Los movimientos revolucionarios de izquierda siempre han estado preñados de idealistas valientes. Su disposición a poner en riesgo lo más preciado con lo que nacemos por lo que se cree puede ser mejor para los demás, es una virtud merece alabanzas, no burlas. Por eso no me animé a leer nada, absolutamente nada, de un libro que se refería a los de nuestro hemisferio como los “perfectos idiotas”.
Quien no sabe que pasará a sus esfínteres cuando enfrente brutalidad policial o como reordenara sus preferencias ante una amenaza letal contra él y los suyos, debe guardarse los calificativos manchan la memoria de mártires. Fred y Amin fueron víctimas de un cerco cobarde cuando sus ideales y actividades prometían cambios que molestaban al poder político. Merecían espacios para participar en debates, no nichos para sepultarlos tras balacera canalla.
En “Firing Line”, William Buckley Jr invitó a debates por televisión a los principales miembros del Partido de las Panteras Negras. El destacado conservador que murió creyendo en una política militar agresiva contra el comunismo, se puede ver en videos de Youtube con Eldrige Cleaver y Huey Newton. Sentados frente a frente, discutiendo ideas. De no haber sido asesinado Fred Hampton, también lo hubiera invitado a confrontar ideas y visiones dispares sobre cómo funcionan capitalismo del libre mercado, mercantilismo, comunismo, socialismo o temas literalmente punzantes como el draft de la muerte, guerras, pobreza extrema, atropellos de la policía y racismo.
No recuerdo si aquí en “Sea Usted el Jurado”, el inmortal Alberto Amengual llegó a entrevistar Amín Abel. Es probable que sí, porque por ahí desfilaba todo el que tenía ideas a favor o en contra de lo que apoyaba el poder político en esos tiempos. Entonces, ¿por qué las balas asesinas? ¿por qué un escuadrón de la muerte?
Fred y Amín tenían derecho a vivir, a que se le respetara su visión de los problemas sociales y lo que creían era solución. Asesinarlos los privó de años de vida en los que podían seguir analizando los problemas sociales, de investigar, leer, viajar, conocer, ser testigos críticos de escenarios donde sus ideas se ponían en práctica. Acribillados a balazos perdieron la oportunidad de comparar a Marx y Engels con Menger, Mises, Hayek, Rothbard, Bastiat y otros campeones de la libertad económica.
Convertidos en polvo contra su voluntad perdimos la oportunidad de escuchar sus ideas sobre la caída del Muro de Berlín, el experimento socialista en Venezuela y en la forma evolucionó la lucha por los derechos civiles. Hoy estuvieran canal de YouTube, cuenta en Twitter, blog o en un interactivo diario, disfrutando la libertad de exponer sus ideas y nosotros la de sintonizarlos, seguirlos para debatirlas o bloquearlos para ignorarlos.
Es inaceptable el recurso de la violencia política para silenciar voces disidentes. Fred estaba en lo cierto, “se puede matar un revolucionario, pero no la revolución”, recogiendo un sentir de los simpatizantes de izquierda de esos años. Lástima que no entendieron el mensaje los que prefirieron descargar plomo alevoso a confrontar ideas socialistas con el arsenal filosófico y las experiencias de la verdadera libertad y los derechos naturales del individuo. ¡Paz a sus restos y sanción a sus asesinos!