En tiempos recientes el valor del dólar norteamericano se ha fortalecido con relación al de las monedas de casi todos los países del mundo, no sólo los emergentes, incluyendo Suramérica, sino también con relación a otras monedas claves. Ha sido su aumento más rápido en 40 años. Durante los últimos doce meses con relación al dólar el euro se ha devaluado un 22%, la libra esterlina un 8% para no citar el 61% del rublo y el 43% del real brasileño. En el área latinoamericana del dólar, es decir el Caribe y Centroamérica, el peso mexicano, por ejemplo, se ha devaluado un 10% en tan sólo los últimos siete meses dada la fortaleza del águila americana.
La moneda latinoamericana que probablemente menos se ha devaluado desde principios del año frente al dólar lo ha sido el peso dominicano, apenas un 2.1% al pasar de 44.20 en diciembre 31 a 45.13 en julio 2015. Si sigue ese ritmo tendríamos para finales de año una devaluación de tan sólo un 3.6%. Ese nivel de mini-devaluación lo consideramos correcto, primero, porque es un nivel de devaluación anual menor al de los últimos 4 años y, segundo, porque es sano y correcto que nuestro peso se devalúe anualmente por encima de nuestra tasa interna de inflación, la cual, por cierto, está ahora bajísima, pues lo contrario haría que las exportaciones dominicanas y nuestro turismo fueran menos rentables y sin exportaciones de bienes y servicios no hay crecimiento, ni generación importante de empleos.
La devaluación del euro frente al dólar hace más caro para los europeos hacer turismo en nuestro país, pero sí más barato para los norteamericanos, por lo que es previsible que la proporción de nuestro turismo que viene de Norteamérica, que ya sobrepasa el 55%, siga subiendo. También se presume que vendrán menos turistas suramericanos.
Nuestro costo de la vida no debe en estos momentos verse afectado por esa mini-devaluación, ya que el mayor costo en moneda local de importar, se está compensando por la fuerte reducción en los precios internacionales de la comida que importamos, por lo que el valor promedio de nuestra canasta familiar no debe subir, o muy poco. De hecho, en lo que va del año el costo de la vida apenas ha subido 0.60%, es decir menos de un uno por ciento, el nivel más bajo en décadas.
Quien sí se perjudica con nuestra mini-devaluación lo es el presupuesto nacional, ya que el repago de la deuda externa ya cubre una alta proporción del mismo, a lo que habría que agregar nuestro abultado servicio exterior y el enorme déficit del sector energético. Sin embargo, el presupuesto de este año fue confeccionado basado en un mayor nivel de devaluación que el actual.
Y hablando de fluctuaciones de monedas, hubiésemos sido muy afectados si Grecia hubiese optado por abandonar el euro, pues los costos de ese turismo helénico se hubiesen reducido considerablemente, produciendo un efecto dominó que probablemente también sacaría del euro a España, Italia, Portugal y Turquía, haciendo consecuentemente, mucho más barato pernoctar en esa zona. Todo el turismo caribeño y mexicano se hubiese visto muy afectado.
Gracias, Alexis Tsipras por haber cedido ante la enorme presión de la troika y la Merkel que, con la visita de las algas del Mar de los Sargazos, la región ya tiene suficiente.