Los conté más de una vez para estar seguro. Son 36 dominicanos y un extranjero los que quieren ser presidentes. La cifra sigue abierta y soporta más delirios. Estamos locos. Eso explica por qué hemos tenido y tendremos a un PLD con placa oficial por mucho tiempo. Nadie muestra un plan ni pone a correr una estrategia. No. Es suficiente el “yo resuelvo”. Cada quien arrinconado en sus quimeras.
Que no disfracen con finuras esta maniática propensión del machismo político. La maldita heredad de ser jefe. En la sabiduría del pueblo el vocablo inmejorable para calificar esta torpeza es “galloloquismo”: ¡como anillo al dedo! ¡Cuántos liderazgos orgásmicos! Lo peor: ¡parece infeccioso! Cada mañana se levanta un tonto humedecido por la misma fiebre. Y encuentra firmas encuestadoras que le hacen eyacular.
El 88 % de los venezolanos opinaba el año pasado que la oposición estaba dividida y que en esas condiciones no podría nunca llegar al poder: así fue y ha sido. Esa desarticulación fue responsable de la segunda victoria de Maduro al margen del control y las urdimbres oficiales. Todos en Venezuela saben el qué, pero no el cómo. El gran desafío es ceder, transigir y ponerse a un lado; hay muchas agendas arraigadas en la oposición. La Mesa de Unidad Democrática, que era el espacio más amplio de participación, está fragmentado. Ana Corina Machado, una de sus líderes, recientemente lanzó una nueva plataforma llamada “Soy Venezuela” a la que al parecer se adhiere Leopoldo López. Busca una salida forzosa en las calles. Henrique Capriles y Henri Falcón, sin embargo, apuestan por un proceso electoral de legitimación. Hay un descontento latente por los intereses y egos que quiebran a una oposición apocada.
En nuestro país el escenario no es distinto. El liderazgo real y el utópico solo piensan en las elecciones presidenciales. En ese esparcimiento se le hace tarde para negociar una propuesta congresual robusta y competitiva aprovechando el envilecimiento de ese órgano del Estado. La lógica sugiere controlar el Congreso y luego ir por el Gobierno. Eso no se entiende. El verdadero poder de contrapeso lo representa el Congreso, pero todos quieren ser presidentes. Cuántos creídos pudieran ser seguros senadores. Recordemos los tiempos en los que del Congreso salían los candidatos presidenciales: Salvador Jorge Blanco, Jacobo Majluta, José Rafael Abinader, Jacinto Peynado, pero hoy resulta ofensivo para cualquier improvisado proponerle una curul; hay que pagarle el precio de su ilusión presidencial, esa que nada más cabe en su estrecha arrogancia. El ejemplo del desprendimiento lo encarnó José Francisco Peña Gómez, quien, siendo el líder, trabajó para otros; después de candidato presidencial se postuló a la alcaldía del Distrito Nacional. Y estamos hablando de uno de los hombres más cimeros de la política dominicana.
Le propongo a los partidos de la oposición abrir una mesa de concertación para llevar boletas unificadas de candidatos congresuales. Ganando la mayoría en el Congreso se envía una portentosa señal en las elecciones presidenciales y se condiciona favorablemente el voto.
Hay muchos que creen que la presidencia les llegará por gravedad o por destino. Lo de Leonel fue una excepción, un accidente dialéctico que se da pocas veces. Para ganarle al PLD hay que conocer su talla. Tiene el poder, el dinero, la ambición y las artimañas. No es invencible, pero sin inteligencia estratégica siempre lo será, algo que precisamente falta en la llamada “oposición”. A veces pienso en un corral de gallos locos.