Desde la fundación de la República, el grado de General se constituyó, más que en un rango militar que definía el máximo rango en la profesión de las armas, en una condición jerárquica dentro de la sociedad que podía encajar en la dirigencia de cualquier área de actividad. De este modo, patronos, hacendados, hateros y líderes políticos recibieron esa designación desde los tiempos de nuestra independencia.
Los Generales de la Primera y Segunda República, aunque los hubo que fueron excelentes y cultas personalidades, procedían principalmente del caudillismo rural, incultos y sin ninguna formación militar. Algunos se forjaron en el fragor de las luchas independentistas y otros del bandidaje montonero. Unos y otros aparecen entre los principales protagonistas de nuestra vida republicana.
La heterogeneidad de razones para otorgar el máximo rango militar en la República Dominicana, explica tanta disparidad en la personalidad y comportamiento de quienes lo han ostentando a través de nuestra historia. Así como tuvimos generales que fueron grandes héroes independentistas y restauradores, los hemos tenido cobardes, tiranos represivos, corruptos y traidores entreguistas de nuestra soberanía.
Frente a la larga lista de Generales que como Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Hereaux y Rafael Leónidas Trujillo, que tanto daño hicieron a la nación dominicana, hay que citar a Juan Pablo Duarte, Ramón Matías Mella y a Gregorio Luperón, tres grandes Generales que se destacaron por su valentía, su nacionalismo y el desinterés personal en las luchas por nuestra independencia.
Juan Pablo Duarte, pensando en sus planes para independizar a la nación dominicana, estudió tácticas y estrategias militares en su preparación personal en Europa. Al retornar al país, ingresó a la Guardia Nacional Haitiana (en la cual no recibía ninguna paga). En el año 1842 fue ascendido a Capitán y luego a Coronel de ese cuerpo armado de la ocupación haitiana donde se había infiltrado como parte de sus planes separatistas.
En el año 1838(el 16-7-38), además de ser nombrado Presidente de la recién creada sociedad secreta La Trinitaria, los miembros de ese grupo independentista lo designan Director General de la Revolución y General en Jefe del Ejército Revolucionario.
En el año 1844, la Junta Central Gubernativa ascendió a Juan Pablo Duarte a General de Brigada y en el año 1994, el Presidente Balaguer lo nombró como General del Ejército Dominicano. Tanto Juan Pablo Duarte como luego lo sería el prócer restaurador Gregorio Luperón, en su oportunidad, fueron nombrados como Generales y Presidentes de la República, honor al cual declinaron a pesar de los méritos acumulados en aras de nuestra independencia.
Matías Ramón Mella, quien en 1844 fue designado Coronel y posteriormente General del Ejército dominicano y Gobernador del Distrito de Santiago y del Cibao, demostró su gran valentía y arrojo personal al encender la chispa de las acciones independentistas con su trabucazo en la Puerta de la Misericordia el 27 de Febrero de 1844. En Santiago coordinó las acciones previas a la Batalla que se libró el 30 de Marzo de 1844, donde también se destacó el General José María Imbert. Mella estuvo al lado de Pedro Santana hasta que este se comprometió con la anexión.
El generalato ha descendido en los últimos tiempos, no solo por la aludida “cualquierización” derivada de la sobrepoblación nominal, sino por las desmedidas apetencias de poder y dinero y la vocación antidemocrática de algunos de sus miembros. Prevarican por riquezas; se comprometen en narcotráficos y contrabandos; ante la oportunidad de servir con honor a la patria, la han entregado a poderes extranjeros; se han comprometido en vergonzosos golpes de Estado; Mendigan posiciones y rangos con políticos; Si son Generales, quieren ser “Generalísimos” y luego Presidentes para convertirse en tiranos. Así se ha creado una tradición de Generales dictadores, corruptos, represivos y abusadores, lo que explica un menosprecio visceral de la sociedad a esa condición militar.
Afortunadamente este perfil en la más alta jerarquización militar, desaparece en proporción a los avances democráticos y la concientización de nuestros militares sobre su encaje e identificación con la sociedad dominicana. Sin embargo, nunca se puede descartar el fantasma del retroceso. Las veleidades humanas hacen posible su ominoso retorno. Y es oportuna la ocasión de nuestra Independencia Nacional, para recordar a nuestra oficialidad militar lo ejemplarizante que fueron los Generales Juan Pablo Duarte y Diez, Ramón Matías Mella y Gregorio Luperón, pilares fundamentales de nuestra independencia y restauración.
La excelencia profesional y cultural o evitar la degeneración moral, no ha sido frecuente entre los más destacados Generales de nuestra historia. La pérdida de valores ha resultado tan drástica en los militares como en el resto de una sociedad tan degradada. Una serie de hechos vergonzosos, son testimonios de un comportamiento histórico ocasionalmente indebido. Recordar en estas fechas épicas a los más impolutos generales dominicanos, debe ser un estímulo de superación para las nuevas generaciones militares. Ejemplos que se deben emular.