Son muchos los retos que tenemos por delante, incontables las responsabilidades y considerables las esperanzas.
Los dominicanos seguimos enfrentados a un sinnúmero de problemas: el muy elevado costo de la canasta familiar, la inseguridad ciudadana, la corrupción, el clientelismo, la impunidad, la ausencia de una justicia independiente y la falta de institucionalidad.
Este año continuamos pagando mayores impuestos, por el gran déficit fiscal que heredamos del pasado muy reciente.
Nuestra realidad no es tan sencilla. Quisiéramos ser positivos y sobre todo optimistas. Nos deseamos los mejores deseos de bienestar y de éxitos, pero la realidad objetiva que tenemos por delante demanda demasiado esfuerzo y templanza para seguir hacia delante, sobre todo a los más pobres, que tienen que sobrevivir en las condiciones más precarias y sin acceso a bienes y servicios esenciales.
Conocedores de lo que es nuestra realidad entonces amerita que seamos prudentes; que nos tracemos metas logrables; que invirtamos en lo necesario estrictamente; que seamos sensatos en el gasto y que moderemos nuestras apetencias.
Siempre es posible obtener triunfos sin invertir grandes recursos. Lo importante es ajustarnos a nuestras circunstancias. Y que se sepa, jamás sugerimos el conformismo y la parálisis en materia de sueños. Propongo simplemente, desarrollar un espíritu de conquista de logros, conscientes de que estamos en austeridad. Y esto es posible conseguirlo, haciendo mayores esfuerzos y sobre todo, aplicando más inteligencia y sabiduría. Es también cuestión de paciencia y persistencia. Llevar nuestro propio ritmo acorde a nuestra realidad. Diría que es aplicar la sensatez a su máxima expresión.
Hay que trabajar nuestro estado de ánimo, todos los días; evitar construir en nuestro entorno, un estado irreal y jamás dar paso a la derrota.
El problema del presente no se limita a un presupuesto cada vez más limitado, sino que también incluye el sentimiento de acorralamiento en medio de una sociedad en crisis de valores. Sé que no es fácil emerger con planes y esperanzas en medio de estas circunstancias en que vivimos. Pero tenemos que seguir caminando y más que eso, no renunciar a nuestro propósito de redención. No olvidemos que cuando la noche está más obscura es cuando está más cerca el amanecer.
Siempre hay motivos y razones para albergar esperanzas y seguir persiguiendo la utopía.
¡Adelante!