Culturalmente, desde pequeños se nos enseña y se nos forma con la idea de que tenemos que ser los mejores y sobresalir en cualquier actividad que realicemos. La gran mayoría de los padres cuando sus hijos participan en alguna actividad que implique competir, les manifiestan que deben ser los mejores y ganar el primer lugar o, por lo menos, el segundo o tercero, y que de lo contrario no se sentirán conformes. Este tipo de actitud muchas veces puede provocar una disyunción entre padres e hijos.
El fracaso está definido como la falta del resultado que estábamos esperando que ocurriera al realizar algo. Pero en la realidad de la vida, está definido como la experiencia que de verdad nos hace salir hacia delante, que nos hace más fuerte y la que nos da el impulso para salir a flote y llegar a lograr aquello que nos hemos propuesto. Fracasar es parte de la vida, y esto es lo que debemos enseñar a los niños desde pequeños. Es decir, los debemos educar para que acepten los fracasos y entiendan que las cosas no siempre saldrán como las hemos ideado o planeado. Pero, ¿cómo lo hacemos?, ¿cómo preparamos a nuestros hijos para que sepan enfrentar los cambios y los fracasos? A continuación algunos consejos:
- Es importante que desde que están pequeños les trabajemos su autoestima y seguridad emocional mediante el uso de palabras y frases positivas y estimulantes. Por ejemplo: “lo hiciste muy bien”, “aunque no te salió en esta ocasión, estoy segura que si sigues intentando lo vas a lograr”. También ayuda la realización de pequeñas acciones, como hacer un dibujo hasta que esté en el proceso de escribir su nombre aunque lo realice con las letras torcidas. Lo más importante de todo eso es ver que están haciendo el intento.
- Otro aspecto que debemos tomar en cuenta es transmitirles la idea de que en la vida no siempre se gana, independientemente de la situación que sea.
- También ayuda el enseñarles, mediante conversaciones y el ejemplo, que “ganar” un premio, una mención, medalla o trofeo no es lo que realmente se valora, sino que lo que realmente importa es el hecho de tener el coraje y la valentía de participar, de lanzarse a hacerlo, de no temer, y que perder también es parte de la vida.
Como adultos debemos entender que estigmatizar el “fracaso” en los niños solamente creará y traerá como consecuencia seres frustrados y resentidos que se sentirán sumamente impotentes a la hora de que algo no les salga como ellos querían o lo tenían en su mente. De esa manera, si no logran sus objetivos se rendirán ante el primer intento. Pero ojo, que no le estoy restando importancia a ser competitivos, pues esto también es positivo. Recordemos que la moderación no afecta ni trae consecuencias negativas, lo importante es saber buscar el balance, ver lo positivo en lo que tendemos a considerar solo como negativo y entender y enseñar que los fracasos están para aprender a madurar, para hacernos más fuertes y, en definitiva, para alcanzar el triunfo.