¿Por qué fracasa el libro? Porque el libro ya no cuenta por sí sólo. Al libro hay que meterlo en una funda dentro de otros objetos: un litro de leche, un salami en mayita, un pote de champú. Nuestros libros son minusválidos: no pueden valerse por la calidad de sus líneas, por el encanto de su diseño, sino por la capacidad que tienen algunos de ser recitados por gente que muchísimas veces uno no les concede el título de "lector" y que sin embargo, por el impacto de sus nombres, te dicen: cómprate eso, sea el título tal o la cartera o el pantalón marca tal. Para llegar al libro tienes que pasar por mostradores donde los empleados no tienen ideas de libros. Las librerías desaparecen porque… la gente "normal" no compra libros. Los "normales" lo quieren todo gratis y en su kindle. Estoy publicando, escribiendo y vendiendo libros desde 1984 y la conclusión es casi patética: los intelectuales dominicanos son los que difícilmente compran libros -hay que insultarlos casi-; los funcionarios culturales mucho menos te compran, porque a ellos hay que adularlos haciéndole esos regalitos; los que sí leen y hablan contigo son los jóvenes, amigos "de la vieja guardia", "los del montón salidos", gente sin aspiraciones grandes o grandísimas, los que se atrincheran en sus soledades y disfrutan lo que sean sin tener que estar comunicándolo al instante vía ipad o FB. Dentro de esta cultura de la Doble Moral que nos domina -o del espectáculo, si prefieren, para hacerle un guiño a Debord vía Vargas Llosa-, no veo una voluntad clara en nuestro sentido común para que el libro pueda posicionarse por la soledad a la que convoca, por el diálogo posible, por el encanto de algunas palabras. Por eso hace tiempo, muchísimo tiempo, que decidí meter los libros en la mochila y aterrizar por tierras de nadie. Como les comenté en una anterior, estoy comenzando la recta final del Cielonaranja en cuanto a la venta directa, impresión, etc. Siento que el programa ya está casi terminado y mejor compartir esta vida en otros niveles… Este sábado me apareceré por una tierra "de todos": en una mesa del supermercado Nacional. Espero que buena parte de mis amigos no consuman todos los chelitos en manguses y paellas y me puedan dar unos chelitos por uno de los tomos con la poesía de Juan Sánchez Lamouth… Los espero…