Desde ayer se cuentan los votos, pronto tendremos ganador. El resultado será proclamado entre protestas y denuncias de fraude, luego volvernos a la rutina y al mismo navegar hacia un destino inexorablemente desastroso. Ha ganado un continuismo fatal del que muchos hubiésemos querido liberarnos, aunque sabíamos desesperanzados que era imposible. Los indicadores políticos sociales, la realidad que seguiremos viviendo después de esta reelección, indican, avaladas por la historia, una tragedia en el horizonte. Hay hechos que siempre llevan al desastre, a un final que “no puede no ser”, aterrador.
Teniendo en cuenta unos parámetros donde los valores éticos y legales no se tomen en cuenta, esencialmente pragmáticos, indiferentes al bienestar común y al porvenir, tengo que reconocer el éxito político sin precedente de Leonel Fernandez, Danilo Medina, y el Comité Central del PLD. Es portentoso. Mantener el poder por casi dos décadas es una proeza a tomar en cuenta. Hay que felicitarles.
En ese mismo contexto cínico e inescrupuloso, debemos reconocerles una excepcional inteligencia política, nunca antes vista por estos lares. Se han alzado con el santo y la limosna del poder sin ideología ni fuerza bruta. ¡Tremenda hazaña! (Ya advirtió una vez Bolívar: “la inteligencia sin probidad es un azote”)
Primero millonarios, luego el secuestro de las instituciones y los medios de comunicación. Entonces, a lo malvado, fragmentaron y destruyeron esas agrupaciones opositoras decadentes y mercenarias que pudieron haberles causado problemas en el camino: desmantelaron los dos partidos que mantendrían el equilibrio democrático. Decretaron impunidad, asegurándose así lealtades y más dinero. Ni un paso en falso, cuidaron cada detalle. Y luego el remate. A la vista de todos, para que no quedara duda del carácter prostibulario de senadores y diputados, Danilo Medina compró el cambio constitucional sin el menor sonrojo. Un flato indecente en contra de la legalidad.
Nadie podía ganarles, mucho menos una oposición timorata y desfasada, incapaz de atacar de frente y sin misericordia. Desperdiciaron escándalos locales e internacionales tratándolos con sospechosa delicadeza. Escándalos de tal magnitud, que bien desmenuzados hubiesen bastado para convencer a las masas dominicanas de que debían sustituir a Danilo Medina.
Cayeron en la trampa programática, olvidándose de quien era el enemigo, que llevaba nombre y apellido; lo trataron con diplomacia, como si la contienda fuera entre suizos. Se les vio temerosos e inexplicablemente castrados. ¿Acaso hubo amenazas o negociaciones de aposentos?
La oposición fue un David sin puntería ni fuerza, no quiso ni supo asestarle una pedrada a la frente del gigante Goliat. Decepcionante fue el liderazgo opositor, ahora débil y sin futuro. Facilito un continuismo fatal del que muchos hubiésemos querido liberarnos, aunque sabíamos desesperanzados que ante un poder tan devastador era imposible.
A partir de hoy cantaremos con Serrat “… y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas. Se despertó el bien y el mal la zorra pobre al portal la zorra rica al rosal y el avaro a las divisas…”