Quisiera saber qué pasa por la mente de un periodista cuando escribe una historia sobre drogas, o por la de un ejecutivo cuando la titula; o por la de un opinante cuando la comenta… o por la de un ciudadano o ciudadana cuando la consume.

Por lo que leo, veo y oigo en los medios, en el tratamiento de la información periodística predomina un complejo de noria: da vueltas y vueltas sobre el mismo centro, sin reparar en los mismos vicios identificados a principio de los noventa del siglo pasado, durante las primeras discusiones en este país sobre el tema.

Durante un seminario acerca del diseño de estrategias comunicacionales para el uso indebido de drogas, organizado por la agencia antidrogas local, hace dos décadas, junto a dos técnicos extranjeros debatimos el efecto contrario que produciría el destacar en las notas periodísticas los altos precios de las drogas en el mercado, el boato con que viven los narcos y sus aliados, así como la metodología de su actividad criminal. Examinamos también la esterilidad de los enfoques descontextualizados y los esfuerzos de prevención a través de una publicidad del terror.

Hoy, sin embargo, estamos en las mismas: excitando al tráfico y consumo, sin querer.

¿Nos hemos preguntado alguna vez cuánto atrae a nuestros perceptores, sobre todo la juventud socialmente excluida e incapacitada para lectura crítica de mensajes, el anuncio sensacionalista de los altos precios de las drogas incautadas?¿Hemos pensado en el impacto de los relatos mediáticos sobre la buena vida de narcos y aliados?

¿Alguna vez hemos analizado por qué hay jóvenes que forman pandillas e implantan, orgullosos, regímenes similares al mundo de los narcos, si nunca han viajado a otros países?

Patinamos en el lodo. Y de lo lindo.

El narcotráfico, en cambio, ha verificado un crecimiento exponencial, progresivo. Se ha constituido en el gran negocio mundial a costa de la sangre y la destrucción de la salud de los demás. Hasta ahora no han podido con él. Porque ha sido sistemático. Riguroso con el cumplimiento de su constitución y sus leyes. Implacable con la deslealtad y la delación. “Dadivoso” con quienes le sirven. Flexible para apropiarse de las tecnologías funcionales. Discreto cuando ha creído necesario. Desafiante  cuando se lo exigen las circunstancias. Sabe qué quiere. Como empresa transnacional, ha sabido reciclarse.

Nosotros empero seguimos anquilosados, atados a viejos mandatos de la profesión, con discursos manidos de miedos irracionales a la censura y la autocensura, desconociendo que, fuera de poses y conveniencias, la libertad de expresión jamás debería ser ilimitada, y menos si atenta contra la sociedad…Nunca será malo sacrificar datos y hasta relatos completos, si nada aportan a la construcción de un pueblo sano, con valores; si solo pudren las mentes.

El horno no está para galletitas, dice la gente ante una situación difícil. El momento reclama sinergias. Y los medios no deberían estar al margen, por cuanto ellos ya son la primera escuela de esta generación, que es la más sufrida.

Deberían comenzar por “desmachar” de sensacionalismo malo la información sobre drogas; eliminar precios de los alijos incautados;no publicar nombres de apresados, salvo reincidentes y condenados; ni hacer apologías de la fastuosidad con que viven los narcos ni de su “bohonomía” con las comunidades; ni presentar el problema como individual y sin contexto, cuando es transnacional y es una empresa criminal organizada; y aminorar su despliegue en pos de historias positivas, para no crear un sentimiento general de que todo está perdido y que todos somos iguales: narcos y corruptos. ¿Es posible?

VAKERÓ EN LA MIRA

Dos jóvenes periodistas del diario Hoy, Llenis Jiménez y Cinthia Abreu, visitaron el residencial donde convivían los cantantes Vakeró y Martha Heredia, en el exclusivo Arroyo Hondo, Distrito Nacional, y preguntaron a varios vecinos y vecinas acerca de la conducta de la pareja. Coincidieron todos y todas en resaltar la decencia del hombre y la agresividad de la mujer hasta el día de la ruptura.

Conforme la nota, ella era quien le gritaba, agredía, golpeaba el vehículo y le bloqueaba la salida, estrellaba los trastos… Mientras, él soportaba estoicamente (hoy.com.do. Consultado 19 de enero, 2013, 11:19 p.m.). Cuatro exparejas de él habían atestiguado lo mismo.

Pero es el varón de la resaltada mansedumbre quien hoy purga una pena de tres meses de coerción en la cárcel de la provincia oriental San Pedro de Macorís, tras una denuncia de la dama, por maltrato físico y psicológico.

Peor. El popular intérprete de ritmos barriales, además de preso,ha sido desacreditado por las mismas autoridades.

Para justificar su encarcelamiento, de manera inusual han colado a los medios resultados de un test según el cual el artista es un perturbado mental con mil tachas, y muy peligroso. Excelente remate para inclinar la balanza de la opinión pública.Solo que se trata de una violación flagrante a principios elementales de ética. Imaginar que a los psiquiatras, sicólogos y demás especialistasde la medicina les coja con airear los diagnósticos de todos sus pacientes perfumados (empresarios, políticos, abogados, periodistas, músicos), bajo tratamientopero activos en la sociedad. Temblaría la tierra.

Otro absurdo moralista, transgresor de derechos (no ha sido condenado), es la pretensión de cortarle el pelo (a lo BobMarley) que lo identifica, como si con ello le quitarán la fuerza o le cambiarán la conducta que asumen como torcida.Tendrían también que desollarlo, como un cerdo, desde la cabeza hasta los pies, porque su cuerpo está cubierto de tatuajes. En términos culturales, aquí, los grabados en el cuerpo aún están tan estereotipados como las melenas en cabezas de hombres.

A menos que las dos mujeres periodistas que elaboraron el reporte para el periódico donde trabajan,sean fanáticas, o muchachas de mandado de la defensa del artista, o simples peseteras, tan poco profesionales que manipulen para vender una docilidad inexistente en Vakeró; salvo que sus ex, parientes y amigos sean hipócritas de tomo y lomo, el espectáculo de estos días luce otra chapucería judicial que solo echa más lecha al fuego dela violencia familiar, aun no sea esa la intención.

Nos urge pasar la página del discurso donde se apuesta a la enemistad, a la agitación y al odio, para plantear comprensión y acercamiento en la familia, una “alianza hombre-mujer”, como ha escrito el Papa. Crear una atmósfera más distendida donde no se aconseje el divorcio de manera tan olímpica como, sin conocimiento de causas, recomiendan hembristas resentidas, fracasadas,  infiltradas en organizaciones creadas con la intención sana de ayudar a la familia. Urge un cambio, porque lo que se ha hecho hasta ahora, público y privado, ha sido un fracaso. Solo nos ha provocado más violencia y un mar de sangre evitable. Parte de la preocupante delincuencia juvenil viene de ahí, y seguirá creciendo si persiste la testarudez en incrementar la epidemia de familias rotas con hijos e hijas agobiados de frustración en las calles.

Dejemos el espectáculo. Retomemos la razón, la sensatez y la calma. Rescatemos a todas las Martha, pero también a todos los Vakeró que minan el territorio nacional. Resucitemos lo bueno de la República Dominicana tradicional. En paz, sin prejuicios.