Hubo un tiempo, no muy lejano, en que ciertos progresistas y personas de izquierda aceptaban acríticamente toda acción de un gobernante si este cumplía con dos precondiciones: primera, que declarara su antiimperialismo, y segundo, que empleara la palabra socialismo en su vocabulario.
Las virtudes milagrosas de estos vocablos hacían que todo el elemento o aparato de criticidad y distanciamiento de ciertos personajes y grupos quedaran anestesiados. Así ha sido durante muchos de los cuarenta años que estuvo en el poder Muhamar El Gadafi. Durante el tiempo de su reinado como un déspota oriental sobre el pueblo Libio las críticas de la izquierda eran inexistentes o casi.
El personaje al principio era simpático, visto desde fuera. Era joven, para algunas personas era atractivo en esa época, antes de que el exceso de botex le diera ese aspecto fantasmal y ridículo que lucía últimamente. Tenía dotes de histrionismo que llamaban la atención y divertían sus excentricidades. Todo eso estaba muy bien, para la galería. Pero hasta que se dedicó a tocar "las narices" a los grandes estados occidentales era un chico malo, pero más bien excéntrico.
Cierto que sus "genialidades" políticas y sus cambios de humor político le trajeron problemas con sus vecinos. Imitador de Nasser, al principio, intentó unir su país a Egipto, hasta sus amores-odios con los palestinos, por no hablar de sus incursiones en África Negra, con su papel en la financiación de la guerra del Chad, su apoyo a Amín Dadá, etc. Toda esa "política exterior" hecha de humores más que programación y racionalidad, condujo a que fuera una figura desprestigiada en el mundo árabe.
Con Occidente, como he señalado, la relación fue más dura y la apelación de "rough state" (estado canalla o que no sigue las reglas del derecho) no le quedaba corta. Aunque luego vendría George W. Bush para superarle en su desprecio del derecho internacional. El atentado terrorista sobre un avión de pasajeros en vuelo sobre el Reino Unido, caso probado y que terminaría admitiendo, lo marginó en sus relaciones internacionales.
Pero ya en los finales de los 90, con su grandes recursos en petróleo y gas, y sus intentos de rectificar y hacerse perdonar de los Estados agraviados por sus actos, llevaron a que, a cambio de indemnizaciones y de facilidades de inversión, le fueran perdonados sus actos de terrorismo internacional y su palabrería pseudo progresista. Si bien antes se le dio una advertencia con un bombardeo de misiles norteamericanos que impactaron en una de sus residencias pero de cuyo atentado salió ileso.
El hombre ya maduro y rumbo a la tercera edad seguía siendo excéntrico, continuaba haciendo su santa voluntad en Libia, repetía sus desplantes en las reuniones de las cumbres árabes, y seguía siendo detestado por los árabes, y muy poco apreciado en el Magreb, aunque políticos conservadores como Aznar le visitaban y cortejaban para obtener negocios para empresas españolas.
Para Berlusconi era una fuente de negocios importante y el intercambio con Italia llegaba a varias decenas de miles de millones de euros anuales, tan estrechos eran los lazos que Italia, es decir, su gobierno, era el principal lobbista de la Libia de Gadafi ante los EE.UU. y ante la UE. George W. Bush, quizás a regañadientes llegó a aceptarlo y ver como positivo sus intentos de acercarse a las posiciones occidentales y aceptar el predominio unilateral de los EE.UU. En el mundo.
Los servicios prestados por Gadafi eran quizás eficaces. No podemos aún saber cuántos militantes árabes fueron entregados a los servicios occidentales como medio de hacerse perdonar sus antiguas culpas acusados de ser de Al Qaeda. Lo que sí sabemos es que Libia ha jugado durante estos años un papel efectivo como muralla de contención de la emigración masiva e irregular de toda el África subsahariana hacia Europa.
En esa especie de luna de miel de Gadafi con Occidente se interpuso un factor incontrolable, las revoluciones democráticas de Túnez, el contagio de la misma en Argelia, pero sobre todo, su impacto en Egipto. Los libios creyeron que ellos también podían torcer el rumbo de su sultán. El resto es de sobra conocido.
Cuando escribo estas líneas es sabido que ha muerto. Siguen las dudas de si fue asesinado por sus captores o fue muerto por "fuego amigo", ya que otra versión afirma que sus seguidores trataron de rescatarlo de los llamados "rebeldes" y en el intercambio de disparos fue alcanzado. De haber sido muerto sin juicio es un acto reprobable, condenable, como antes lo ha sido que esas mismas tropas poco disciplinadas, mataran y atropellaran a todo negro africano que encontraran en su camino (esto es una exageración, sin duda), bajo la acusación de que eran mercenarios al servicio de Gadafi.
Gadafi ha muerto. Sería de malas personas alegrarse de la muerte de alguien, por poco recomendable que fuera, pero hay que convenir que el pueblo libio no ha perdido con él un dirigente que durante tantas décadas en el poder hubiera establecido una sociedad más justa, libre y políticamente respirable. Cierto que el dinero del petróleo hacia que buena parte de los libios vivieran mejor que, pongamos por caso, la población de Niger, pero sus logros son escasos ante tanto ingreso mal empleado.
No alzaré una copa para brindar por la muerte de Gadafi pero sería un hipócrita si no dijera que a mí me importa más el futuro del pueblo libio que la suerte personal de este déspota. Y si, se podrá argumentar que los occidentales ayudaron a derrotarlo para hacer aún más negocios. Eso es cierto.
Si a los banqueros norteamericanos no les importa hundir en la pobreza a millones de ciudadanos de su país en aras de su codicia ¿podemos ejercer de ingenuos pensando que lo único que ha movido a Cameron, Sarkozy y a los demás miembros beligerantes de la OTAN ha sido la defensa de la libertad, los derechos humanos y la democracia?
No peco de tal inocencia pero las acciones crean precedentes. Ahora podemos decir: miremos a otro lado, buscando la ampliación de las libertades y derechos humanos que requieren la ayuda occidental y tal vez de la OTAN en un futuro, ¿Arabia Saudita, Yemen, por ejemplo? La historia continúa. Esperemos que la doble moral vaya en declive.