“La enseñanza debe ser por la acción. La educación es la vida; la escuela es la sociedad”
John Dewey
Mientras caminaba en el parque, como suelo hacer tres veces por semana temprano en la mañana, me llamó la atención una pareja de las tantas que caminan y hacen ejercicio. La razón de mi sorpresa fue ver a estos señores recoger la basura encontrada alrededor del parque y tirarla en los zafacones mientras caminaban. “Tenían que ser extranjeros”, pensé mientras los observaba, reforzando mi creencia y prejuicio de que lamentablemente los dominicanos no hacemos este tipo de cosas. Y de hecho, muchos caminamos y ni siquiera nos percatamos de la presencia de basura. No puedo generalizar, pero no es la primera vez.
Bastó presenciar este acto para que yo sintiera un deseo de ayudar y de recoger la basura al igual que ellos. Inmediatamente puse manos a la obra y recogí vasos y botellas plásticas que encontré tiradas, colocándolas en los basureros que ahí se encuentran, que dicho sea de paso, son muchos. Me sorprendió que esta pareja me agradeciera al verme ayudarles con su obra. ¡Pero si la que tiene que agradecerles soy yo!
Mi perspectiva cambió y me hice consciente de esta necesidad, que había ignorado hasta este momento. Este simple y sencillo acto marcó mi día y mi perspectiva. Y me hizo reflexionar. A continuación algunas de mis reflexiones:
Voy con frecuencia a caminar a este bello parque, el cual disfruto y me brinda una oportunidad de contacto con la naturaleza mientras me ejercito…¿Por qué no se me había ocurrido a mi recoger la basura y aportar a su limpieza? ¿Por qué ni siquiera me había dado cuenta? Estaba tan centrada en mi misma, mi actividad y disfrute que tuve que ver a otros preocupados y ocupados para percatarme de una realidad latente. Esto me lleva a confirmar lo importante que es estar abiertos, observar a otros y aprender de ellos.
La pareja no estaba quejándose por la falta de compromiso de las autoridades al no recoger la basura o por el descuido del parque, sino que actuaron, hicieron su aporte en silencio y sin mucho escándalo, motivando e inspirando a esta humilde ciudadana. Esto me lleva a confirmar lo importante que es hacer y ser el cambio. Esperar que otros hagan nos lleva a la inercia, a la mediocridad, a no asumir nuestras responsabilidades.
Sentí gran satisfacción al seguir los pasos de aquella pareja. Muchos de los caminantes los observaron y no hicieron nada. Hay tantas oportunidades para aprender y aportar y, sin embargo no son aprovechadas.
No hay nada como enseñar con el ejemplo. Y no vale pelear o imponer lo que se debe hacer si no modelamos la actitud y comportamiento deseado en nuestro día a día. En vez de pedir que otros hagan, yo hago. Esto contagia y arrastra más que cualquier llamado. Yo fui arrastrada y espero otros lo sean también.
Esta experiencia en el parque me recordó una visita que hice a una escuela en la cual me llamó la atención la basura en el patio y la indiferencia de todos ante la misma. No parecía importar o preocupar a nadie. De manera espontánea y natural, recogí los cartones de juguitos que encontré mientras caminaba y me sorprendió ver a algunos estudiantes recoger también luego de verme. Esto también lo viví al visitar la feria del libro y ver tanta basura alrededor. Me sentí indignada ante la falta de preocupación de los que allí se encontraban.
Los niños y jóvenes responden mucho mejor cuando nos ven hacer que cuando les damos discursos de lo que deben hacer ellos. Hablemos menos, observemos, escuchemos y hagamos más.
Si todos y cada uno asume su parte, se siente comprometido y hace lo que tiene que hacer, muchos problemas dejarían de ser problemas. Esto se enseña desde temprana edad cuando nuestros hijos y estudiantes nos observan y nos escuchan. Si somos indiferentes ante lo mal hecho, nuestros niños y jóvenes serán indiferentes. Si nos comprometemos, ellos se comprometerán.