En noviembre del 2017 el presidente Trump visitó Beijing, donde abrazó al jefe de Estado chino, Xi Jinping. Fue todo un éxito para el norteamericano quien prometió un nuevo acuerdo comercial más conveniente a Estados Unidos. Beijing y Washington estaban de besitos, pero esa “luna de miel” lentamente comenzó a enfriarse. Primero fue la preocupación por los chinos poner en peligro la seguridad norteamericana, pues las empresas cibernéticas de ese país pertenecen al Estado, y este es controlado por el partido comunista. Millones de datos personales de ciudadanos americanos entraban a los archivos de ese partido. Ya un año antes de esa visita los chinos habían tratado de influir en las elecciones norteamericanas enviando mensajes a los votantes de ese país.
China también violaba los derechos de propiedad intelectual robando tecnología a las grandes empresas norteamericanas, algunas de las cuales tienen como clientes al Pentágono y a los servicios de inteligencia de ese país. Para colmo, muchas compañías norteamericanas se habían trasladado a China para vender en ese enorme mercado y aprovechar su mano de obra muy diestra y barata.
En el resto del mundo, a través del programa de la Nueva Ruta de la Seda, los chinos prestaron enormes sumas a países asiáticos, africanos y latinoamericanos, superiores a los volúmenes del Banco Mundial, para proyectos en muchos casos de dudosa rentabilidad, pero sí de valor estratégico. En cuanto a derechos humanos, las minorías musulmanas chinas eran perseguidas y forzosamente “reeducadas” en campos de concentración.
Todo esto fue agriando la actitud del gobierno de Trump hacia China pero el gobierno dominicano no se daba cuenta y, exactamente un año después de la visita de Trump, es decir en noviembre 2018, el presidente Danilo Medina visitó Beijing para romper con Taiwán y establecer relaciones con China. Washington, en vez de ver el asunto con cierta indiferencia como había hecho cuando Panamá rompió con Taiwán en el 2017, durante la “luna de miel”, llamó a sus embajadores en Santo Domingo y El Salvador (este país también había roto con Taiwán), como claro mensaje que evidenciaba su desaprobación.
La “luna de miel” había terminado y Trump dejó de negociar el acuerdo comercial con China exigiendo a las empresas norteamericanas trasladarse al país o al Caribe o Centroamérica. Atacó a las empresas Huawei y Tik Tok. Para colmo, la semana pasada Trump en Naciones Unidas acusó a China de haber permitido que se viajase desde ese país al resto del mundo para infectarlo con el corona virus mientras cerraba sus principales ciudades para evitar su propagación interna.
Conociendo que la “luna de miel” había desaparecido, Danilo Medina no tomó ningún préstamo chino ni promovió que empresas de ese país se instalaran entre nosotros. Tan solo aceptó una donación de carros bomberos (los americanos acaban de hacer lo mismo) y algunas becas. Cuando los chinos se interesaron en la estratégica Bahía de Manzanillo, los americanos lograron que el gobierno dominicano aceptase un estudio de factibilidad de parte de una empresa norteamericana. Los chinos trataron de “ayudar” a INDOTEL pero como eso comprometía todos nuestros archivos telefónicos y cibernéticos, pronto fueron sacados.
El presidente Luis Abinader tendrá que seguir por ese mismo camino a pesar de que, debido al corona virus necesita préstamos, inversiones privadas y turistas. Tendrá que hacerlo sobre todo si Trump se reelige. Buscará empresas norteamericanas que salgan de China para que se establezcan en nuestras zonas francas y, si algún día llega a funcionar, aprovechara el mecanismo de Opic de garantía de inversiones.
Como consecuencia de ese cambio de actitud entre China y Washington, Haití, Guatemala, Honduras y hasta la Nicaragua socialista se mantienen con Taiwán.
Pero estos dos o tres primeros años en las relaciones bilaterales chino-dominicanas no serán típicos. En este año China crecerá un 1% y Estados Unidos decrecerá un 8%. La proporción del producto mundial que ha logrado China ha aumentado de 6% en 1995 a 16% actualmente. China produce un 72% de los paneles solares del mundo; un 69% de las baterías de iones de litio y un 45% de las turbinas de viento. El futuro ya no es de los petro-Estados sino de los electro-Estados y nuestro país tendrá necesariamente que mantener fuertes relaciones económicas con China.