Remontando en la memoria, desde principios de la década del 1980 la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc. tenía en su carpeta de proyectos editoriales reeditar la obra ESCRITOS de Ulises Francisco Espaillat. Finalmente se programa poner el libro en circulación con motivo del 110 aniversario del fallecimiento de Espaillat el 25 de abril 1988, y la Directiva presidida por el Dr. Frank Moya Pons nos honra con el encargo de redactar unas breves palabras de presentación de la obra para el evento.
Con tan ambicioso encargo nos abocamos a una nueva lectura de los ESCRITOS, y el resultado es un trabajo titulado Sobre el Bien y el Mal de la República, en alusión a un ensayo que el insigne prócer escribiera hacia 1856. Aparentemente el preciado texto no ha sobrevivido las vicisitudes del tiempo, pues a pesar de los grandes esfuerzos desplegados en bibliotecas y archivos de las principales capitales y centros académicos durante décadas, no hemos encontrado un ejemplar de este opúsculo.
Para bien o para mal, esa relectura de los ESCRITOS de Espaillat nos condujo a concluir que el denominador común de la profunda crítica constructiva del civilista es su denuncia de la ignorancia imperante y la falta de conocimientos básicos de la población, y que cualquier solución necesariamente pasa por la ruta de una educación básica de calidad para todos los dominicanos. Para sorpresa nuestra, en nuestro proceso de reflexión descubrimos que habiendo transcurrido más de un siglo desde el fértil pensamiento de Ulises Francisco Espaillat, la situación en 1988 permanecía esencialmente inalterada, con un abandono total de la educación básica publica, y hace veintiséis años concluimos:
Como Espaillat, creo innecesario alargar estas palabras para convencerles de la profundidad y el valor del pensamiento social del prócer. Sí quiero aprovechar la oportunidad para invitarles a estudiar a fondo los conceptos emitidos por el ilustre patricio y a sopesar en nuestros días el riesgo de dejarnos abatir por los irritantes problemas de nuestra vida diaria – los apagones, la basura, la devaluación acelerada de nuestra moneda, la burocracia estatal, los controles de precio, entre muchos otros – sin meditar sobre la necesidad crítica de difundir conocimientos básicos y tecnología apropiada entre la ciudadanía, si a largo plazo queremos mejorar la calidad de vida en nuestra sociedad, y legar a nuestros hijos y nietos un futuro promisorio. No estamos hablando de la educación de nuestros hijos, que de seguro tendrán garantizada una instrucción si no brillante por lo menos adecuada; sino de los hijos de los campesinos y chiriperos con quienes deberán nuestros hijos compartir el destino de la nación. Como apóstoles de Espaillat, debemos “concientizar” a nuestra sociedad de la conveniencia – digamos la imperiosa necesidad – de dedicar ingentes esfuerzos y sacrificar cuantiosos recursos en aras de la instrucción pública a la mayor brevedad, aun si los frutos de esta siembra no los habremos de cosechar en esta generación, y por tanto este gasto público deberá ser un verdadero sacrificio político. Debemos crear conciencia en el pueblo para que exija del Estado y de la sociedad ante todas las cosas la alimentación espiritual de la instrucción, que será la base de su sustento material en el futuro, y es el derecho elemental en toda sociedad democrática, pues debe ser la base para garantizar la igualdad de oportunidad a todos los ciudadanos y ser la espina dorsal de la democracia económica. Los recursos mejor empleados son aquellos dedicados al aumento del capital humano, por lo que citando a Espaillat de nuevo:
“Apelemos a las escuelas. La presencia de la inocencia, bebiendo en las fuentes del saber humano, quizás conmovería las fibras del corazón de esos hombres que todo lo posponen a la consecución de sus inmorales fines. Multipliquemos las escuelas, por más que nos cueste; abandonemos por mucho tiempo la manía de la ostentación, y no malgastemos en fuego de artificio el dinero que tanta falta nos hace para educar la infancia e ilustrar la juventud: disminuyamos nuestros vicios, y, si no basta, privémonos del pan material, para poder suministrar al pueblo, en abundancia, el alimento del espíritu”.
Sin embargo, creo que en el presente, abatido como estamos por problemas más visibles, no prestamos la suficiente atención a la instrucción pública y a la divulgación de conocimientos básicos, sobre todo en la preparación de los maestros de escuela y demás personal que deberá encargarse de la importante tarea de formar e instruir a la juventud. En otros campos de la educación, como lo es en la formación de personal auxiliar de oficina y administración y en la formación de técnicos agrícolas, para citar solo dos ejemplos, la iniciativa privada ha obtenido logros de importancia. Escasa, por no decir inexistente, ha sido el aporte de la iniciativa privada en los últimos veinticinco años a la formación de maestros y la extensión de la instrucción primaria a las nuevas generaciones de dominicanos. Tampoco hemos realizado un esfuerzo por exigirle al Estado que asuma la responsabilidad de brindar instrucción pública adecuada a toda la ciudadanía, y somos cómplices en permitir que los servicios públicos de enseñanza hayan prácticamente desaparecido en todos los niveles. Creo que en los Escritos de Espaillat podemos encontrar la inspiración y la fuerza para echar la batalla contra la ignorancia y a favor de una óptima instrucción pública como el camino más eficaz hacia el desarrollo integral de nuestra sociedad; y que deberá ser la iniciativa privada que eche la zapata de este magno edificio espiritual “concientizando” a todos los sectores de la conveniencia y necesidad de esta “palanca” del desarrollo. Para esta magna tarea hacemos un llamado especial a los medios de comunicación social (el periodismo de Espaillat) para que hagan conciencia en la ciudadanía, y por qué no, a nuestras instituciones educativas privadas para que den el ejemplo estableciendo un Instituto- modelo para la formación de nuevas generaciones de maestros que puedan dirigir la regeneración de la instrucción pública en nuestra sociedad. Creo que simbólicamente hemos dado hoy el primer paso al llevar colectivamente una azucena a la tumba de Maria en reconocimiento a la pureza de sus intenciones y la justeza del pensamiento de Espaillat sobre el bien y el mal de la República, y publicando esta tercera edición de los ESCRITOS DE ESPAILLAT, único monumento tangible legado por el preclaro civilista a su amada Patria.
Nuestro llamado a la acción en base a la lectura de textos escritos hacía más de un siglo por Ulises Francisco Espaillat ciertamente pasó desapercibido ante el público esa tarde del 25 de abril 1988 cuando dimos a conocer Sobre el Bien y el Mal de la Republica, excepto por una persona. Pero ese caballero que escuchó los argumentos de Espaillat hizo de la “educación de calidad para todos” su causa para el resto de su vida, entregándose como un obsesionado a la tarea de mejorar la escuela pública dominicana. Además, el Ing. Gustavo Arturo Tavares Espaillat era descendiente directo del ex Presidente Espaillat, y asumió como una herencia familiar la responsabilidad de ayudar a hacer realidad el sueño de su ilustre antepasado. (sigue).