Existe un vínculo muy sólido y antiguo de hermandad entre el Perú y la República Dominicana que lamentablemente no ha sido debidamente relievado por gran parte de la historiografía de este país; solo algunos de sus historiadores y la Masonería dominicana lo han honrado, destacando dos momentos cumbre en la antigua relación bilateral.
En primer término, se debe hacer referencia a la figura del presbítero y educador Gaspar Higinio Hernández Morales quien nació en Lima, Perú, el 6 de enero de 1798. Hijo de Francisco Hernández, nativo de Galicia, y de la limeña Juana Morales. El sacerdote peruano de la Orden Dominica, además de religioso fue Mentor y profesor de Juan Pablo Duarte a quien enseñó Filosofía, Teología y Moral religiosa (1). Algunos estudiosos dominicanos dan cuenta que también fue un influyente maestro de los jóvenes revolucionarios congregados en la sociedad secreta La Trinitaria. Cabe anotar que entre 1832-1834 fue profesor de Matemáticas y Filosofía en el Colegio de San Ildefonso, en San Juan, Puerto Rico (sic). La prédica de Hernández lo inscribe como uno de los ideólogos en el proceso de separación de la invasión haitiana que culminó, el 27 de febrero de 1844, con la independencia nacional gracias al liderazgo de Duarte y los Trinitarios, Padres de la Patria dominicana. Como se recordará, en República Dominicana ya había sido previamente declarada la independencia, decisión que fue proclamada por José Nuñez de Cáceres el 1º de diciembre de 1821, aunque, debe ser mencionado, ésta solo duró nueve meses cuando acaeció la invasión del líder haitiano Jean Pierre Boyer unificando la isla. Por tal razón, la academia dominicana ha venido en denominar tal primer momento de su historia como “la Independencia efímera” o “ficticia”, como la califica el historiador Santiago Castro Ventura (2).
El clérigo peruano, quien entre febrero de 1851 y febrero de 1853 fuera elegido Diputado o Tribuno Electo por la Provincia de Santiago, en su convicción, libertaria y patriota, sirvió entre los principales abanderados que cobijaron el ideal soberano de República Dominicana. Con tal propósito cultivó entre sus alumnos la consciencia sobre los derechos fundamentales del hombre, las formas de gobierno, el significado de la Constitución, el derecho al sufragio y el principio del uso legítimo de la autoridad. Fue un activo animador de la inicial idea separatista y, luego, manifiestamente republicana como muestra su labor legislativa habiendo sido presidente de su Cámara.
Recogiendo una cita del historiador dominicano Juan Isidro Jiménes Grullón en “La ideología revolucionaria de Juan Pablo Duarte”, el Padre Gaspar Hernández, luego de escuchar una fervorosa apología por la separación de Haití, realizada por Juan Pablo Duarte, respondió: “Aquí me quedaré por siempre a compartir vuestra lucha”. “Diario Libre” publicó en edición del 14 de febrero de 2021, lo siguiente: “Se considera que el religioso prestó grandes servicios a la causa libertadora. Se opuso abiertamente a la dominación haitiana”. Existen discusiones entre los estudiosos dominicanos acerca de que si era o no favorable a la independencia o a la separación. Es un tema en debate pero que estimo merecería ser evaluado a la luz y criterios tanto del tiempo como del espacio histórico en que ocurrió. Lo que sí es claro y consta en el propio juramento de Juan Pablo Duarte -a quien el peruano acompañó y educó- así como en el juramento Trinitario, es que su entrega y consagración fue para: “ …implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera que se denominará República Dominicana…”.
El 9 de septiembre de 1907, República Dominicana honró al sacerdote peruano y su memoria creando un Municipio en la costa norte que lleva su nombre. No obstante ello, muy pocos dominicanos conocen que el presbítero era peruano y que se comprometió junto a Duarte en la lucha por la libertad dominicana. Tampoco conocen que, además, llegó a ser Presidente de la Cámara de Diputados y, luego, entre abril de 1852 y enero de 1853, Presidente del Tribunado (3).
Continuando con los “vínculos olvidados”, se debe hacer referencia, en segundo término: al importante y permanente apoyo brindado tanto a Duarte como a la causa dominicana por el Presidente peruano, Mariscal Ramón Castilla, siendo quizás, sino la única, una de las muy escasas acciones de cooperación internacional latinoamericanas recibida por República Dominicana para la causa libertaria. En alcance a esta última afirmación, seria conveniente recordar también que entre los motivos que algunos académicos mencionan para justificar el calificativo de “Independencia Efímera” figura “la falta de apoyo internacional con que contó la naciente República Dominicana” (sic), afirmación imprecisa de la que comentaré mas adelante. Castilla, americanista e integracionista, fue consciente de la necesidad libertaria dominicana. En un primer momento contribuyó con recursos económicos ,que entregó en Venezuela a Juan Pablo Duarte, para financiar la independencia de la República Dominicana, de Haití. Pero, debe ser dicho, no fue la única oportunidad para brindar su incondicional apoyo. Años después, en 1861, en ocasión de la singular decisión del presidente Pedro Santana para la anexión y reincorporación de República Dominicana a España, ocurrió un segundo momento.
La decisión de Santana provocó la indignación del presidente peruano quien protestó y asumió el liderazgo de dicha causa en América. Por intermedio de su Canciller, José Fabio Melgar, el 24 de agosto de dicho año, cursó una Nota circular a todos los gobiernos latinoamericanos mediante la cual propuso “la alianza defensiva para rechazar la reconquista, cualquiera sea el nombre con que se la disfrace” (4). Afirmó que “al desconocerse la existencia legal de una República Americana, que antes fue colonia, se desconoce virtualmente el derecho de soberanía de las demás” (5). El mandatario peruano calificó la acción del presidente dominicano como “alta traición” y declaró que “el Perú no reconoce la legitimidad de dicho acto; protesta solemnemente contra él y condena las intenciones en el Gobierno de Madrid hacia la América republicana” (6).
El Canciller Melgar concluyó la citada Nota formulando una solicitud para obtener la cooperación de los Cancilleres latinoamericanos a fin de “…conjurar oportunamente el peligro que correría la América, si España o cualquiera otra potencia desarrollase las pretensiones que se han iniciado en Santo Domingo; y la invita a que, de común acuerdo, se adopte la política para conjurar, en el caso previsto, calamidad de tanta trascendencia” (7). En consecuencia y coherencia con la decisión adoptada, el Gobierno peruano desarrolló una activa e intensa labor en la región pero, con pesar, no encontró apoyo en otras Cancillerías. La protesta peruana fue acompañada, tiempo después, tan solo por Haití.
Con independencia de contar entre los valiosos y sobresalientes hermanos, con los propios Duarte y Castilla, la Masonería dominicana ha reconocido el apoyo incondicional y la politica exterior del presidente peruano erigiendo un busto en su memoria. Está ubicado al empezar la avenida Lincoln, en el cruce con la Avenida Washington, muy cercano al colegio jesuita “San Ignacio de Loyola”, gesto que me alegra y honra pues soy “deformación jesuita”.
En líneas previas hice alusión a que algunos estudiosos dominicanos señalan entre las causas que produjeron el término de la “Independencia efímera” a “la falta de apoyo internacional”. A la luz de documentos publicados por la Cancillería dominicana en 2018, quizás sería pertinente -por rigurosidad histórica- que los académicos pudieren revisar los intereses envueltos, la acción exterior del gobierno en el siglo XIX, así como la procedencia y expectativas del apoyo, cooperación o asistencia esperados y que estarían contenidos en la mencionada expresión. En dicha perspectiva, deviene interesante anotar que en el recuento oficial de la política exterior dominicana 1844-2000, libro publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores el año mencionado, bajo la autoría y coordinación del Sr. Eduardo Tejera, se enumera el desarrollo y prioridad de la acción exterior de los sucesivos Gobiernos dominicanos hasta 1899, periodo en el que -salvo menciones a Haití, Cuba y Puerto Rico- no se cita otro país o territorio latinoamericano, privilegiando sí a las grandes potencias de la época que son taxativamente aludidas en el texto. Por ser materia del presente trabajo, me corresponde precisar que tampoco hay mención alguna al incondicional y permanente apoyo brindado por el Gobierno y la política exterior peruana.
El libro en comento recoge estudios de la reconocida historiadora Dra. Mu-Kien Adriana Sang Ben, la que, en su obra “La Política Exterior Dominicana 1844-1861”, describió que “los ejes fundamentales de la Primera República fueron: 1) Gestionar el reconocimiento del país ante las naciones. 2) Gestionar el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con las naciones más importantes para el arranque del país. 3) Negociaciones secretas con Francia, Inglaterra y España para el reconocimiento, la protección militar o un protectorado del país como una forma de protección ante el vecino intervencionista. 4) Establecimiento de relaciones diplomáticas con la emergente potencia de Estados Unidos”. La acuciosa investigación de la Dra. Sang Ben va más allá. En la página 73 del citado recuento oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores, la historiadora señala que en el período 1866 a 1899, la política exterior dominicana estuvo dictada por “tres ejes políticos fundamentales que fueron producto de las deficiencias internas políticas y económicas y por la correlación de fuerzas e intereses de las principales potencias, como Francia, España, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos”. Agrega la estudiosa que, en dicho período, si se registraron “pequeños contactos con países hispanoamericanos, de Europa Central o del Asia” y enumera que “…los ejes de la política exterior fueron: 1) las relaciones conflictivas con la República de Haití en varios frentes: el militar, comercial, político y el fronterizo; 2) las relaciones con los Estados Unidos y el deseo de los gobernantes dominicanos de firmar un contrato de arrendamiento o anexión de la Península de Samaná, y hasta la anexión del país, con sus vertientes de presiones y antagonismos con varios países europeos; y, c) la activa diplomacia financiera, encaminada a buscar recursos en la forma de empréstitos con firmas bancarias de Europa y colocar bonos dominicanos, primero en las plazas de capitales europeas y, después de 1892, en los Estados Unidos”.
La República Dominicana y el Perú establecieron relaciones diplomáticas el 6 de abril de 1874, es decir, hace 147 años, que son testimonio de ininterrumpidos vínculos de solidaridad soberana, amistad y cooperación entre ambas naciones. Hace pocos días las Cancillerías de ambos países conmemoraron tan feliz y formal inicio de la relación bilateral. Cabe destacar que, en el antiguo distrito de Jesús María, convertido hoy en importante zona céntrica de la capital peruana, se nombró a una crucial avenida con el nombre de “República Dominicana”. Asimismo, en una plaza pública de Lince, distrito vecino del anterior, existe desde 1962, una placa en honor de Juan Bosch -cuando visitó nuestra capital- donde el entonces embajador dominicano, Rafael Julián, pudo rendir honor a su compatriota, el ilustre y vital político dominicano. Es el caso que, a pesar de los innegables vínculos entre ambos países y naciones, no existe aún avenida o plaza alguna que reciproque las distinciones otorgadas por las autoridades peruanas, por lo que sería altamente significativo, como un acto de reconocimiento, darle el nombre de “República del Perú” a una plaza o avenida importante de la ciudad capital, Santo Domingo de Guzmán.
Santo Domingo de Guzmán, 6 de mayo de 2021
- “El Padre Gaspar Hernández Morales, M.I. (1878-1858) y su verdadero aporte al movimiento independentista”. José Luis Sáez Ramo, Ediciones Clío, Año 71, junio 2003, página 159
- “Duarte en la Proa de la Historia”, Santiago Castro Ventura, Editora Manatí, 2005
- Op. Cit. José Luis Sáez Ramo, página 169
- “Relatos de una isla”, por Rosa Garibaldi. Ediciones Clío, 31 de enero de 2010 República Dominicana.
- (6) y (7) Op. Cit