“En el principio era el verbo y el verbo era con Dios, y el verbo era Dios”. (Juan 1:1)

Las neurociencias nos han mostrado impresionantes hallazgos sobre el funcionamiento de nuestro sistema nervioso, que prácticamente es lo mismo que hablar de nuestro propio funcionamiento. Pero además de los conocimientos teóricos adquiridos, estamos descubriendo las posibilidades y mecanismos para interactuar de forma voluntaria con nuestros procesos biológicos. Dentro de ese contexto, hemos estado descubriendo cómo las palabras mantienen una marcada influencia en nuestra actividad física y mental.

Tienes y eres un cuerpo, estando tu organismo determinado por tus actitudes ante la vida. Tus palabras o gestos desencadenan energías positivas o negativas, a menudo sin que tengas conciencia de ello. Vamos a analizar tus expresiones, de manera especial las verbales.

Desde niño se nos instruye sobre el valor de las palabras, explicándonos la importancia de los marcos contextuales de las mismas. Es decir, la trascendencia de una palabra aumenta o disminuye dependiendo de las circunstancias en que se utilice. En un momento determinado, podría provocar resultados muy favorables y en otro momento, muy lamentables.

Ahora enfoquémonos en tu diálogo interior. Te hablas constantemente a ti y no es locura, aunque en los esquizofrénicos se puede presentar con características patológicas. Cuando te hablas a ti, es también una ocasión en que debes tener mucho cuidado de cómo lo haces. Necesitas tratarte con mucho respeto, consideración y coherencia. Si no le hablas con amor a tu yo interior difícilmente podrás querer a nadie.

Tu inconsciente te está escuchando SIEMPRE. Si has comprendido lo antes dicho, espero que también comprendas que hay expresiones que requieres eliminar de tu vocabulario, como: no sirvo, nadie me quiere, soy un fracaso, siempre daño las cosas, tengo mala salud, tengo malos sentimientos, no soy real, no hay esperanzas, etc. Puedes reconocer que has cometido errores, pero nunca pensar que tú eres un error. No es lo mismo: hice algo desastroso, que soy un desastre.

Personalmente, en los embotellamientos de tráfico decirme a mí mismo: nos moveremos algún día, increíblemente me hace dejar de ver el reloj y relajarme. Hay expresiones que a veces usamos sin saberlo; sin embargo, producen importantes procesos en nosotros. Nos conviene conocerlas, porque pueden proporcionarnos grandes fortalezas para enfrentar nuestros retos. En tu interior está la sabiduría suficiente para detectar esas frases de poder, por lo que es importante que no pierdas tu capacidad de introspección, sin importar cuantas cosas “importantes” tengas por delante. Nada supera la importancia de mantener esa conexión. Tú decides: las emociones te controlarán o tú las controlarás a ellas.

Podría ser una frase que usabas en la niñez, una expresión de alguno de tus padres, un refrán que decían en tu pueblo, un pensamiento bíblico, etc. Cuando el atleta está en la competencia, le alientan sus seguidores. Tú no eres diferente y es importante que aprendas a darte apoyo emocional de manera personal.

No quiero enseñarte frases de poder, porque tu maestro interior reúne toda la sabiduría necesaria para eso. Sólo te mencionaré algunos ejemplos para que escojas o reconozcas las tuyas: yo puedo, resistiré, soy un diamante en proceso de pulirse, aunque esté muy oscuro siempre amanece, el Señor es mi pastor, tengo buena salud, no importa caerme si logro levantarme, no permitiré que un descontrolado me haga perder el control, etc. Son solamente unos ejemplos, de manera que cuando lleguen a tu mente pensamientos negativos, simplemente los enfrentas con ese tipo de frases. Incluso a nivel empresarial, se ha procurado interiorizar lemas como estrategias competitivas.

Todos podemos compartir esta frase: cada día seré mejor. Te enseñaron que tienes que superar a los demás, pero realmente es a ti a quien cada día te conviene superar. Mañana ser mejor que hoy y hoy mejor que ayer.

Nuestras palabras tendrán la fuerza y el valor que les reconozcamos; sin embargo, la mayoría de las veces hablamos sin decir nada. Si no crees en lo que dices solamente te creerán aquellos que tengan que creerte.

Las palabras se relacionan con pensamientos, los pensamientos pueden desencadenar flujos energéticos y esa energía puede modificar realidades. Aunque muchos desconocen como sucede, lo llaman: orar. Y se te dio el permiso de hacerlo…si quieres.