En mi antaño y nostálgico Cotuí, arquetipo de la vida rural de los años 50 , 60 y 70 que vio cantar a los ruiseñores de Lucho Gatica, el Indio Araucano, Jorge Negrete, Pedro Infante, Daniel Santos, Javier Solís, Napoleón Dimes, Antonio Prieto, El Trovador Codina etc.;  ¡Ay de las frutas suculentas que pasaron por nuestro paladar! Habían en abundancia prolífica, que sufrían el despilfarro de las travesuras de los mozalbetes que saltábamos de alegría y desconcierto al ver el suelo bajo los árboles frutales desperdiciarse un montón de variedades.

En su mayoría, las frutas no se vendían, salvo unas pocas y ciertamente muy baratas. Todo era silvestre y los muchachos se aventuraban a un verdadero y apasionante " maroteo"; ríos profundos, humedad y lluvia intensa se precipitaba en los campos y caminos, entorpeciendo el avance de los "maroteadores" hacia el destino por encontrar novedosos frutales o diferentes variedades de mangos.

Aquello era virtualmente el paraíso  en la tierra , nada faltaba en medio de esa riqueza natural, que acompañaba el canto armónico y el trinar hermoso de las aves, que obligaban a una impetuosa cacería de las tórtolas, ciguas, el carpintero, el pájaro bobo, el colibrí o barrancolí, la calandria, la guinea en parvada o el silencioso zaramagullón, difícil de atrapar por zambullirse en las aguas, a la usanza de ciertas especies humanas.

Alrededor de los 50s Cotuí era bordeado de bosques y frutales a partir de la Finca de Oscar Araújo, a medio kilómetro del centro de la pequeña ciudad. Subiendo la calle Julia Molina (actual calle Mella ) venía el bosque con toda su frondosidad y desde luego, las mejores fincas con cuerdas de alambres de púas en alto eran de Trujillo.

Nos daba un apetito insaciable por penetrar aquel paraíso de frutales, que nadie osaba tocar o penetrar, pero algunos burlaban a los "vaqueros" montados en altas bestias, aprovechábamos  las caídas de la tarde y " pillábamos" el encanto de esas frutas prohibidas, cayendo otros presos por tan osado atrevimiento de " coger lo ajeno". Cajuiles, pomos, mangos, carambolas, naranjas dulces, zapotes, limones dulces, caimitos morados y otras variedades formaban la flora frutal de entonces. La naturaleza con su verdor intenso nos sobrecogía y el pasatiempo en su fuente atractiva se convertía en costumbre y juego de nuestra generación.

La travesura tenía otro destino y nombre, la existencia se desenvolvía con naturalidad y en convivencia estrecha con el entorno a como lo postula Jacobo Rousseau, en Emilio o de la Educación, con puro amor a la naturaleza y usando su prodigio de fecundidad y aguas para el "retozo" de los jóvenes pueblerinos.

Una banda de muchachos nos disputábamos a quien le correspondería regresar con los mejores mangos  al inicio de la temporada y la algarabía brotaba como un trofeo , casi siempre Luis Otáñez y un servidor, que conocíamos como las palmas de las manos las depresiones de la Cordillera Oriental y sus laderas, donde habitan los llamados " mangos de a libra", o los "tablitas" , o los maracatones, mameyitos u otros ; tanto que a cada cual con su gusto y sabores defendían a capa y espada el de su preferencia. Algunos seleccionaban discriminadamente los más hermosos de color amarillo, brotando leche manchosa para cortejar a su pretendida o amiga con amor platónico.

Era una vida bucólica y de deportes, que sumada a los compromisos escolares, comprendía el diario vivir de esa generación de travesuras sanas. Las costumbres nos atrapaban en el juego, la cacería de aves, la pesca en los ríos Yuna, Capacho y Maguaca, los dos últimos desaparecidos y el primero disminuido y encauzado en sus aguas por la Presa Hatillo.

A continuación describo las frutas cotuisanas más comunes o plantas, algunas de las cuales se extinguieron o van en esa vía; caimitos morados, tamarindo, cundeamor, seso, guayaba, mamón, anón, candongo, jobo, pomo, hicaco, zapotes, limón dulce, jina, guama, guanábanas, piñas, granadillos, manzana de oro,  saca en cajeta,( del algarrobo).

En cuanto a las plantas, tenemos la carolina, de hermosas flores cuando abría  el capullo y el árbol botaba sus hojas; el gratey, tipo bejuco con hojas picantes, que estrujado en los bancos del parque principal por bellaquería, que las muchachas no resistían al sentarse desprevenida y corrían veloces a sus respectivas casas a buscar ayuda a causa de una intensa picazón.

Las víctimas eran generalmente las hijas de poseídos, que algún desconsiderado veía con malos ojos por su indiferencia hacia él. También se producía el castaño de granos, el buen pan, el guandul y el maíz, el ajonjolí, la yuca, el cocombro y los molondrones, estos últimos en la agricultura alimentaria. Se cuenta que al visitar Trujillo el pueblo, pregunto cómo estaba Cotuí y le respondieron: muy bien, aquí el que menos tiene, tiene dos vacas.