En el corazón del Gran Santo Domingo se encuentran las contaminadas aguas del río metropolitano más importante del país. El Rio Ozama desfallece ante la mirada de una generación que ha sido testigo presencial del deterioro progresivo que afecta sus aguas, convirtiendo esta importante fuente acuífera en el espacio residual de la gran metrópolis, patio trasero de los que mal viven en sus alrededores y dolor de cabeza para los gobernantes de turno.

El ambiente degradado alrededor de la contaminación del Ozama está directamente relacionado con las actividades que se realizan en el entorno próximo a la riada, supeditado a la responsabilidad ambiental de las empresas que vierten sus desechos y asociado a la marginalidad que se encuentra asentada en un emplazamiento de alta vulnerabilidad, carente de servicios adecuados y ausente de políticas territoriales que orienten el uso del suelo idóneo para la preservación del sistema ambiental y el mejoramiento de los niveles de habitabilidad básica. Sin embargo las razones de la degradación de este territorio no tiene sus orígenes en la zona en cuestión, sino que la misma es fruto del proceso de desigualdad que ha proliferado a nivel nacional durante las últimas décadas.

El aumento de los procesos migratorios hacia las ciudades evidencia las calamidades de una población esparcida por toda la geografía nacional con ausencia de oportunidades, la cual se desplaza hacia los principales centros urbanos buscando mejorar sus condiciones de vida. En la actualidad la capital de la nación es la expresión más evidente de la desigualdad económica, social y territorial que afecta de manera sensible todo el país; los principales indicadores, desagregados a nivel provincial, demuestran las enormes diferencias entre el Distrito Nacional y el resto del país, razón que impulsa a la concentración poblacional multiplicando la pobreza y la desigualdad a lo interno del territorio capitalino.

Esta secuencia de acontecimientos coloca en la ciudad y en toda su periferia una gran cantidad de población en condición de pobreza, con servicios deficientes, escasas oportunidades de empleo formal y por ende pocas garantías para acceder a un techo con condiciones de habitabilidad básica. Por eso hoy en día la sociedad tiene que financiar la construcción de nuevas "Barquitas", para remendar los desaciertos de las políticas públicas a nivel nacional y proporcionar mejores condiciones de vida a los afectados de la desigualdad.

El efectivo diseño de políticas territoriales a nivel nacional incidirá en la solución de los efectos creados como fruto de esta desigualdad.