Hay lecturas que deben ser imprescindibles para la formación de nuestros jóvenes universitarios o, en su defecto, que debe ser tema de discusión durante la formación de nuestros jóvenes. Hay muchos autores antillanos que han abordado temáticas y problemas comunes a estas regiones colonizadas y que han aportado ideas claras y valiosas sobre la condición humana en estos lugares que es necesario, para entendernos mejor, que hablemos más de ellos o que sean lecturas obligatorias. De cierta forma, todavía estamos colonizados a nivel de lecturas y miramos hacia los productos intelectuales antillanos (mayores y menores) como productos de segunda intelectualmente.
Hace casi un año que descubrí a Eric Williams y comenté parte de su texto Esclavitud y Capitalismo. Hace casi un mes que estoy leyendo seriamente a Frantz Fanon. Anteriormente había escuchado y leído fragmentos separados, pero nunca una obra suya en su totalidad.
En el marco de un curso-taller en el Centro Bonó, impartido por los maestros Pablo Mella y Rudolf Widmer, hemos leído y comentado Piel Negra, Máscaras Blancas de Fanon. Un libro publicado en plena juventud (Seuil, 1952; traducido por Akal, Buenos Aires, 2009), pero con una amplia visión del ser humano más allá de la diferenciación por el color de piel o la raza.
En este libro el autor realiza una crítica radical a un tipo de discurso diferenciador no solo desde la perspectiva del blanco, también desde la perspectiva del negro. Para Fanon el ser humano es quien se pregunta por sí mismo; a la manera del ser heideggeriano, lo propio del “hombre” es preguntarse en cuanto tal y no diferenciarse o construirse un pasado glorioso a base de diferenciaciones de los otros.
Fanon no es un iluso, perfectamente entiende que hay condiciones de opresión sistémicas que solo pueden salvarse a través de la lucha. Sin ignorar estas preocupaciones, su interés mayor el publicar este libro es una preocupación intelectual y, desde mi punto de vista, existencial del que ha podido pensar y encuentra en ello un sentido para todo lo real.
En la introducción nos dice el propio Fanon: “Querríamos situarnos. Trataremos de descubrir las distintas posiciones que adopta el negro frente a la civilización blanca. No se tratará aquí del «salvaje de la sabana». Para él hay ciertos elementos que aún no tienen peso. Consideramos que, por el hecho de la presentación de las razas blanca y negra, se ha apelmazado un complexus psicoexistencial. Mediante el análisis, nosotros apuntamos a su destrucción” (p. 45).
En esta destrucción del discurso racial tanto del blanco como del negro, Fanon apuesta por una descripción analítica psicoexistencial de los modos en que se dice (el negro y el lenguaje) y se percibe (La mujer de color y el blanco; El hombre de color y la blanca; Del supuesto complejo de dependencia del colonizado; De la experiencia vivida del negro) la condición de la negritud. En los capítulos finales (El negro y la psicopatología y El negro y el reconocimiento) encontramos el Fanon humanista y profesional que deconstruye la visión del mundo construida en el “hombre de color”.
Recordemos la claridad de Fanon cuando nos dijo en la introducción que “Muchos negros no se reconocerán en las líneas que siguen. Paralelamente, tampoco muchos blancos. Pero el hecho de que yo me sienta ajeno al mundo del esquizofrénico o al del impotente sexual no ataca en nada su realidad. Las actitudes que me propongo describir son verdaderas. Me las he encontrado un número incalculable de veces” (Ibid.).
Después de las descripciones de estas actitudes, de uno y otro lado, solo queda pensar en la actualidad de esta desconstrucción y su aplicación a nuestra realidad. Sabemos que el producto colonial heredado en las colonias británicas y francesas difiere del producto colonial heredado en las colonias españolas. Aunque en el fondo hemos sido colonias con diversos sistemas de plantación y, por tanto, con diversos modos de relaciones de poder y configuración de lo social, las prácticas y las representaciones raciales tanto del blanco como del negro se asemejan de muchas maneras.
Leer a Fanon hoy es ilustrativo y esperanzador. Ilustra el discurso silenciado en nuestro país, el discurso racial, y da esperanza para pensarlo silenciosamente.