“Algunos pocos políticos han estado criticando a la Embajada y a mí por estar demasiado involucrados en asuntos dominicanos. Ellos dicen que cuando yo hablo, cuando abogo por alguna acción, cuando hablo a favor de alguna reforma, estoy violando la soberanía de la República Dominicana. ¿Qué me da ese derecho?” –Embajador de EEUU en Santo Domingo
Las reacciones a las palabras que con motivo del Día de Acción de Gracias pronunció el Embajador de Estados Unidos de América ante la Cámara Americana de Comercio han llovido con la intensidad de huracán. Los protagonistas que siempre buscan cámara para posicionarse ventajosamente ante su clientela política han respondido al diplomático estadounidense con truenos y relámpagos, y no han faltado destellos de editoriales y artículos de opinión fustigando diferentes partes del discurso. Sobra mencionar los nombres de “algunos pocos políticos” (en generosas palabras de Wally, pero que en realidad son demasiados para nuestro gusto y bolsillo) que han tronado contra la osadía de un diplomático extranjero de retratar al desnudo el continuado drama de la sociedad dominicana. Igual se ofenden (los mismos “pocos políticos”) y contraatacan cuando el disertante es un prestante dirigente empresarial criollo o una pujante entidad de la sociedad civil dominicana, aunque en ese caso no pueden esgrimir la soberbianía como escudo de su posición.
No sabemos si por primera vez- pero de seguro nunca tan explícitamente- el representante de Washington en nuestro país había propugnado con tanta fuerza por el derecho a sugerir reformas y abogar por acciones del interés de su gobierno (y del interés del pueblo dominicano también) contra la corrupción, las violaciones de los derechos de ciudadanía, y la discriminación de minorías, entre otros temas nodales. Argumenta con mucho peso que, quien es socio en tantas inversiones para el bien común como las enumeradas por él, no viola la soberanía de su anfitrión cuando habla y aboga a favor de reformas y mejoras por demás reconocidas como necesarias, e incluso urgentes, por amplios sectores de la sociedad y sus líderes. Él habla del derecho que le asiste al gobierno que representa a opinar y abogar por reformas y mejoras; nosotros glosamos que un socio en tantas inversiones conjuntas tiene no solo el derecho, sino también el deber de opinar y abogar constructivamente para su mejor desenvolvimiento y la garantía de su continuidad en el futuro. Deber que él, como embajador de EEUU, está cumpliendo a cabalidad.
A pesar de los piropos proferidos a los esfuerzos del Presidente Medina y algunos de los más íntimos colaboradores del Palacio- intencionalmente separando a los que él considera mansos, de los cimarrones- algunos comentaristas acusan de parcialidad partidista al Embajador Brewster. En su mensaje de llegada a Santo Domingo como diplomático, el Embajador Brewster y su señor esposo abiertamente declararon ser fanáticos de los Leones del Escogido; pero sus mensajes sobre los grandes temas de interés no revelan parcialidad partidista. En cambio el Embajador hizo marcado énfasis en que hay algunos funcionarios del Estado dominicano que entorpecen con sus acciones (o su inacción) las grandes reformas que la sociedad necesita.
Mientras los epítetos de procónsul, imprudente, y entrometido proliferan en los medios y las redes desde el jueves de Acción de Gracias, el indetenible Embajador rompió con la tradición estadounidense de descanso festivo en la intimidad familiar, y se hizo acompañar por el Embajador de la Unión Europea para seguir con su faena y visitar oficialmente al Presidente de la Junta Central Electoral por dos horas en reunión de trabajo. Por si alguien pensaba que el diplomático se iba a amedrentar, demostró con este hecho su voluntad de seguir promoviendo con firmeza la agenda oficial enunciada en su mensaje en el almuerzo de AMCHAM.
El expositor había anticipado la reacción de algunos dirigentes políticos ante su intrépido ejercicio de “pensar fuera del cajón”* y opinar consecuentemente con las agallas de un “Texas Ranger”. En su forma franca de expresarse, el Embajador Brewster improvisó una de las expresiones que más ha herido la susceptible epidermis nativa, al sugerir a quienes se sienten ofendidos por “sus frecuentes e imprudentes intromisiones en asuntos domésticos en violación de nuestra soberanía”, la devolución voluntaria del visado estadounidense. “Que vayan a la embajada y nos devuelvan la visa”- frase que no figura en el texto oficial- se destaca como anticipada respuesta a los que compulsivamente han sentido la obligación de repudiar públicamente las actuaciones y palabras del Embajador Brewster- y el estado que representa- por “violar nuestra soberanía”. No fue necesario explicar que el visado estadounidense es un privilegio, no un derecho del extranjero que desea visitar la nación norteamericana, y mucho menos un deber de Estados Unidos otorgarla o mantenerla. Fue innecesario hacer mención en sus palabras de la temida cancelación unilateral del visado por el Departamento de Estado, instrumento importante de la política exterior de Estados Unidos en las últimas décadas, y tema que periódicamente resurge como rumor o noticia oficiosa local en relación a una u otra figura pública.
El jueves y viernes próximos pasados la Embajada estadounidense estaba cerrada con motivo de las festividades de “Thanksgiving”. Anticipamos que al reanudar sus labores hoy lunes 30 de noviembre, en atención al repudio al discurso del Embajador de Estados Unidos de América expresado en los medios, una avalancha de patriotas de pelo en pecho eclipsará la ordenada fila de solicitantes de visado, para hacer formal y simbólica presentación de sus pasaportes con la finalidad de que sean canceladas sus visas por el consulado de esa nación. Ese recurso es idóneo para protestar enérgicamente con acciones concretas la intromisión destemplada del representante de Washington en los asuntos domésticos dominicanos- y no solo con palabras vacuas. Sin embargo, anticipamos también que la respuesta patriótica de la entrega voluntaria de visas no hará temblar al inefable diplomático, ni afectará la intensificación de la política de buenos socios de los principales inversores extranjeros en el desarrollo del futuro dominicano, como lo son EEUU y UE, quienes continuarán abogando insistentemente por las reformas que urgen para bien del pueblo dominicano, por mucho que pataleen intereses particulares o grupales que se sienten lesionados.
*En el sentido que utilizan esta expresión los norteamericanos cuando hablan de “thinking outside the box” o pensamiento lateral. Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Pensar_fuera_de_la_caja