Trujillo, mirando intermitentemente a derecha e izquierda, escrutando las filas; había que caminar correctamente.

Yo, niño un poco travieso, de vez en cuando lanzaba unos chillidos inarmónicos para disfrutar oyéndolos retumbar en los espacios vacíos. Y eso hice un mediodía, como estaba casi de último en la fila. Mi aula quedaba a la izquierda.

Ramón Arturo Guerrero, autor de esta columna, junio 1961
Ramón Arturo Guerrero, autor de esta columna, junio 1961

A continuación entré al baño, pero vi que la directora me hizo a lo lejos el gesto que en dominicano significa “No te apures…”. Cuando llegué donde ella ya casi no había nadie en el pasillo. Esa mujer me asestó una galleta que di vueltas como un trompo.

Cuando llegué a mi casa, situada a apenas cuatro cuadras de la escuela, mi mamá se puso como el diablo. Quería ir enseguida a pedir cuentas. Pero, sus amigas y vecinas la persuadieron; entre ellas Josefa Surriñach, esposa del que luego sería general Simón Tadeo Guerrero y Marcia Mejía de Marte, esposa de José Marte; no sé si también intervino Carmela estrella, esposa del coronel de la Policía doctor Ramón Abraham Rodríguez Arias. El caso es que ella “dejó eso así”, como se acostumbraba decir entonces.

Durante los años que seguí viviendo en el ensanche Luperón, hasta 1975, al pasar frente a la casa de la directora en la calle 25 Oeste detrás del destacamento de la Policía me pasaban por la mente pensamientos nada sanos. Años después de la guerra, cuando tuve a mi alcance los medios para ello y existía el entorno favorable para la venganza, hice igual que mi mamá: “dejar eso así”.

Con la profesora Genoveva, que tenía muchos abusos a su cargo, ocurrió igual que con otros funcionarios de la burocracia trujillista. Como su hermano, uno de los fundadores de la universidad Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), quien todavía en 1990 recibía nombramientos. El 22 de julio de ese año el presidente Joaquín Balaguer expidió su decreto 255-90, que decía: “Artículo 1.- El Dr. Luis Alfredo Duvergé Mejía queda designado Miembro del Consejo Nacional de Educación, en sustitución del Prof. Antonio Cuello, renunciante”.

La profesora Genoveva, por su parte, recibió pensiones y condecoraciones, como consta en la última de estas distinciones del Estado, emitida en 2004, cuando ya era viuda:

CONSIDERANDO: Que la profesora Genoveva Duvergé viuda Zorrilla ha sido una maestra dedicada, por más de 45 años, al magisterio nacional;

CONSIDERANDO: Que por sus años de servicio a favor de la educación pública, la profesora Genoveva Duvergé viuda Zorrilla fue condecorada con la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, en el Grado de Caballero;

CONSIDERANDO: Que después de tantos años de servicios a la nación, la profesora Duvergé viuda Zorrilla fue pensionada y percibe en la actualidad la suma de mil quinientos pesos (RD$1,500.00), monto que le resulta insuficiente por el alto costo de la vida;

CONSIDERANDO: Que la profesora Duvergé viuda Zorrilla padece de hipertensión arterial, enfermedad que le imposibilita desarrollar sus actividades normales y la cual no puede tratarse porque no tiene los recursos económicos necesarios.

VISTO: El decreto No.429, del 19 de noviembre de 1991; que le otorga una pensión mensual del Estado a la profesora Genoveva Duvergé viuda Zorrilla.

VISTA: La ley No.379, del 11 de diciembre del 1981, sobre Pensiones y Jubilaciones Civiles del Estado.

HA DADO LA SIGUIENTE LEY: Art. 1.- Se aumenta de mil quinientos pesos (RD$1,500.00) a la suma de seis mil pesos (RD$6,000), la pensión mensual del Estado que recibe la señora Genoveva Duvergéviuda Zorrilla. Art. 2.- Dicha pensión será pagada con cargo al Fondo de Pensiones y Jubilaciones Civiles del Estado, de la ley de Gastos Públicos.

DADA en la Sala de Sesiones de la Cámara de Diputados, Palacio del Congreso Nacional, en Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, capital de la República Dominicana, a los dieciséis días del mes de noviembre del año dos mil cuatro; años 161° de la Independencia y 142° de la Restauración. Alfredo Pacheco Osoria, Presidente.

Todavía hay muchos que piensan, entre quienes me cuento, que para la sociedad dominicana saldar definitivamente las cuentas con el trujillismo era preciso no solo juzgar a su legión de asesinos y torturadores, sino también a las elites burocráticas, intelectuales y empresariales que sostuvieron aquel régimen de oprobio y se beneficiaron de él.