UNO
Dentro de unos años contaré a mis nietos que soy un sobreviviente de los discursos de Danilo Medina. Y les diré que todo cuanto le oía proclamar me conmovía, porque ese mundo crispado de mentiras podría continuar indefinidamente brotando de su boca sin que él se moviera de allí, y porque siendo un hombre al que le adivinamos vulnerabilidad, llevaba por pudor la máscara de la invulnerabilidad; pero desplegaba la tentativa sorprendente, casi inconcebible, de robarnos la realidad. La latinidad trabajó con mucho cuidado la palabra alienación, tomándolo de los vericuetos de significados del mundo griego; y nunca sobrepasó el sentido de la pérdida de identidad, del robo del Yo, de la desvinculación lastimera del pensamiento con la realidad. Tan pronto los discursos de Danilo Medina terminan me siento alienado. ¿De qué país habló este hombre como si fuera un mal poeta que se burlaba de sus oyentes crédulos? ¿Dónde está ubicado ese país mítico en el cual él reina? ¿No vivo yo allí, no es él ciudadano de mí misma ciudad, no moramos el mismo espacio tiempo? ¿Y por qué los seres comunes no se reconocen en ése mundo que él pinta, como es posible que nadie vea ese mundo que sólo él ve?
DOS
Mientras Danilo Medina afirma que somos un país de clase media, lo que comprueban los organismos internacionales es todo lo contrario. El Banco Mundial establece que “del año 2000 al 2011 el PIB creció casi un 50% ; sin embargo la gran mayoría de la población no pudo beneficiarse de ese crecimiento”. Aún más, el estudio enfatiza sobre la pobreza endémica en el país y el inmovilismo, dejando bien claro que “hay una baja movilidad económica, con menos del 2% de la población escalando a un grupo de mayores ingresos durante toda una década, comparado con un promedio de 41% en la región de América Latina y El caribe”. Y la organización internacional OXFAM reiteró el dato de que “en la República Dominicana la gran mayoría de los que nacen pobre mueren pobre, y que sólo el 2% de población logra algún nivel de movilización social”. Lo que ambos datos quieren decir es que pese al crecimiento económico, de los diez millones de dominicanos, solo un poco más de 170 mil pudo escalar un peldaño más arriba de su estratificación social. El Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) constata que casi un cuatro por ciento de la clase media ha desaparecido. Agobiada por el peso creciente del aumento de los impuestos, se ha volatilizado. Lo que el “Informe sobre el desarrollo humano” del PNUD dibuja es una oratoria fulminante contra la simulación del progreso que hemos tenido que aguantar como estrategia política que aspira a robarnos la realidad. Una clase media agarrada de un clavo caliente, y un panegirista mentiroso sopleteándole el culo con la llama del cinismo del progreso. Una clase media obligada a camuflarse, aferrada al péndulo que va de la pobreza a la depauperación. Danilo Medina se comió con yuca a la clase media dominicana, y ahora quiere encaramarse en su despojo para enarbolar falsas glorias.
TRES
Dentro de unos años contaré a mis nietos que soy un sobreviviente de los discursos de Danilo Medina.
Y no es poca cosa. Si algo atosiga a Danilo Medina es erigirse en mito, y el mito no es más que el despliegue de la triste contabilidad de la mentira-como bien ha dicho Roland Barthes-. ¿Cómo es posible que hayan cambiado tantas cosas, sin que nadie las vea, y cuyo enunciado brotando de la boca del demiurgo nos dejan a menudo insatisfechos? ¿Por qué en ese mundo que él construye todo es fácil, eufórico, inocente? ¿Qué hace que el espesor de las palabras que Danilo Medina pronuncia para describir una sociedad que nadie conoce sea la profusión barata de una ilusión, de un engaño? ¿Por qué no tocan, no conmueven la vida real de los barrios, el espectáculo de la pobreza material; puesto que nada sucede de verdad en sus vidas, y todo continúa igual, y la gente se ve nacer y morir unos a otros morando en la misma cuartería, en el mismo patio, en la misma desesperanza?
Dentro de unos años contaré a mis nietos que soy un sobreviviente de los discursos de Danilo Medina.