La sagrada misión de vencer la pandemia corresponde al personal médico que, para ejercer su profesión, asumió el Juramento Hipocrático del 460 a.C,  actualizado en Ginebra en 1948: “Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones”. En 1964 los países sajones adoptaron la versión redactada por el Dr. Louis Lasagna, Decano de  Medicina de la Universidad de Tufts que reitera inviolables compromisos: “Aplicaré todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento y del nihilismo terapéutico”. “Recordaré que la medicina no sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueda ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico”. “Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano el poder de tomar una vida; debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad. Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios”.

Las expresiones “sobretratamiento” y “el poder de tomar una vida” sirven de fundamento para explicar el concepto “futilidad terapéutica” que es cualquier tratamiento que desde el principio no proporciona un beneficio y que seguramente fracasará en su intento de lograr el propósito que se plantea con el paciente. “Una acción fútil es aquella que no puede alcanzar la meta de la acción, sin importar cuántas veces se repita”. No hay obligación moral de proporcionar un tratamiento fútil que provoca sufrimiento y dolor innecesarios al paciente, prolongando innecesariamente su agonía, sin posibilidad de salvarlo y sometiéndolo a un suplicio evitable. Mantener la fase vital de ancianos enfermos constituye un factor existencial para sus familiares y un reto de salud pública, máxime en época de pandemia, por lo cual cobra vigencia el término “Limitación del Esfuerzo Terapéutico” (LET) que debería ser el resultado de un acuerdo médico-paciente o con sus familiares, para no aplicar medidas extraordinarias o desproporcionadas a un enfermo con mal pronóstico vital o mala calidad de vida futura. Existen dos posibilidades en la LET: no iniciando medidas terapéuticas, o retirando tratamientos instaurados que no beneficiarán al paciente.

Cuando el sistema sanitario de España estuvo al borde del colapso allá  limitaron drásticamente los tratamientos. En aquel entonces, no divulgamos esa información, para no alarmar, y para que aquí  no se nos viera como a Jeremías, uno de los profetas del desastre. Iniciando abril el Sistema de Emergencias Médicas (SEM) de Cataluña divulgó una polémica Circular que provocó disimiles interpretaciones. Se aconsejó -no fue una orden- que  los mayores de 80 años no serían intubados con respirador en UCI y, en cambio, serían tratados solo con oxigenoterapia a través de mascarilla. Si el procedimiento no tuviese buenos resultados durante 15 minutos , entonces se aplicaría al paciente tratamiento de confort con morfina para evitar la disnea. Ante  enfermos similares se daría prioridad al personal médico y a pacientes con más potencial de esperanza de vida. Se debía “valorar cuidadosamente el beneficio de ingreso de pacientes con una expectativa de vida inferior a dos años” y, en caso de complicaciones o mala evolución clínica plantear la retirada terapéutica “sin dilación”. El acceso a las facilidades no se haría dando prioridad al orden de llegada sino como resultado de una evaluación que determinaría quién tendría mayor oportunidad de vivir o morir. Confiemos en no llegar a eso.

La pandemia no se vence en hospitales sino con prevención: mascarillas, lavado de manos y distanciamiento. El Dr. Baez señaló que el pico ocurriría en la “primera/segunda semana de mayo”  pero la curva no se aplanó por indisciplina espontánea, con indiferencia de las autoridades. Es innegable que  también fue inducida por irresponsables  reparticiones populistas, procurando votos para el derrotado candidato gubernamental. Para evitar que el sistema sanitario, originariamente frágil, sea desbordado en forma irremediable, se ha planteado un nuevo estado de emergencia de 45 días. Según el Dr. Baez  “el sistema está Estresado NO colapsado”  y que “El Estrés está en UCI en Sto Dgo y Stgo”.Agregó: “Estamos aumentando la capacidad del sistema de salud”. Así se cumpliría   con el principio ético de “no maleficencia” o “primum non nocere” que es la la obligación de no hacer daño ni perjudicar al paciente y, además, prevenir un posible daño. No atender a un enfermo, es el peor daño, lo cual se evita con un sistema sanitario que no colapse. Luis Abinader recibirá un país con desorden institucional, falencias éticas  y deudas de montos insospechados. Todo será superado con el apoyo del pueblo . Ojalá que a tal maremágnum no se agregue una crisis sanitaria,  amplificada por desidia, al no hacer pruebas  masivas en su fase inicial, que también sería resuelta con la unidad gobierno-ciudadanía, y  bendición del Altísimo.