En el afán desmedido que tiene la clase política de mantener la población sujeta a sus manipulaciones, hace que el discurso político lleve a la desconstrucción de la realidad, generando un lenguaje que no tiene nada que ver con lo que está viviendo la gente en su cotidianidad, y que la clase política lejos de edificarla tiende a desinformarla y confundirla.
Este fenómeno queda reflejado en el resultado de encuestas e interpretación de algunos programas de opinión. Estos vienen llenando los titulares de los medios y, en especial, han sido temas en los discursos y arengas, cuando algunos políticos muy activos se dirigen a las masas, confiados en que su ignorancia no les permitirá descifrar las mentiras y subterfugios del lenguaje.
Tomemos como ejemplo algunos fragmentos de discursos de precandidatos en campaña del actual gobierno:
– “El pasado gobierno no resolvió los problemas de pobreza y desigualdad.” Algo que sabemos todos, pero que resulta incoherente escucharlo de alguien que está disfrutando del poder.
– “Quienes ya gobernaron no tienen nada que ofrecer.” Algo que también sabemos, pero lanzar una frase como esta desde la misma tolda de gobierno en el cual se ha estado y se está gobernando de manera inconmovible, durante 16 años, es una aberración política. Esta lleva a la auto descalificación del que lo expresa, cuando se ejerce la función de Ministro de Economía y Planificación, como ha sido el caso del Ing. Temístocles Montas, sobre el cual recae toda la responsabilidad de dicha tarea. Decir “ya está bueno que yo esté atajando para que otro enlace”, lejos de ayudar a este aspirante a eventual presidente, lo coloca ante cierta “mezquindad”, al resaltar que el PLD hizo a Fernández tres veces presidente (su amigo y camarada).
“Y ya está bueno: el pueblo eligió a Danilo Medina en el 2012 y este no podrá ser candidato en el 2016 (…) Porque la constitución se lo prohíbe.”, como si él estuviera en un partido de oposición, que lo llevara a ser el candidato más idóneo, imponiendo que es a él que le toca su turno, como en buena monarquía.
La falta de argumentos sólidos está presente en el discurso de todos estos precandidatos presidenciales. No es necesario descalificarlos, ellos se descalifican entre sí y a su partido, carentes de hechos que sustente su accionar político, sin rendimiento de cuentas que den fe de su idoneidad gerencial y transparencia. Mientras continúan ocupando posiciones en el tren gubernamental, aspirando a posiciones electivas, están éticamente descalificados.
El discurso carente de contenido conduce a los candidatos a ofertar ilusiones: “Prometo acabar con el hambre y la miseria que vive el pueblo dominicano,” decía en días pasados Francisco Javier García, Ministro de Turismo, quien no parece recordar lo que es el hambre y la miseria. “Yo lo único que aspiro es a vivir en una sociedad libre y democrática,” lo que implica insinuar que esta sociedad no es ni libre ni democrática, gracias al PLD.
Desgraciadamente, no existe oposición que pueda hacer un seguimiento sistemático al espectáculo político en el cual estamos inmersos. La lucha electoral se vislumbra entre dos grupos de un mismo partido, sin credibilidad, agotado por la mega corrupción donde los liderazgos no sólo no tienen oferta, ni seguidores, sino que tienen clientes que van detrás de ellos a recoger las migajas prometidas de manera personal, pero con un presidente que tiene una tasa de popularidad inquietante.
La clase política ha quedado prisionera de su propia representación – líder y militancia clientela. Hay que pagar su público, y es lo que hace cada pre candidato, cuando convoca a un mitin-reunión, donde puede decirles cualquier disparate a sus interlocutores, cual vendedor de alfombra en una medina. Sus seguidores son autómatas de la militancia de sobrevivencia, se mueven de espectáculo en espectáculo, “engrasados” con la diferencia de que hay que pagarles con dadivas, romo, pica pollo y más miseria. Ya que ningún político tiene capacidad de convocatoria por su simple carisma y liderazgo.