Recientemente, sectores ultranacionalistas han acusado al Secretario General de las Naciones Unidas Ban-Ki-Moon de promover la fusión de Haití y la República Dominicana. Para cualquier persona con conocimiento de historia Dominicana, esta teoría de conspiración no es nada nuevo. En el año 1994, el entonces Presidente Dr. Joaquín Balaguer denunció ante la opinión pública la existencia de un plan de las potencias para fusionar la República Dominicana y Haití. Claramente, la versión de la fusión de Haití y República Dominicana era una estrategia del Dr. Balaguer para enfrentar a su oponente Dr. José Francisco Peña Gómez. Esta estrategia de demagogia patriotera estuvo destinada esencialmente a agitar las más bajas pasiones políticas e ideológicas de la sociedad para confundir e incluso reclutar para fines politiqueros a la gente menos culta o informada.
La política de distracción exterior, usada ampliamente tanto por Trujillo como por Balaguer y actualmente por ultraconservadores en el gobierno, es un concepto conocido en la política de relaciones internacionales. La estrategia se basa en crear un conflicto artificial instigado con el fin de distraer a la población de sus propios conflictos internos. El concepto surge de la teoría de “guerra de distracción”, que afirma que los líderes que están amenazados por alguna agitación interna tienden a iniciar un conflicto internacional para desviar la atención de los verdaderos problemas de la nación. Como resultado, esta amenaza externa artificial asegura la posición del oficialismo en el poder, que queda como héroe ante la población pobremente informada.
En general, la búsqueda de una distracción exterior ofrece al oficialismo beneficios que aumentan su capacidad de mantenerse en el poder gracias a la ignorancia y la falta de formación histórica de la población. Los 4 principales beneficios para el oficialismo son los siguientes: 1) permite que el gobierno gane más tiempo para abordar los problemas internos. 2) justifica la represión y la calificación de “traidores” a dirigentes de la disidencia debido a la tensión artificial creada por el conflicto. 3) distrae a la población de los problemas que puedan causar descontento con el gobierno y 4) impide al público enfocarse en los problemas reales.
La política de distracción exterior era bien conocida por el Prof. Juan Bosch, quien en una carta enviada desde la Habana, Cuba a Emilio Rodriguez Demorizi, Héctor Inchaustegui, y Ramon Merrero Aristy con fecha de 14 de Junio de 1943, escribió lo siguiente:
“Trujillo y todos los que él representa como minoría exploradora desean la riqueza de la isla para sí. Engañan al pueblo con el espejismo de un nacionalismo intransigente que no es amor a la propia tierra sino odio a la extraña, y sobre todo, apetencia del poder total. Y si los más puros y los mejores entre aquellos que por ser intelectuales, personas que han aprendido a distinguir la verdad en el fango de la mentira se dejan embaucar y acaban enamorándose de esa mentira, acabaremos olvidando que el deber de los más altos por más cultos no es ponerse al servicio consciente o inconsciente de una minoría explotadora, rapaz y sin escrúpulos, sino al servicio del hombre del pueblo, sea haitiano, boliviano o dominicano”
Un sentimiento parecido expuso recientemente el Ministro de la Presidencia Gustavo Montalvo acerca del origen del supuesto plan fusionista. El ministro aseguró que "viejas élites han tenido intereses en la confrontación que han tenido repercusiones entre los habitantes de las dos naciones….élites que siempre han temido que la colaboración y la solidaridad afectaran a sus privilegios y que para impedirlo han instrumentado los temores y los odios que nutren este desencuentro".
Un ejemplo histórico que demuestra más claramente la efectividad de un conflicto de distracción es la guerra ruso-japonesa de 1904. Durante los meses previos a la guerra, Rusia experimentó numerosas huelgas de trabajadores que resultaron en inestabilidad interna. Estas huelgas coincidieron con las negociaciones de los rusos con los japoneses sobre la expansión en Manchuria y Corea. Se ha argumentado que, como una forma de distraer a su población, el Zar ruso y sus Ministros decidieron incitar un conflicto con Japón. De hecho el Ministro de interior de Rusia, Vyacheslav von Phleve, declaró antes de comenzar el conflicto: "Este país necesita es una guerra corta y victoriosa para frenar la ola de la revolución interna". Claramente, los rusos en el poder en ese momento creían que con un conflicto artificial serían capaces de distraer a la población de los problemas internos que atormentaban al oficialismo ruso.
Más recientemente, la estrategia de distracción se ha empleado en Venezuela, donde el oficialismo desvía la atención de problemas internos como el alto índice de inflación, el alto nivel de criminalidad, y la escasez de productos básicos, creando un complot artificial por parte de “el imperio yankee” contra el país. No es coincidencia que en medio de recientes protestas estudiantiles se mostraron por televisión estatal varios mensajes que supuestamente probaban el más reciente plan urdido por “la ultraderecha venezolana”. Este supuesto plan buscaba derrocar y asesinar al presidente, Nicolás Maduro. Luego de la denuncia, la fiscalía venezolana citó a los supuestos implicados y Maduro pidió públicamente su captura por parte de Interpol. Pero hace apenas dos semanas, a petición de uno de los acusados, la compañía Google pudo certificar que tales correos nunca salieron de sus servidores. Es decir, los mensajes fueron falsificados para desviar la atención de las protestas estudiantiles y para justificar la represión y la calificación de “traidores” a dirigentes de la oposición.
De manera similar, sectores del oficialismo en la República Dominicana evocan un supuesto plan de fusión casi a diario para desviar la atención de los problemas nacionales. A los ingenuos que creen en esta ridícula teoría de fusión no les parece nada extraño que Francia, EEUU y Canadá, con todos los problemas que tienen dentro y fuera de sus fronteras, se la pasen planeando un supuesto plan de fusión entre dos naciones pequeñas y pobres sin ningún valor estratégico para ellos, pues ninguno produce petróleo como Iraq ni tampoco cuentan con una población o espacio territorial significante.
Mi pregunta siempre es la misma ¿Dónde están las pruebas de este supuesto plan macabro para unificar a dos naciones con tan distintas culturas, idiomas, tradiciones, etc.? Nunca las he visto. Sin embargo, los ultranacionalistas ya han sido desmentidos en varias ocasiones. El ex-embajador de Francia, Roland Dubertrand, afirmó recientemente de que se trata de “un fantasma puro” la versión de que su país, junto a Canadá y Estados Unidos, encamina un proceso para fusionar a República Dominicana con Haití. “Lo que nos parece bueno es una buena relación bilateral. Jamás hemos pensado ni un solo minuto la teoría de la fusión. Eso me sorprendió al llegar aquí", apuntó Dubertrand. Por igual, la posible fusión de República Dominicana con Haití ha sido calificado como algo "completamente ridículo" por la ex -subsecretaria de Estado para Asuntos de Centroamérica y actual embajadora americana ante Uruguay, Julissa Reynoso (una dominicana graduada en Harvard). Por el contrario, el planteamiento de la comunidad internacional siempre ha sido que ambos pueblos viven en una misma isla. Geográficamente, es un matrimonio sin posibilidad de divorcio. Por lo tanto, como dominicanos, deberíamos ser los más interesados en que los haitianos superen su situación de pobreza y falta de institucionalidad para poder frenar la inmigración ilegal a la República Dominicana, lo que ha sido tergiversado por el ultranacionalismo como que “nos quieren echar ese muerto a nosotros”.
En otras palabras, la falsa teoría de que sectores nativos y extranjeros trabajan para una supuesta “fusión” de la República Dominicana con Haití no es más que otro intento de tomadura de pelo por parte del ultranacionalismo. Como herederos históricos del trujillismo, y habiendo logrado convertirse en socios ideológicos del nuevo PLD, los ultranacionalistas se aprovechan de la ignorancia y la falta de educación en la población para operar con gran altanería y total impunidad desde el Estado. La supuesta fusión no es más que una estrategia para distraer de los verdaderos problemas internos que enfrenta el país. De lo que nadie en el oficialismo quiere hablar es que pese a controlar todos los poderes del estado desde 2004, no han podido resolver ninguno de los grandes problemas que afectan a la República Dominicana como la corrupción, el alto costo de la electricidad, la desigualdad social, y la inseguridad ciudadana.