Dice el Papa Francisco que la Iglesia no supo reaccionar ante los casos de pederastia cometidos en su seno. Uno que hace tiempo dejó de chuparse el dedo de la inocencia, se pregunta no sin cierta ironía y mucho cuestionamiento ¿no supo, o no quiso? porque tiempo ha tenido más que suficiente.
El asunto de abusar a niños y niñas, y otros no tan menores, no es de ahora, n aparecieron con el sistema virtual en el que todo se sabe desde el mismo momento que se conoce. Ya hace un buen paquete de años que estos escándalos vienen sucediendo y otro paquete algo más pequeño, pero suficiente largo también, que viene denunciándose, y la Iglesia en lugar de reaccionar y actuar como debe por ser le empresa de Dios en la tierra, los ha ignorado, los ha callado, los ha removido de lugar con cualquier excusa, menos el actuar con apego a la moral y las normas que predican.
Y la pederastia no se ha producido de manera excepcional, o por algún sacerdote desviado, ni tampoco en algún lugar remoto del planeta, ni solo entre los niveles jerárquicos más bajos. En Irlanda, bastión católico y país cercado históricamente por vecinos anglicanos, luteranos y protestantes, se han dado a la luz cientos y cientos de escándalos desde hace treinta o cuarenta años.
Algo más recientes son la muy larga cadena de abusos sexuales cometidos en los Estados Unidos, que aún continúan resonando de tanto en tanto y los cuales han involucrado a prelados del más alto rango, sin que nada pasara. Ha sucedido y sucede en Alemania, Inglaterra, Francia, España, Italia, Australia, y en otros muchos países más.
Hace muy poco, que no se nos olvide para estar siempre alertas, también se dieron varios casos en la República Dominicana, siendo el más sonado los protagonizados por aquel demonio de nuncio apostólico, un verdadero degenerado, que se refugió en su Polonia natal, y afortunadamente ya desaparecido de este mundo.
No nos creemos lo que el Papa Francisco sea lo suficiente sincero con lo que dice, aunque tal vez quiera o le interese parecerlo en estos momentos tan cruciales ante el público, pues el manejo de la pederastia por parte de la Iglesia responde a criterios bastante simples y lógicos, y no hacen falta los consejos de los sabios doctores que posee, ni reunirse en sesudos y cerrados conclaves o concilios ecuménicos para ello.
Todo se traduce en cuatro acciones a realizar y sobre todo la férrea voluntad de llevarlas a cabo cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Yo, que mis conocimientos sobre el funcionamiento interno de la Iglesia no llegan ni a los de monaguillo de parroquia, me voy a permitir dar aquellas que considero más urgentes y principales.
La primera, es expulsar de inmediato los culpables de pederastia de la organización religiosa, y hasta hacerla de manera definitiva y vergonzosa, como les hacen a los policías corruptos que les quitan sus insignias y galones ante sus compañeros los corren por los patios empujándolos y abucheándolos.
Segundo, traducirlos a la justicia de ordinaria de inmediato para que les caigan las máximas penas de cárcel que establecen las leyes civiles, y nada de llevarlos a los tribunales eclesiásticos donde los jueces y acusados se visten con las sotanas y túnicas de la tolerancia e impunidad.
Tercero, poner algún filtro de detección del feo vicio en el ingreso a la institución y durante su larga permanencia de formación en los seminarios, esa desviación de preferencia sexual sobre los niños no es casual, ni aparece solo después de recibir las órdenes sacerdotales, alguno de sus compañeros o superiores es posible que puedan detectar algún comportamiento que delaten esas tendencias.
Cuarto, crear algún mecanismo de vigilancia que inspeccione las iglesias, parroquias, colegios o cualesquiera otros centros manejados o gobernados por las órdenes religiosas. Sobre este tipo de tareas de inquisición, la Iglesia Católica tiene harta experiencia. Y si acaso ya existen, deben revisarse de manera urgente, puesto que por los resultados se ve que no han sido demasiado eficaces.
¿Parecería que exagero? Pregúntenles a los niños y niñas (o a sus padres) que han sido víctimas de violaciones, verán lo que les contestan. Pero hay que contar que las cosas lógicas no tienen mucha cabida en asuntos de fe donde se hace creer que los elefantes vuelan y las palomas nadan.
El ¨esprit de corps¨ de la Iglesia Católica es enorme, primero porque entre bomberos de capillas no se pisan las mangueras pecadoras, pues tienen mucho en juego, y aún más, muchísimo más que perder. Nada menos que la credibilidad y el desprestigio de los millones de fieles que aportan sus óbolos en las misas dominicales, en los bautizos, comuniones o bodas y otros eventos. La de los Estados donde se instalan cómodamente, influyen en sus leyes, y hasta perciben de manera oficial enormes subvencionan con los impuestos de los ciudadanos, sean creyentes o no, y de los millares mecenas que para estar a bien con Dios y reservar una plaza VIP en el más allá, les donan verdaderas fortunas.
Qué no han sabido cómo hacerlo, perdona Francisco, pero con ese cuento no contamos.