El mercado de libre comercio en el cual impera la oferta y la demanda alejada de la injerencia de los gobiernos totalitarios, tiene virtudes y defectos consustanciales a su existencia. Uno de esos defectos es la manera en que los comerciantes inescrupulosos manejan la publicidad mediante artificios o engaños en procura de captar a los clientes.

Entre las vicisitudes que confronta el consumidor dominicano de hoy para realizar sus compras y suplir sus necesidades diarias, el que concierne a la publicidad engañosa es uno de los más graves por las implicaciones que tiene para su bolsillo y su salud.

La medida de Proconsumidor deberá recibir todo el apoyo que requiere de la población consumidora

Ante esta realidad que parece agravarse, ha hecho bien el Instituto Nacional de Protección del Consumidor al emitir en el transcurso de esta semana, una resolución que regula y sanciona esta práctica en nuestro país.

Los altos niveles de competencia comercial, llevan a muchos comerciantes al uso de mecanismos de promoción que rayan en lo que los anglosajones denominan “misleading” advertising (publicidad engañosa) prometiendo mucho más de lo que realmente están en condiciones de cumplir.

Es de muy mal gusto que el consumidor se entusiasme con una oferta publicitaria, aceptando en principio el sacrificio de obtenerlo en el establecimiento que lo publicita, para luego encontrarse allí con que ya se agotó la existencia y/o el precio no es el mismo, la calidad no se compadece con lo promovido en el anuncio o enterarse cuando regrese a la casa que el producto ha sobrepasado su etapa de vencimiento.

Por tanto, la medida de Proconsumidor deberá recibir todo el apoyo que requiere de la población consumidora, beneficiaria final de los resultados positivos que se deriven de la misma.