En una evaluación seria, además de las marcas de cotejo, como nada es perfecto, siempre aparecerá alguna que otra equis; y ésta en modo alguno puede verse como un atropello al evaluado o lo evaluado. Una que otra marca son, sencillamente, producto del rigor de un trabajo que busca en los aciertos la comprobación de los pasos adecuados para continuar en el rumbo definido y señalar los yerros que adviertan sobre la rectificación para que el proyecto programado llegue al término previsto; pues resulta que de lo definido en el papel a su ejecución se abre un proceso dinámico en el que lo lineal se convierte muchas veces en excepción, por lo que la creatividad, dada por la amplitud de miras que se fragua en la instrucción, debe combinarse con herramientas científicas para reencauzar lo que las fuerzas sociales, en sus constantes, y a veces imprevisibles movimientos, suelen alterar.
Partiendo de ese razonamiento, Leonel Fernández, líder de la oposición y presidente de la Fuerza del Pueblo (FP) desde su ubicación y asumiendo la responsabilidad de guía y orientador político, sin lupas maliciosas ni equis preseleccionadas, sin prejuicio alguno -y junto a un formidable equipo que opera bajo su coordinación en las diferentes secretarías temáticas de la formación que lidera- asumió la tarea de revelar el constante y minucioso monitoreo que durante un año trabajó el Partido en una labor que conjugó con propuestas y colaboración, consciente de que una organización política “gobierna” o ayuda a gobernar desde la oposición si el objetivo de ésta es, por encima de toda cuestión particular, el bienestar colectivo.
En ese marco, el expresidente Fernández durante un mensaje de avaluación a los primeros 12 meses de gobierno, inició sus palabras con expresiones de reconocimiento al esfuerzo del presidente Luis Abinader por enfrentar la crisis sanitaria provocada por la Covid-19 y la económica derivada de ésta que ha llenado de incertidumbre y angustia al pueblo dominicano. Pero esa marca de cotejo -de aprobación- que se multiplicó en cada acción centrada en el esfuerzo, trajo una que otra equis que algunos ciudadanos atribuyen a la impericia, otros a los intereses de una administración atrapada por un núcleo oligárquico que diseña la agenda del Gobierno al margen del conjunto de la sociedad, o a la incapacidad de un “funcionariato” con probados fracasos en las anteriores gestiones del gobierno del Estado sin excepción: hiperinflación, corralitos, quiebras de empresas en cascada, poblada, contracción económica, pérdidas masivas de empleos, debilitamiento institucional, aislamiento internacional y estampida de capitales.
En el ejercicio de evaluación al primer año de gestión, Fernández y la FP, apegados a la objetividad y rigurosidad que amerita este tipo de tarea, pusieron en evidencia algunas inconsistencias que marcaron la rendición de cuentas del presidente de la República, inconsistencias que no fueron producto de errores sino de un propósito deliberado que buscaba presentar al país logros no alcanzados, como la afirmación que indicó la recuperación de 714,551 mil empleos cuando las mismas cifras oficiales revelan que solo se perdieron 470 mil durante la pandemia; o el manipulado dato de que terminaríamos creciendo este año 7.5%, cuando la realidad es que solo será 0.3. Aquella cifra se consiguió a sabiendas de que ese crecimiento ficticio se debió al efecto rebrote de compararle con un año en donde la contracción fue de -6.7%.