UNO
Danilo Medina hizo célebre la exclamación “Me derrotó el Estado”, en aquella coyuntura del 6 de mayo del 2007, hablando ante sus seguidores en su comando de campaña, admitiendo que perdió en la contienda interna de su partido. Ese, en verdad, es el punto de partida del quiebre de la disciplina fundamental del partido estado que aspiraba ser el PLD. Violó la lealtad tribal del partido Estado, y alumbró hacia esa sombra temible que ahora todos sentimos. Hay un momento en el que la retórica oficial no puede sellar las coberturas de la realidad, y se sitúa bajo la alternativa de mentira o verdad. Danilo asumió la suya, en el 2007, violando el código de lealtad tribal, puesto que la alternancia quedaba rota. Es imprescindible saber lo que dibujaban aquellos hechos, porque, en definitiva, lo que nos interesa entender es el presente.
DOS
Leonel Fernández al marcharse ahora del partido Estado, hizo añicos ese nexo de lealtad tribal fundamental para la sobrevivencia. Había alterado el acuerdo tácito implícito en la estrategia de dominación, y arrinconó hacia dentro del PLD a todo el que aspiraba. Descascaró para siempre a Jaime David, y convirtió a José Tomás en un asalariado del Estado. Para sobrevivir, Danilo se refugió en los rentistas que financiaron su proyecto político, y están cobrando sus intereses en los cargos claves de la administración pública. Pero Leonel repartió las boronas del Estado con todo el Comité político del PLD, incorporándolos con rangos de ministros al tren gubernamental. El trabajo de artesanía, sin embargo, lo había hecho Danilo (Leonel siempre amó el “Glamour” del poder, y dejaba en manos de Danilo todo el trabajo de plomería) fraguando una estructura burocrática partidaria volcada sobre los recursos del Estado. Por eso, aquella noche del 6 de mayo del 2007 en que exclamó: “Me derrotó el Estado”, el delicioso terror que había en su rostro filtraba la preocupación por la personalización de un proceso que a él le había costado lágrimas de sangre.
TRES
Después, Danilo tejió su propia hagiografía. En los partidos Estado, como el caso de los setenta y cinco años del régimen del PRI, en México; el cemento invisible que los unía era esa lealtad tribal, y la no personalización del proceso, aceptando la alternancia como el espejismo de la democracia. En el partido Estado PLD Danilo se transformó en un dictador en potencia, que es el predicado y el acto de un ser Divino que entorna los ojos como para no volver prosaica su imagen, y se vuelve torpe en la tierra porque parece que el don divino le estorba. Pero, aún divino, para escalar la estatura del mito, necesita tener ventajas suciamente judaicas, como el dinero de los contribuyentes, los camiones del Plan Social, la corrupción generalizada como política de Estado, el clientelismo vulgar, la manipulación de la voluntad ciudadana, etc. Es como si ese ser habitado por un Dios, hiciera brotar de sus dones sobrenaturales una amenaza misteriosa sobre el país. Su régimen es el más alto grado de corrupción gubernamental de la historia republicana.
CUATRO
Esa es la historia de lo que ocurre hacia dentro del PLD: una confrontación por el manejo del presupuesto público. No hay una idea, un pensamiento que sea una flecha lanzada para alentar la expansión del bien común. La partidocracia dominicana que el PLD encabeza tiene muy poco aliento, y si hay algo bueno que le ha ocurrido al país, es su división. Antes de que la codicia helase la vida ingenua del partido que fundó Juan Bosch, él vio lo que sucedería si esa pequeña burguesía llegaba al poder. Y alertó sobre ello, prefiguró la idea de que ese cortejo de ansias y de pasiones por el dinero, no formaba su gloria. Y el destino, la historia, lo derrotó.