Yo me acuerdo aún, aquella cara de superioridad difícilmente se le borraba cuando sacaba de su caja rosada a la curvilínea muñeca. Aunque yo gozaba de ciertos privilegios, tales como, un abrigo nuevo cuando llegaba el frio, pelo largo y lacio y ser uno de los “ángeles” deseados cuando jugábamos a Matarile rile, ron; lo cierto era que yo no poseía un familiar cercano viviendo en Nueva York.
De hecho, yo era una mozuela que lo poco que sabía de ese lugar, era que allí se hacían muchas películas, y de acuerdo con ellas, los carros volaban unos tras del otro, entre matones y policías. Así que yo no aspiraba a que ninguno de mis familiares se fuera para aquel lugar.
Sin embargo, otras cosas se conseguían allí. Como los rolos eléctricos que secan el cabello a los pocos minutos porque se conectan y te los pones calientes! WAO qué chulería! Pero la vecina los mantenía en su caja, no los prestaba, porque eran una reliquia, y no lo usaban ni siquiera para amansarles los rebeldes risos de sus hijas, mis amigas.
De igual forma, por tener familia en Nueva York, esta joven, que era de varios bloques calle arriba, y por tanto, no jugaba a menudo con nosotros, los del barrio!; ella sintiendo la urgencia de estrujarnos el poseer la flameante muñeca; había caminado sin permiso, las más de doscientas yardas desde su casa hasta la mía, para que viéramos su nueva Barbie.
La rubia y esbelta mujercita de pies empinados y perfecta sonrisa no se parecía a ninguna de nosotras. Chiqui quien fuera la más blanca de todas, era lo que se denominaría “una jabada” pues el color castaño de su cabello era tan natural como el remolino de indomables rizos, producto de la pugna de genes entre ancestros negros y mestizos.
Me la trajo mi tía fulanita, decía con tono aplastante mientras bailaba su cabeza entre los hombros. Y es que todas teníamos muñecas, pero eran rellenitas. Algunas traían un segundo set de ropas y unos zapaticos blancos planos, porque así parabas a tu muñeca. Yo tenía el privilegio de que “Los Reyes” me habían dejado una ¡que hablaba!. Pero allí mismo me destronaron, si porque Barbie traía zapatos de tacón, dos pares!, tres mudas de ropas, fiesta-casual y deportiva- pintalabios, espejo y un cepillo.
Sí, tú podías peinar aquella larga y bien ordenada rubia melena, una vez les quitaras el plásticoque la sujetaba. Yo sabía que desde que eso pasara, por más inglés que hablara la muñeca, terminaría en greña, como mis vecinas con todo y rolos eléctricos. Pero, mi amiga y su mamá también, por tanto estaba prohibido soltarle el cabello, así como el que nosotras la tocáramos. La dueña exhibía su trofeo y accedió a sacarla del empaque, para que viéramos que esta Barbie doblaba las rodillas y los codos!Wao! No era tiesa! Otra ventaja. La bendita tecnología era lo último y por tanto, en las farmacias o jugueterías de mi pueblo estas Barbies eran incomprables. Y encima, mi papá ni en sueños gastaría semejante fortuna en una muñeca, así que yo me convencí de que pasarían muchos, pero muchos años para que yo me viera con una rubia entre mis manos.
Sin embargo, fui feliz. Mis tardes después del colegio eran fascinantes, jugando afuera, maroteando frutos y jugando en grupo. Lo menos que me pasaba a mí por la cabeza entonces era que un día yo, si yo viviría en Nueva York!!! (Bueno, en los Estados Unidos mejor dicho).
Tampoco evalué aquel día la posibilidad de que las Barbies fueran tan abundantes y hasta las hicieran con mi color de piel y tipo de pelo (claro siempre una versión mejorada, altas, super esbeltas y con los pies empinados) La generación hija de los “BabyBoomers” heredamos la firme convicción de que se les puede y debe dar a los hijos lo que nosotros no tuvimos, y por eso somos el producto de una mezcolanza ya no sólo de genes, sino de teorías de crianza, en el que se dicen muchas cosas, pero ninguna parece funcionar. Yo particularmente, he decidido hacerles caso a Dios y a los viejos, en aquello de que mis hijos deben ganarse lo que desean, porque lo que se adquiere fácil, fácilmente pierde valor. Y lo viví precisamente con una Barbie.
Mi hija ha tenido el privilegio de recibirlas de regalo, cual si fuera un efecto compensatorio al hecho de que yo nunca tuve una. Sin embargo, no ha sido a propósito, simplemente, las populares muñecas se han hecho asequibles. Yo satisfice cualquier vacío muñeca-existencial que me hubiese dejado aquella infantil carencia, viendo cómo mi hija tenía cuantas versiones de Barbies ha querido, hasta llegar al punto, de que las ha tenido despeinadas, desnudas, con alas de mariposas, con colas de sirena y finalmente decapitada. Así es, una de las elegantes Barbies perdió la cabeza dentro del baúl de juguetes en el que fue olvidada.
Cuando hablé con mi hija de cuidar mejor sus juguetes y de la realidad de que muchos niños nunca han tenido juguetes así (y no me refería a mi pasado, sino a que hay muchos chicos pobres en el mundo deseando cualquier buen juguete) ella me dejó ver que su interés no está más en Barbie, sino en los Legos Friends, los cuales quiere coleccionar. Por eso, ahora, quiere que cada semana se le compre un set de estos. Yo vi mi oportunidad dorada ante mis ojos y claramente establecí que ya no compro un set más. Tú tendrás que ahorrar tus mesadas y te irás comprando esos juguetes con tu propio esfuerzo –le dije. Tal vez así no te aburrirás de ellos pronto, ni las piezas andarán rodando como la cabeza de esta Barbie.
Mi hija me ha protestado la sentencia, y aunque así lo seguimos haciendo, cada vez que vamos a las tiendas, no deja de insinuarme que tal set está en oferta, o que acaba de salir tal o cual otro. Sin embargo, aunque vivimos “en Nueva York” y aquí pones una sopa en el microondas, le echas el polvillo y resuelves tu deseo de una sopa china en minutos, yo me mantengo firme en que no se complacen todos los gustos, y ella va a saber que cuando quiera algo, tendrá que trabajarlo y ganárselo. Y es que ya se le quemó el gusto por las Barbies, porque tenerlas les supo a segundos de microondas:
Las quiero, las tengo, y poco después, ya no me importan. El último set de Legos que se compró lo ha armado y rediseñado de tantas formas diferentes, que podrían contratarla en esta juguetería. Y eso me alegra, pues está haciendo precisamente lo correcto; disfrutar lo que quería y por lo que trabajó. Es como comernos un sancocho dominicano bien hecho, en un día lluvioso. Hay que prepararlo, pelar los víveres, sazonar las carnes, y pasar por todo el proceso, pero cuando está en tu mesa, no hay sopa china de microondas que se le pare al lado. Y aunque congeles el restante y otro día lo calientes en el microondas, aun así te trae satisfacción.
Proverbios 13:4-11 El alma del perezoso desea, y nada alcanza;
Mas el alma de los diligentes será prosperada.El justo aborrece la palabra de mentira;
Mas el impío se hace odioso e infame.La justicia guarda al de perfecto camino;
Mas la impiedad trastornará al pecador. Hay quienes pretenden ser ricos, y no tienen nada;
Y hay quienes pretenden ser pobres, y tienen muchas riquezas.El rescate de la vida del hombre está en sus riquezas;Pero el pobre no oye censuras.La luz de los justos se alegrará;Mas se apagará la lámpara de los impíos.Ciertamente la soberbia concebirá contienda;
Mas con los avisados está la sabiduría.Las riquezas de vanidad disminuirán;
Pero el que recoge con mano laboriosa las aumenta.
Dios te Bendiga!