No me gustan las fronteras, soy defensor de leyes abiertas,
pero no comparto una política suicida de inmigración.
Hay una solución que sería invertir en los
países de origen, subdesarrollados.
Salvador Pániker
Comienza la Era Trump, según muchos, un peligro para su país, incluso para la paz mundial. Todo, porque es un hombre franco (sin pelos en la lengua), que independientemente de que comulguemos o no con su accionar y su estilo, supo identificar el sentir de un 47% de los votantes, entre estos, un 30 por ciento de los latinos, y otro porcentaje importante de los afro-americanos; sobre los peligros de una inmigración con escasos controles – entre otros asuntos – que tienen que ver con los intereses de la Nación más poderosa del mundo.
En estas reflexiones, sólo vamos a referirnos a la anunciada política fronteriza e inmigratoria del recién electo Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sobre el cual, estoy convencido de que su asunción a la Presidencia de su país, es resultado del descarnado proceso de globalización que ha impuesto el sistema imperante, en el que un pequeño grupo de poder de las principales potencias mundiales va llevando prácticas de dominio y medidas económicas y sociales que desemboquen en un gobierno mundial.
Entre los pilares de su propuesta de gobierno, algunas nos llevan a reflexión y nos preguntamos si en verdad gran parte de los ciudadanos americanos y del mundo las encuentran descabelladas, son: rechazo del aborto y los matrimonios homosexuales (recordemos la implementación en lugares públicos de los “baños transgénero”); el respeto a los valores tradicionales familiares (pide coherencia de la Ley con los derechos naturales otorgados por Dios”); reclamo de que la religión (La Biblia), sea una guía para que los legisladores hagan su trabajo; y – de gran importancia – control y seguridad fronteriza e inmigratoria; entre muchos otros de no menor significación.
Queremos referirnos a este ultimo tema por entender que es un asunto vital para todos los países, para su desarrollo económico y social, como para el resguardo de su seguridad y la identidad nacional. En ese sentido, es bueno recordar que la Constitución vigente de la República Dominicana, importantiza el Régimen de Seguridad y Desarrollo Fronterizo, dedicándole la Sección II del Capítulo III de la misma, y específicamente el Artículo 10 que reza textualmente: “Se declara de supremo y permanente interés nacional la seguridad, el desarrollo económico, social y turístico de la Zona Fronteriza, su integración vial, comunicacional y productiva, así como la difusión de los valores patrios y culturales del Pueblo Dominicano. En consecuencia:
- Los poderes públicos elaborarán, ejecutarán y priorizarán políticas y programas de inversión pública en obras sociales y de infraestructura para asegurar estos objetivos;
- El régimen de adquisición y transferencia de la propiedad inmobiliaria en la Zona Fronteriza estará sometido a requisitos legales específicos que privilegien la propiedad de los dominicanos y dominicanas y el interés nacional.
Aunque en la actualidad estos preceptos de nuestra Carta Magna han sido descuidados y olvidados, nos permiten comprobar la importancia que se da en el texto sustantivo, a estos tópicos por representar prioridades para la preservación de los límites fronterizos, la Seguridad Nacional, la identidad dominicana y los valores patrios; que, el legislador entendió que debía otorgarles la debida envergadura.
Estos asuntos fronterizos e inmigratorios, entre otros, son los que prioriza el Presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, y son los que han ganado la simpatía de los votantes que le dieron el triunfo. Es el rechazo del Status quo y del stablishment imperante que impone un nuevo orden mundial
Guerrerista y facilitador del terrorismo por todo el mundo (según palabras propias de Hillary Clinton), además de interventor en los asuntos internos de los países bajo la sombra económica y de poder, de los Estados Unidos. Importantizar los asuntos fronterizos es enfrentar el narcotráfico, los carteles criminales, el tráfico de armas y personas.
Actualmente, los Estados Unidos presionan a la República Dominicana a que mantenga una política de “Fronteras Abiertas” hacia nuestro vecino Haití, pero entendemos que esto debe cambiar en un nuevo gobierno presidido por Donald Trump, quien tiene preocupación por los trabajadores estadounidenses afectados por las cifras records de inmigrantes. Aboga por el derecho de los Estados Unidos como nación soberana de elegir los inmigrantes que entienda que responden a los intereses del país, algo que en la República Dominicana ni siquiera es considerado por las autoridades, que temen acciones en contra por parte del gigante del norte.
Por último, según ha afirmado Trump, la mayor parte de las oposiciones a su anunciada futura política inmigratoria son basadas en el argumento de las necesidades de los inmigrantes, pero se obvia las necesidades de los nacionales estadounidenses, análisis que también me gustaría extrapolar a la República Dominicana y su situación fronteriza e inmigratoria.
Las migraciones son un fenómeno natural y no tenemos ojeriza alguna hacia esta, sólo que entiendo, debe ser bajo estricto control de las naciones receptoras.