De acuerdo a un estudio demográfico mundial del Pew Research Center de los Estados Unidos, los católicos alrededor del mundo se han más que triplicado en el último siglo. Crecieron de un estimado de 291 millones en 1910, a cerca de 1.1 billones (1000.1 millones) en 1910. Este porcentaje representaba el 48% de los cristianos y el 17% de la población mundial.  Un siglo más tarde, en el 2010 los católicos representan proporciones similares, el 50% de los cristianos y el 16% de la población mundial.

Aunque las mismas proporciones permanecen globalmente, es a nivel regional donde el impacto de la secularización y los escándalos de la iglesia se manifiestan sustancialmente en la disminución del catolicismo en Europa.  Así, en 1910, 9 de cada 10 católicos residían en Europa (65%) o en la América Latina (24%).  Un siglo más tarde, en 2010, en Europa solamente residían el 24% de los católicos, y la mayor proporción del 39% se localizó en América Latina y el Caribe.

Esto explica la selección del primer papa latinoamericano, la frustración de Joseph Ratzinger, y el empeño de Francisco, como veremos más adelante, de aumentar la natalidad de los católicos en el mundo a través de la promoción y la continuidad de la política condenatoria del uso de todos los métodos contraceptivos, con la excepción de la abstinencia.

En preparación para el Sínodo de la Familia del 2014, Francisco lanzó una encuesta mundial el pasado octubre a través de las parroquias y sus obispos. El cuestionario busca recoger datos sobre matrimonios homosexuales y adopciones, divorciados y separados, uniones libres, el uso de contraceptivos, y solicita consejo sobre como aumentar la natalidad de las familias.  Por los 9 temas y 39 preguntas del cuestionario puede deducirse que el papa se desliga de toda preocupación terrenal para concentrarse en atraer ovejas extraviadas al rebaño y al seguimiento de la “ley natural”; doctrina que asume la existencia del Dios que revela sus mandatos a través del papa y del magisterio de Roma.

Para contestar las preguntas es necesario conocer la “ley natural” y varias encíclicas. A continuación presento una selección de preguntas de dos ejes temáticos fundamentales y definiciones de las encíclicas:

Preguntas del cuestionario sobre el matrimonio según la ley natural: ¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto a nivel institucional, educativo y académico, como a nivel popular? ¿Qué visiones antropológicas se dan por sobrentendidas en el debate sobre el fundamento natural de la familia? ¿Es comúnmente aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural en relación a la unión entre el hombre y la mujer, de parte de los bautizados en general?

Definición de ley natural: La ley natural no se refiere a las leyes físicas y naturales verificadas por científicos del área. Parte de la existencia de un Dios, del cual se afirma haber impreso en la conciencia de los hombres la ley natural, o divina (Gaudium et Spes, (dic. 1965).  Según ésta encíclica, el hombre “no se dicta a sí mismo” los mandatos, pero debe obedecerla, fundamentado en que su “voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal”.

Preguntas del cuestionario sobre la apertura de los cónyuges a la vida: ¿Tienen los cristianos un real conocimiento de la doctrina de la Humanae vitae sobre la paternidad responsable? ¿Qué conciencia se tiene del valor moral de los diferentes métodos de control de los nacimientos? ¿Qué profundizaciones podrían ser sugeridas sobre esta materia desde el punto de vista pastoral? ¿Qué métodos naturales son promovidos de parte de las Iglesias particulares para ayudar a los cónyuges a aplicar la doctrina de la Humanae vitae?  ¿Cómo se puede promover una mentalidad más abierta a la natalidad? ¿Cómo puede favorecerse el aumento de los nacimientos?

Doctrina en Humanae vitae.  La doctrina de la Humanae vitae (Pablo VI, 1968) excluye “absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas”. Excluye absolutamente además “la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer” así como “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación.” (Hv. 14).

Para poder espaciar sus embarazos, la mujer católica es alertada  de que “la Iglesia
enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones
generadoras para usar del matrimonio sólo en los periodos infecundos y así regular la natalidad
sin ofender los principios morales que acabamos de recordar
(Hv 16).

La Humane vitae tiene raíces profundas en la Tradición Católica, particularmente en San Agustín de Hipona, (354 – 430) y Santo Tomás de Aquino (1225 –1274).  San Agustín consideraba la excitación sexual como prueba de que el hombre no podía controlar su sexualidad debido al pecado original.  De aquí su célebre cita de que “si se la separa de su aspecto procreador, ésta [la actividad sexual] se convierte en una manifestación abominable de concupiscencia, que convierte a las mujeres en prostitutas y a los hombres en fornicadores” (Salles, Arleen: 2008).

Santo Tomás de Aquino, autor de la doctrina de la “ley natural” consideró que restringirle la procreación a la actividad sexual a través de métodos anticonceptivos artificiales era ir en contra de la consecuencia natural de la actividad sexual: la procreación.  Por lo tanto eran actividades moralmente “malas” frente al bien de la natalidad.

Conclusión. En la actualidad, ni el desarrollo de la tecnología, ni el crecimiento desmedido de la población global; ni las amenazas del cambio climático y la extinción de otras especies debido a la invasión humana de sus hábitats; ni la contaminación asociada a la deforestación, erosión de suelos, y emisión de contaminantes a la atmosfera, ríos y océanos; ni y el empobrecimiento de masas campesinas desplazadas de sus  tierras; han logrado que la Iglesia cambie sus teorías autoritarias, anacrónicas, inhumanas e inmorales, y con consecuencias desastrosas para el planeta, la Isla de Santo Domingo, y las familias adoctrinadas para seguir sus regulaciones.